"No tuve una infancia muy feliz y los cuentos de hadas eran historias esperanzadoras que conectaban conmigo"
La viñamarina ha dedicado su vida a conocer más este mundo y a mostrarlo a las nuevas generaciones.
La vida de Paula Rivera Donoso (Viña del Mar, 1987) ha estado marcada por la fantasía, ese mundo en que aparecen gigantes, elfos, hadas, o animales parlantes, por nombrar algunos. Es así como pasó de ser una ávida lectora, a escribir cuentos y llegar hasta el mundo académico de la mano de este género que, muchas veces, se confunde con el de ciencia ficción.
"Es una narrativa imaginativa, ciertamente, y que a la gente que le gusta la ciencia ficción o la fantasía como que meten todo en el mismo pack, pero a mí sólo me interesa la fantasía. He leído ciencia ficción y hay algunas obras que valoro, pero no es lo mío, así como del corazón, pero la puedo valorar intelectualmente", asegura la autora de El idioma de los dragones, su última antología.
Identificación visceral
La fascinación de la magíster en Literatura y diplomada en Literatura Infantil y Juvenil por este mundo comenzó siendo "muy, muy pequeña, sobre todo porque aprendí a leer de manera muy temprana", cuenta.
Sus inicios fueron con los cuentos de hadas, con las "versiones adaptadas al principio, y de ahí poco a poco empecé a conocer las versiones más extensas, relativamente íntegras de autores como Andersen, los hermanos Grimm y empecé a conectar mucho con esos cuentos", dice.
"En ese entonces no entendía muy bien por qué, era como una identificación más visceral y después de adulta entendí: representaba simbólicamente muchas cosas que yo estaba viviendo como niña", sostiene, añadiendo que "yo no tuve una infancia feliz, y los cuentos de hadas muchas veces mostraban las complicaciones de los protagonistas o de los animalitos, sus viajes y peripecias para, en el fondo, encontrar su lugar en el mundo, para crecer como individuos. Eran historias, en ese sentido, muy esperanzadoras, y eso conectaba mucho conmigo".
"De hecho -sigue- mi cuento favorito en esa línea es 'El patito feo' de Andersen, y siempre conecté con la idea de no calzar en ninguna parte, de que la gente te mire extraño por no ser como ellos, de ser como el bicho raro, y el patito emprendía este viaje muy terrible al mundo exterior, encontrando su lugar y finalmente se daba cuenta de que en realidad era distinto a los demás y que eso estaba bien, y no había ningún problema en ello. Entonces, ese tipo de lecciones de manera un poco más simbólicas, implícitas de los cuentos de hadas, calaron mucho en mí cuando era niña".
A medida que fue creciendo se alejó del mundo de la literatura en este ámbito, porque el Plan Lector "que era mi única fuente de lectura, porque mi familia no tenía mucho dinero para comprarme libros como yo quisiera", no incluye este tema, por lo que "me empecé a sentir bastante aislada", dice la académica, quien obtuvo un diagnóstico tardío de autismo, "lo que naturalmente explica muchísimas de mis dificultades interpersonales y mi extrañeza general", afirma.
"A mí siempre me gustó leer y podía valorar algunas obras realistas por otras cosas, pero algo me faltaba", comenta, por lo que "me empecé a nutrir de los videojuegos, sobre todo de aquellos que tenían un factor más narrativo, porque ahí empecé a encontrar esa tradición de fantasía que había perdido con la literatura".
El estreno de la adaptación cinematográfica de la saga El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien, lo que permitió la reedición de su obra; lo que coincidió también con el arribo a librerías y al cine del mundo de Harry Potter, de J. K. Rowling, y "ahí todo cambió", asegura.
Conocer otros autores
Sin embargo, no fue tan fácil volver a este mundo, ni siquiera cuando estaba cursando pedagogía en lenguaje, porque la fantasía tampoco estaba presente: "Me formé en otras cosas, aprendí más de lo fantástico, justamente me di cuenta de que ésa era la tradición canónica de Latinoamérica, pero en realidad no era tampoco lo mío", afirma.
Tras egresar se reunió con un grupo de personas con las que "teníamos inquietudes parecidas", y así nació "un colectivo que se dedicaba a evidenciar esta literatura; a decir existe una tradición que no es tan nítida quizás, y nosotros estamos escribiendo esto y queremos también crearnos un espacio", manifiesta.
Esto, "porque pasaba mucho que los únicos espacios dedicados a ficción imaginativa eran principalmente a ciencia ficción, o bien parecían estar muy enmarcados en la visión de Tolkien, cuando había mucho más de fantasía, y eso que amaba a Tolkien y amo a Tolkien, pero también necesitaba más", sincera.
De esta manera, descubrió otros autores. "La principal tradición es, naturalmente, europea, porque surge en ese contexto, y después se expande a Estados Unidos ya de una manera más comercial y bueno, porque Estados Unidos es un mercado muy grande en términos editoriales (...). Hay autores muy destacados de la línea norteamericana como Ursula K. Le Guin, y con los años recién empecé a descubrir algunas latinoamericanas", refiriéndose a Liliana Bodoc (Argentina) y Verónica Murguía (México).
"Hay otros escritores también menores que están escribiendo obras valiosas, pero no las conocemos. Los mercados editoriales parecen tan cerrados en sí mismos, sobre todo a nivel de países latinoamericanos, que es muy difícil enterarnos de lo que se está haciendo en otros lados y también adquirir los libros", critica, y añade: "Es más fácil saber lo que está pasando en Estados Unidos y en Europa que en el propio país vecino".
Por lo que "me dediqué a investigar qué pasaba además con esa fantasía latinoamericana de calidad con la que yo sí podía conectar, y empecé a buscarla también, tratar de comunicarme con los autores de alguna manera, y a partir también de ahí pude empezar a trabajar académicamente. Acá en Chile no es tan fácil trabajar con autores extranjeros, no parece muy bien visto, a menos que estés trabajando con autores canónicos; y como además la fantasía no es muy canónica para los estándares de acá, era complejo. A partir de ahí, también empecé a especializarme en eso de manera académica", relata.
Trabajo para otros
Pero su interés también está en la escritura, algo que partió en su adolescencia, que tampoco fue tan feliz y que encontró en este mundo, una esperanza de seguir adelante. "Dije que quiero también contar mis historias, por un lado, por la inspiración que me dieron y por otro lado, porque quiero entregarle ese mismo consuelo que estas obras me entregaron a mí a otras personas que están sufriendo como yo", sostiene.
"Esto es algo que tengo más articulado ahora que soy adulta y puedo ver a la gente, por ejemplo, cuando conecta con algo mío y como que le dan una vuelta a alguna cosa y me dicen y me comparten sus emociones, y ese efecto es el que lograron estas otras obras en mí, entonces es como algo súper íntimo, muy espiritual también en ese sentido de acompañar a esa gente desde mis palabras, ya que es tan difícil de repente llegar a gente que está muy, muy sola y muy triste como lo estuve yo", sostiene la autora.
Actualmente cuenta con cuatro entregas: La niña que salió en busca del mar (2013), El musgo en las ruinas (2018) y El idioma de los dragones (2023), además de aparecer en antologías con otros autores. Está ad portas, además, de publicar el ensayo Érase una vez siete estrellas: Super Mario RPG. Para conocer más de su trabajo y de ella misma, su página web es Arboloria.weebly.com. 2
Flor Arbulú Aguilera
flor.arbulu@mercuriovalpo.cl