En algunas semanas se cumplirán cinco años desde que en agosto de 2018, el entonces Presidente Sebastián Piñera anunciara un proyecto de parque urbano y deportivo para el sector costero del Muelle Barón. La iniciativa de carácter público, que reemplazaba al fallido Mall Barón, contempla en una primera etapa la recuperación de la fachada de la bodega Simón Bolívar y luego, en una segunda fase, la construcción de un edificio náutico que rescatará la actividad propia del muelle. El parque incluye varias hectáreas de áreas verdes, justo frente al mar, paseos, mobiliario urbano, espacios para la instalación de pequeños emprendimientos y una plaza central en la cual se podrán realizar espectáculos al aire libre. Pero Valparaíso está aún lejos de ver materializadas esas obras. Los sucesivos problemas de la empresa a cargo, los sobrecargos sufridos en pandemia y luego los hallazgos arqueológicos han demorado la intervención del parque al punto que los comerciantes del sector se sienten en la más plena incertidumbre. El proyecto estaba flanqueado por otras iniciativas. Una corresponde al corredor vial de la avenida Argentina, que ayudaba a un reordenamiento del sector, junto con mejorar los accesos al propio parque. Otro es el Plan Piloto de Regeneración de Áreas Centrales, del Minvu, cuyo objetivo central es (o era) la recuperación del sector para dar solución al éxodo de habitantes que sufrió el plan de la ciudad en los últimos treinta años. Sin embargo, de esas propuestas no se ha conocido avance considerable.

Todo esto nos lleva a la triste paradoja de los dos Valparaíso. Uno, dolorosamente real, vive en las rutinas diarias de cada familia porteña, que debe enfrentar las precariedades de una ciudad que dejó de ser amable o encantadora. El otro Valparaíso se encuentra proyectado, calculado e ilustrado en las cientos de iniciativas que se han presentado, pero de las cuales no se ha visto mover ni una piedra.

"Proceso aún no opera a plenitud", titula con elegancia una nota periodística que evalúa, posvacaciones de invierno, el avance de la estrategia para devolver su derecho a la educación a niños, niñas y jóvenes que están fuera del sistema escolar.

Son los llamados "equipos territoriales de revinculación y asistencia" que en agosto, de acuerdo al Ministerio de Educación, ya deberían estar conformados por 1.300 profesionales, desplegados por "los territorios" más vulnerables, donde están los rezagados, los inasistentes, los desescolarizados. La mitad de la plata para financiar a esos equipos ya está entregada a los municipios, pero los 227 mil excluidos del sistema siguen ahí, constituyendo una masa difusa y literalmente perdida. Si esto no se mueve, no pasa nada. Sin urgencia no se avanza. Debemos acelerar el paso.

Nosotros, como Fundación Súmate, insistimos en que una vez que los excluidos sean encontrados y sensibilizados en la importancia de volver a estudiar, no pueden hacerlo a los mismos establecimientos, aulas, pupitres, donde fueron arrinconados por un sistema inflexible.

Desde enero de 2023, el proyecto de Ley de Subvención de Reingreso está en la Comisión de Hacienda del Senado, esperando. Que haya 227 mil niños, niños y jóvenes sin asistir a clases es como parte del paisaje. Y si a nadie le preocupa, nadie se ocupa.

Ya comentamos que se estima que en agosto habrá un contingente de especialistas buscando en los territorios a los niños que están sin ir a la escuela. Esperamos que su tarea sea exitosa y que los excluidos y sus familias vean en ese despliegue de energía y recursos una genuina preocupación por ellos.

Sin embargo, faltan señales al sistema educativo, a las comunidades educativas y a los sostenedores. ¿Cuál es esa señal? Tramitar y aprobar el proyecto de Ley de Subvención de Reingreso que permitirá a centros educativos de jóvenes y adultos aumentar y mejorar la oferta para los jóvenes que se han quedado atrás y también la creación de aulas especializadas de reingreso.

La tramitación en la Cámara de Diputados de este proyecto de ley avanzó y pasó así a ser discutido en el Senado. En ese tiempo nos dimos cuenta que tenía apoyo transversal, lo que no es poca cosa en tiempos de polarización. Ahora se requiere que el Senado siga la discusión, estudie la iniciativa, la mejore y la apruebe.

Cuando los excluidos sean hallados, necesitamos que su retorno al sistema educativo sea permanente para que la recuperación de sus trayectorias educativas se convierta en realidad. Todo lo demás es ruido. Y aquí, más que en ninguna otra área, se necesitan nueces.