Polémica por ley contra usurpaciones
El Gobierno se opone a dos indicaciones que incorporan la flagrancia permanente y la legítima defensa privilegiada en estos casos.
Un intenso debate se ha dado en el Congreso Nacional en torno al proyecto de ley contra las usurpaciones de terreno, cuya tramitación pasó a la Sala de la Corporación, luego de ser aprobada por la Comisión de Seguridad. Los puntos críticos de la iniciativa están puestos en los conceptos de flagrancia permanente y legítima defensa privilegiada, que fueron visados por la instancia con el apoyo unánime de los diputados de oposición. El oficialismo, en cambio, ha planteado que se opondrá a su aprobación con todas las herramientas disponibles para evitar que ambos artículos queden en la redacción final de la ley.
A nivel regional, la iniciativa despierta un interés particular, tanto porque aborda el grave problema de las tomas irregulares de terrenos privados, como porque en el debate ha estado presente el caso del empresario Alejandro Correa, asesinado por un sicario debido a su persistencia en el desalojo de terrenos de su propiedad ocupados ilegalmente.
Para la ministra del Interior, Carolina Tohá, mantener en el proyecto de ley los conceptos de flagrancia permanente y legítima defensa privilegiada es una forma de incentivar la autotutela -"que las personas organicen grupos que vayan a disputar cuerpo a cuerpo o, peor aún, con armas, los bienes que están usurpado"-, una fórmula que abre el camino a una escala de violencia sin antecedentes en el pasado reciente de la zona y el país.
Lo que olvida la ministra es que la integración de mecanismos de este tipo es una respuesta a la inacción del Estado, que no posee las herramientas adecuadas para enfrentar de forma eficaz y eficiente los casos en que un terreno ha sido usurpado por extraños. En muchos casos, las peticiones de desalojo se eternizan en trámites burocráticos o son postergadas permanentemente ante la falta de recursos policiales para llevarlas a cabo. Por lo tanto, la acción legislativa del Gobierno no puede reducirse a la oposición tenaz al establecimiento de nuevas atribuciones para las víctimas de una usurpación, sino que debe poner sobre la mesa propuestas concretas que permitan dar garantías de que el Estado podrá responder a la altura del problema que está en discusión.