DE TAPAS Y COPAS
POR MARCELO BELTRAND OPAZO, CRÍTICO GASTRONÓMICO
Según el sociólogo Zygmunt Bauman, un turista sólo puede existir si tiene un hogar o un lugar al que regresar. Sin un "hogar", no hay turismo, incluso el placer de viajar se debe en gran parte a la seguridad de saber que hay un lugar al que regresar. Se regresa, siempre se regresa. Ese es el sino del turista, porque luego vienen las comparaciones, las impresiones y el asombro vivido. Cuando se viaja, el regreso jamás es igual. Los lugares comunes dejan de serlo. Las referencias y los hitos pierden su valor específico. Algo, un color, un saludo, un comportamiento, cualquier cosa nos hace comparar y luego, necesariamente, aceptar la realidad.
El viaje es un viaje a la realidad. Muchas veces vivimos pensando en el ideal que nos gustaría que fuera la realidad, en otras palabras, vivimos una cierta mentira, porque la necesitamos, pero cuando viajamos, el velo se desprende, se cae y la realidad queda al desnudo. Gestos y actitudes propias de nosotros se revelan y la realidad se impone, ya no podemos vivir la ilusión, ya no podemos mentirnos construyendo una realidad artificiosa, porque la comparación con otras realidades nos dice que lo que creíamos creer, ya no es.
Pero rápidamente aceptamos y volvemos a vivir, porque el país o la ciudad o el barrio es nuestro país, es nuestra ciudad o nuestro barrio. Porque comprendemos que no tenemos que pedir permiso para caminar, no tenemos que interpretar o descifrar el mundo que nos rodea; acá caminamos tranquilos. Los viajes nos abren y nos enseñan que el mundo es más ancho y más grande de lo que muchas veces creemos. Los viajes nos enseñan que nuestro país es nuestro y que seremos chilenos, aquí y en la cabra del ají, así de cierto.
Pienso todo esto porque hace unos días visité el K Bistró, ubicado en 3 Poniente 537, en Viña del Mar. Junto a Gustavo conocí de sus viajes y su historia, de cómo nace el K Bistró y como lo dicen en su página web: "De nuestros viajes a Oriente y Occidente nos trajimos maletas llenas de nuevos sabores, aromas, colores y texturas. Elige tus destinos y viaja por el mundo con todos tus sentidos, te vamos a sorprender". Y es cierto, uno se sorprende de su comida y de su decoración. Hay un relajo que es cómodo.
Hay algo que disfruto y aprendo en cada visita: cuando converso con los dueños de los restaurantes es con sus historias de vida, me sorprendo del tesón y el trabajo puesto en los detalles, porque todo eso es lo que le da vida e identidad a su gastronomía y al ambiente que construyen. Es el espíritu que habita las mesas y los platos. Detrás de cada restaurante hay muchas historias, mucho trabajo, sueños y frustraciones.
Bueno, con Gustavo comenzamos la degustación con un cóctel, con un Bali (gin+ramazotti+naranja+limón+tónica+romero). Este trago es fresco y muy equilibrado, especial para iniciar una buena comida. Junto al cóctel, y por recomendación, degusté unas Samosas, que son empanadas de harina de garbanzos, con dos rellenos: uno de papas y arvejas, más masala de especies, todo acompañado de una salsa tatemada; y el otro es en base a camarón chileno, queso mantecoso y toques de ajo, más lactonesa de cilantro como acompañamiento. Esta empanada me sorprendió, porque la masa es suave y toda una explosión de sabores. El inicio perfecto. Luego seguimos con un pollo coreano que estaba delicioso, con algo de picor, jugoso y con texturas y crujencia por los tallos de cebollín. Un plato claramente para compartir, al igual que las Samosas. Estas preparaciones son amistosas, con presentaciones atractivas y encierran los viajes de Gustavo y Andrea.
Después degusté un Green Curry (cubos de pechuga de pollo con vegetales de estación salteados al wok en salsa de curry estilo tailandés (especias, hierbas tailandesas) + leche de coco y acompañado de arroz jazmín y toques de maní. En esta preparación tú eliges el nivel de picante, cuestión importante, ya que la comida tailandesa se caracteriza por eso, por el picante. Y nuevamente se sorprenderán con esta preparación, porque, por una parte, al comer podrás identificar y disfrutar cada ingrediente; luego sentirán la textura y acidez, aromas y mucho sabor. Increíble. La boca se llena de sabores y de picor.
Algo importante. El maridaje de la comida india o tailandesa debiera ser con cerveza o con un cóctel, ya que el nivel de picor anula los taninos del vino. La intensidad de los sabores invisibilizan tanto aromas como sabores de los vinos. Yo maridé con una cerveza artesanal, una lager del tipo Pilsener, que estaba fresca y con cuerpo medio.
Y para cerrar, un Crème Caramel (flan horneado a base de huevos, leche y vainilla, bañado en almíbar de azúcar y café y espolvoreado con crumble de canela). Un postre redondo, suave, con un dulzor bajo que permite disfrutar de algo de levedad en boca. Perfecto.
El barrio y el mundo están para ser caminados. Y creo que si algo ofrece el barrio Poniente de Viña del Mar es eso, poder caminar y encontrarse con restaurantes cosmopolitas, cargados de historias y sabores. Caminar, sea en uno de los barrios de nuestro país o en el barrio de otra ciudad, siempre implicará un viaje, movimiento, sorpresa, descubrimiento. Uno también puede ser turista en su propia ciudad, y si caminan por los ponientes, se encontrarán con muchas propuestas interesantes, una de ellas es el K Bistró, que con muchos viajes y experiencias de distintas culturas ofrece, sin mayores pretensiones, un lugar grato y con una gastronomía de primera. Se está bien en el K Bistró.
Ahora, sólo tienen que caminar, sólo tienen que viajar por el barrio, porque la ciudad es todo un mundo por descubrir.
- K Bistró
- 3 Poniente 537, en Viña del Mar
- www.kbistro.cl