Cuidar a un buen aliado
Joaquín García-Huidobro
Tengo un amigo, un poco mayor que yo, que fue disidente en la Unión Soviética. La KGB se dedicó a amargarle la vida y estuvo preso en diversas ocasiones. La primera fue cuando él tenía sólo catorce años. Lo pescaron en la frontera, cuando trataba de escapar de ese paraíso comunista. En esa ocasión, no lo encerraron en la cárcel, sino que lo tuvieron una semana en un hospital psiquiátrico. ¿Qué le hacían? Lo interrogaban día y noche. Ese es un antiguo método de tortura, que consiste en alterarle de tal manera el sueño a una persona que al final resulta completamente manipulable. Mi amigo resistió.
Quizá te preguntes qué puede llevar a alguien, en este caso a unos médicos, a hacer una brutalidad semejante. Dejo la respuesta para otro día.
También dirás, convencido, que tú nunca harías algo así. Sin embargo, aquí me atrevo a discrepar. Obviamente no insinúo que tú podrías tener una semana seguida en esas condiciones a una persona simplemente porque no piensa como tú y te niegas a aceptar que alguien tenga ideas diferentes. Ahora bien, me temo que, semana a semana, tú mismo puedes estar haciendo algo que, sin ser esa atrocidad, va en una dirección semejante. Lo que pasa es que no eres muy consciente porque la víctima no es un joven de catorce años: la víctima eres tú.
Sé que la pregunta no es simpática, pero ¿cómo están tus horarios de sueño? La historia de mi amigo y esta pregunta se me han venido con insistencia a la cabeza desde que, días atrás, tuve una conversación con una persona interesantísima. Se trata de una doctora que ha dedicado toda su vida a estudiar dos cosas: el sueño y la epilepsia. Te imaginarás lo mucho que sabe.
Yo le había contado que hacía clases en una universidad y que mi trabajo me fascinaba. Lo entendió perfectamente. En un momento de la conversación, se me ocurrió hacerle una pregunta: "-¿Qué consejo podría darle usted a unos estudiantes?"
Su contestación fue inmediata. Si no recuerdo mal, sus palabras textuales fueron: "-Que cuiden la higiene del sueño". En términos corrientes, venía a decirles que se acostaran a una hora razonable. La cabeza me empezó a funcionar a toda velocidad. Me acordé de la respuesta de una altísima autoridad de Netflix cuando le preguntaron cuál era su principal competencia. No nombró a Amazon Prime, HBO Max, ni ninguna otra aplicación para ver series o películas, sino que, con todo descaro, confesó que su principal competidor era el sueño, es decir, tu sueño.
¡O sea, que ese señor se dedica a inventar cómo robarte horas de sueño para que su negocio prospere!
Volvamos a mi conversación. Le pregunté a la doctora a qué edad los actuales estudiantes de educación media y universitaria iban a experimentar las consecuencias de acostarse muy tarde varias veces por semana. Pensaba en ti. No te enojes, estoy seguro de que eres estudioso y responsable, aunque me atrevo a albergar algunas pequeñas dudas respecto de tu cuidado del sueño.
De modo ingenuo, yo pensaba que la gente experimentaba problemas de insomnio crónico después de los cuarenta años. Para mi sorpresa, la especialista me contó que muchísimas personas que llegaban a su consulta por ese problema tenían alrededor de treinta años e incluso menos.
Esa gente relativamente joven había adquirido tal costumbre de acostarse a las cuatro de la mañana que les resultaba imposible conciliar sueño cuando querían dormir a las dos de la madrugada. Esto les traía toda clase de consecuencias deplorables, tanto en el trabajo como en su vida familiar. Además, con frecuencia andaban de mal humor durante el día.
Confieso que desde ese momento pensé que tenía que contártelo. Es difícil que me hagas caso, pero no podía quedarme callado. Los médicos que torturaban a mi amigo obedecían las órdenes de las autoridades del Partido Comunista y no se atrevían a negarse a cumplirlas. Tu problema no son las indicaciones de unos funcionarios de cara siniestra, sino que te parece imposible hacer algo diferente al comportamiento de casi todos tus conocidos de tu edad. Sé que no resulta fácil. Sin embargo, si te animas a hacer algo distinto te habrás ayudado a ti mismo y a muchísima gente por mucho tiempo.