LA PELOTA NO SE MANCHA
Quienes me conocen saben que soy un hombre enchapado a la antigua. De esos que todavía lee el diario en papel en la mañana, acompañado de un café. En el almuerzo, si es posible, tomo sopa antes del plato de fondo y a éste lo acompaño con un pedazo de pan. En mi casa, la copa de vino es sagrada, lo mismo que la once con pan batido y té. El día laboral concluye con las noticias de las 21 horas, aunque sé que el resto del mundo ya sabe lo que pasó gracias a la velocidad y frivolidad de las redes sociales.
Por esta razón, cada vez que me informo en la noche quedo con la sensación de ser la próxima víctima de una encerrona, portonazo, secuestro o cuento del tío. Las autoridades tampoco colaboran mucho y sus ejemplos dejan mucho que desear. En esta línea, el fútbol profesional no pareciera ser más que el reflejo de una sociedad en decadencia.
Aquí, en un abrir y cerrar de ojos, aparecieron las casas de apuestas para cambiar el mercado. Marcas como Lada, Pilsener Dorada, RPC, Meltapar, Cristal, Enami, Costa, que engalanaron por años el estómago de nuestros jugadores, fueron cambiadas por un sinnúmero de casas de apuestas. El mismo torneo reemplazó a las desprestigiadas AFP por éstas que, bien sabemos, funcionan al margen de la ley.
El entrenador Ronald Fuentes, de triste paso por el puerto de Valparaíso, ha salido de las cenizas como el ave Fénix a recuperar el vuelo con Unión Española, pero fue frenado de sopetón. Según él, no es coincidencia que a su equipo, el único que no tiene auspicio de casa de apuestas, los árbitros lo perjudiquen tanto. No quiero defender a estas empresas, pero a Fuentes, como hacía en la cancha cuando quería despejar una pelota, me parece que se le pasó la mano. De hecho, no son los únicos, Universidad Católica, por ejemplo, tiene a un banco.
Ahora, si le damos créditos al exseleccionado nacional, estaríamos ante un cartel más peligroso de lo que pensábamos. No sería tan raro. Así como me he obsesionado con la delincuencia en Chile, me he especializado en series de drogas: "Ozarks" y "Narcos" son mis favoritas.
La constante que se repite en estas series es que el principal problema de los narcotraficantes no es producir, distribuir y vender la droga, sino lavar el dinero como comúnmente se dice. El colombiano Pablo Escobar es un buen ejemplo, en su momento ofreció pagar la deuda externa de su país a cambio de no ser extraditado, terminó comprando hipopótamos que hoy tienen la "escoba" en Colombia, en fin. Parecía que no hubo nada que no pudiera comprar.
En esta línea, si se me permite el término, uno de los negocios que mejor se presta para este blanqueo de dinero es el de las apuestas. Es difícil saber cuánto entra, cuánto y cómo sale. ¿Quién controla ese flujo en Chile? ¿Cuánto se está apostando? ¿A quién y para qué?
Si lo analizamos, las casas de apuestas deben ser un buen negocio, pero el número de incautos dispuestos a apostar cifras importantes en un país de apenas 17 millones, donde a la mayoría no le interesa el fútbol, no pareciera ser verdaderamente relevante.
En fin, puede que como el Quijote me esté volviendo loco por escuchar tantas noticias de robos y crímenes y ver todas las series de narcos que me sugiere Netflix. Espero que sea eso. De tener razón, no solo sería terrible para Chile, sino para mí. Quién sabe, podría ser mi última columna. Solo pido a mis captores que sea rápido, no me metan en un barril con ácido (tengo claustrofobia), no me torturen (les diré todo lo que necesiten saber), pero, por sobre todo, no separen mi cabeza del cuerpo, sería una pena desaprovechar una de mis lindas corbatas en mi funeral.