"Un terremoto que libere la aspereza en Valparaíso podría ser de 8.4 con tsunami"
En su nuevo trabajo describe los desastres que se han producido en Chile producto de sismos, maremotos, aluviones y erupciones volcánicas; y llama a planificar mejor las ciudades.
Sólo hay una certeza para quienes vivimos en territorio nacional: todos los días hay un lugar donde tiembla. Están desde los imperceptibles hasta eventos mayores como el del 27 de febrero de 2010, pero no hay persona que no haya vivido un evento sísmico a lo menos moderado, es decir, con una magnitud sobre 5. Y hay algunos que, además, han sido testigos directos de un tsunami, una erupción volcánica y/o un aluvión.
Características de este largo país que el doctor en Geofísica y académico de la Universidad de Temuco, Cristian Farías, ha estudiado bien. Gracias a ello vio la luz el libro Volcanes y terremotos, al que sumó este año Manual para sobrevivir a nuestra loca geografía (Ediciones B).
Llamado a la precaución
"Al libro anterior le fue relativamente bien, tuvo una buena recepción. El lenguaje que utilizamos le gustó la gente, que fuera súper didáctico, sencillo hasta con chistes, con memes detrás", dice el científico, y debido a ello surgió la posibilidad de una segunda entrega, pero que pudiese sostenerse por sí sola. "A mí se me ocurrió la idea de continuar con esta idea de que los desastres no son naturales, porque no lo son, y tenemos que explicarlo mejor", comenta.
"Afortunadamente, les gustó la idea y empecé a diseñar, como hace un año más o menos, este segundo libro que se basa fundamentalmente en explotar un poquito más esta noción (...) La idea era recorrer Chile, de norte a sur, contando desastres antiguos: qué había pasado después de un terremoto, de un aluvión, de una erupción volcánica y de un tsunami".
"Contándolo, pero pensando por qué se dio el desastre", acota indicando que "el fenómeno es natural. Obviamente el terremoto viene cuando quiere, pero lo que pasa después del terremoto depende de nosotros", en el sentido que "somos los que construimos en los lugares inadecuados y no armamos las medidas de mitigación, y se nos olvida que pasaban las cosas", por ejemplo, aluviones o crecidas de ríos.
Desde esta perspectiva, el libro también "habla un poquito de qué hacer hacia el futuro como sociedad para que no tengamos desastres tan fuertes o, derechamente, no tenerlos", sostiene.
El caso local
Hace años que los expertos vienen advirtiendo que en la Quinta Región se debería producir, en algún momento, un terremoto de grandes proporciones, es decir, que supere la magnitud 8, el que además traería aparejado un tsunami. Algo que no ocurre desde 1730, por lo que el doctor Farías le dedica un capítulo en el libro, en el que explica que si bien ha habido liberaciones de energía, como en los terremotos de 1906 y 1985, no ha sido suficiente, y actualmente hay tres asperezas que siguen creciendo.
"Cuando hablamos de un megaterremoto, como el de 1730, lo que tenemos ahí fue una zona muy larga de Chile, hasta más o menos la zona de Concepción, donde había energía acumulada entre las placas, y que se liberó en un solo evento. El asunto es que después que eso pasa, las placas se vuelven a bloquear y empiezan a acumular energía otra vez, pero no se acumulan de la misma forma en todos lados. Entonces, se generan algunas zonas donde se bloquean más las placas que se llaman las asperezas", detalla.
"Uno puede ir viendo donde aparecen estas asperezas -afortunadamente ahora sabemos cómo verlas- y ahí empezar a determinar cuáles son los escenarios si se nos libera una, dos o tres asperezas. Una aspereza es una cuestión bien grande, es una zona bloqueada de como unos 200, 250 kilómetros de largo", explica.
"Si hubiese un terremoto que libere la aspereza que sabemos está en Valparaíso / San Antonio podría ser uno de magnitud 8.4, 8.3 con tsunami. Si aparte se libera un poquito lo que está más al norte, en Illapel -que se liberó en 2015, pero que también ha ido acumulando y todavía le queda un remanente-, se podría tener un 8.8. Y si ya agarramos la parte de Illapel, la parte de Valparaíso y la parte más al sur, que alcanzó a liberar un poco el terremoto de 2010, podemos llegar fácil a un 9, un 9.1", afirma.
"Normalmente estos gigantescos terremotos, de magnitud mayor a 9, ocurren en una escala de tiempo de siglos (...). Pero el problema es que 1730 está bien lejos. Entonces seguramente en algún momento de nuestro futuro vamos a tener un terremoto de esta magnitud frente a las costas de Valparaíso; y aunque no tengamos el peor escenario, ya un 8.4 con tsunami, es complicado", acota.
Con preocupación
Cada vez que se produce un terremoto se generan cambios en las políticas públicas, como mejorar las normas de construcción, la creación de Corfo o para actualizar las cartas de inundación en caso de tsunami. En cuanto a este último punto, para Valparaíso y Viña del Mar se ocuparon los datos obtenidos tras el terremoto de 1730.
El problema es que Viña del Mar, en aquella época, estaba lejos de ser lo que es ahora, considerando -por ejemplo- que casas históricas del par Viana-Álvares fueron construidas por los aristócratas porteños disconformes con el proceso de reconstrucción que se estaba desarrollando en Valparaíso post terremoto de 1906.
"En el caso de Viña del Mar tenemos muchas dudas y muchos problemas, porque en realidad ha crecido tan de espaldas al riesgo que, uno, no hay mucha conciencia acerca de qué podría pasar, y dos hay mucha infraestructura crítica que está mal puesta. Hay muchos colegios que tendrías que evacuar muy rápido para poder alcanzar a salir, y no te va a dar el tiempo", expresa, sin dejar de hace notar el tema de los campamentos con sus construcciones livianas y ubicados en zonas donde podrían producirse derrumbes, como en quebradas.
Otra ciudad a la que se debe mirar con atención es Concón. Según publica Cristian Farías en su libro, tras los terremotos de La Ligua de 1971 -que, por cierto, fue un 8 de julio al igual que el de 1730- y el de Valparaíso de 1985, se produjo una licuefacción, es decir, el suelo se comportó como si fuera líquido en las dunas.
Si bien no hay construcciones en la zona protegida, los suelos de los alrededores podrían volver a comportarse de la misma manera. "Un ingeniero te va a decir que siempre se puede construir en algún lugar, lo importante es cómo; pero uno de los problemas grandes de Concón es que el desarrollo ha sido olvidándose de la idea que el suelo se puede licuefaccionar (...) Y aunque hayamos construido bien desde el punto de vista ingenieril, la evacuación es compleja", asegura, imaginando las playas repletas durante el verano tanto en esta comuna como en Viña del Mar.
"Uno tiene que pensar en las situaciones no solamente en lo ideal, donde la gente pueda salir arrancando fácilmente a pie, sino que también cuando hay grandes aglomeraciones. ¿Qué es lo que vamos a hacer en estos momentos? Todo ese tipo de cuestiones deberían ser parte de la planificación de la ciudad, o sea, tú debes pensar una ciudad como Viña del Mar con calles que permitan que la gente pueda caminar rápidamente para poder salir de un lugar a otro, o pensar en infraestructura de evacuación vertical, porque en algún momento te va a tocar un tsunami", sostiene.
En este sentido, finaliza diciendo que "necesitamos que la discusión se guíe mucho más adelante para que las personas puedan tomar buenas decisiones, para que se pueda planificar de buena forma, para que las autoridades puedan hacer lo que tienen que hacer de buena manera". 2
Flor Arbulú Aguilera
flor.arbulu@mercuriovalpo.cl