LA PELOTA NO SE MANCHA Duerme bien, Negrito
POR WINSTON POR WINSTON
José Manuel Sulantay Silva fue un hombre de otra época, aunque no tan lejana. El creció en esos años cuando a una persona morena se le podía decir negro, sin que nadie se ofendiera, nos mandaran a un tribunal de disciplina o suspendieran el estadio.
Eran tiempos en que los niños se formaban aún en la calle, en la plaza o en la cancha de tierra del barrio. Una época donde se jugaba todo el día, hasta que caía la noche y era imposible distinguir dónde estaba la pelota.
Años en que para jugar en el barrio había que ser choro. No había entrenadores ni árbitros, tampoco categorías divididas por edad, ni petos ni conos, menos representantes. Así como había que comerse las patadas de los más grandes, también había que aceptar la humillación de los talentosos: machitas, globitos, tacos, goles de cabeza en la línea del arco cuando todos estaban vencidos y otras fintas que eran acompañada de burlas, muchas burlas.
Mentiría si hablo del "Negro" como jugador, no lo alcancé a ver, pero sí recuerdo su paso como director técnico. En especial, la escuadra de Coquimbo que dirigió en la Libertadores y que tenía entre sus figuras a Johnny Pérez, Rubén Tanucci, Orlando Mondaca, Juan "Candonga" Carreño y Pedro "Heidi" González. El problema es que a los piratas les tocó en el mismo grupo que con Colo Colo, la UC, San Lorenzo y el Newells Old Boys, el equipo revelación de Rosario, que tenía como director técnico a Marcelo Bielsa. Luego la vida los volvería a encontrar. El cuadro del "Don Sula" terminó último en su grupo, pero dejó un buen recuerdo en la cuarta región.
Por esa razón lo llamaron de aún más al norte, para sumar una nueva estrella con Cobreloa en 1992, en los tiempos cuando ganar a Colo Colo, campeón de la Libertadores, parecía imposible. Fue el último equipo de provincia en llevarse la copa en ese siglo.
Sin embargo, el gran salto lo daría Sulantay a cargo de la selección sub-20 que clasificó al Mundial de Canadá y terminó en tercer lugar, luego de caer con Argentina en semifinales y vencer a Austria en la lucha por el podio.
Algunos nombres ilustres de esa generación que pasaría a llamarse dorada son: Cristopher Toselli, Carlos Carmona, Mauricio Isla, Gary Medel, Alexis Sánchez y Arturo Vidal (aquí en el puerto recordamos a Eric Godoy, Michael Silva y Jaime Grondona).
El paso siguiente, creyó Sulantay, era tomar la selección adulta. Nelson Acosta cumplió un nuevo ciclo que concluyó tristemente para él con el "Puertordazo". En ese sentido, el tercer lugar en Canadá parecía ser suficiente mérito para dar el gran salto.
El problema era que los tiempos habían cambiado. A algunos ya no les resultaba de buen gusto tener un técnico a cargo de la selección al que le dijeran "Negro", menos "Guatón" o "Cabezón", tampoco que fuese de tez morena, que se vistiera "flaite" (como alguna vez lo trataron los dirigentes de Colo Colo) y peor aún que hablara en simple y pusiera en orden a sus jugadores a punta de "chuchadas".
Era más cool traer a alguien de afuera. El mismo rosarino que lo había derrotado en la Copa Libertadores 15 años atrás, miraba con atención lo que pasaba al otro lado de la cordillera y se había dado cuenta de que lo que tenía el "Negro" en esa sub-20 era un diamante en bruto y él se sentía seguro de ser el joyero que necesitaban.
Con buenos argumentos, el "Negro" sintió que le arrebataron a la generación dorada. En una de las últimas entrevistas que dio Sulantay, se mostró herido. El trato que había recibido Bielsa, en comparación con el suyo, le parecía injusto y, en cierta forma, tenía razón. Bastaba que el argentino hablara con ese tono profundo y cansino para que los periodistas se rindieran ante él como si hablara un oráculo. Era el pago de Chile.
Ahora que nos dejó el "Negro", es tiempo de ver la historia en perspectiva y comprender el hilo que se fue tejiendo. El mayor logro de la historia del fútbol chileno fue el resultado de un proyecto a largo plazo en el que participaron muchos y donde cada uno fue aportando lo suyo. Nelson Acosta apostó por Alexis Sánchez cuando tenía solo 16 años; Claudio Borghi armó el plantel base del Colo Colo del 2006; Marcelo Bielsa le imprimió a la selección una dinámica que nunca había tenido y Jorge Sampaoli unió a un equipo bajo el signo de la confianza. Pero el ojo profético en todo este proceso fue el de Sulantay. Prueba de ello son las palabras de Mauricio Isla para despedirlo: "Gracias por tenerme siempre la confianza de que yo iba a llegar lejos en el fútbol. Tú tienes mucho mérito". Como suele pasar en nuestro país, el reconocimiento es póstumo. Descansa en paz negrito.