LA PELOTA NO SE MANCHA Lo que sea su cariño
POR WINSTON POR WINSTON
Arabia Saudita vuelve a sorprender al mundo futbolístico. En esta ocasión, el equipo Al-Hilal ha fichado al talentoso Neymar. La gracia no le salió gratis a los árabes, todo lo contrario.
El contrato establece, entre otras particularidades, un avión privado que estará a libre disposición del astro brasilero. Si su mamá quiere ir a verlo, manda al avión. Si se aburrió de la novia, el avión parte de vuelta a Brasil. Aunque está claro cuál es el verdadero fin de este medio de transporte: llevar a Neymar al Sambódromo… Hay que recordar que mientras estuvo en el Barcelona y luego en el PSG, el delantero tuvo un registro histórico de 8 lesiones justo en los días previos al carnaval. Algunas de ellas bastante graves, pero no lo suficiente como para perderse esa tradicional fiesta brasilera.
Sigamos con las condiciones del contrato. A Neymar se le ofreció una mansión enorme, con espacios al aire libre, lugares de recreación y lo mejor, cocineros, mayordomos y personal a cargo del orden y la limpieza. Mientras esté en Arabia, el delantero nunca más tendrá que hacer la cama (si es que alguna vez la hizo), doblar una camisa, recoger sus calzoncillos o prepararse un café. Todos los días a toda hora tendrá alguien que se haga cargo de eso.
Además del jugoso sueldo, recibirá 80 mil dólares por partido ganado. Mucho dinero para usted o para mí, pero una bicoca si se lo compara con los 500 mil dólares que recibirá cada vez que nombre a Arabia Saudita en su cuenta de Instagram. Si el brazuca anda corto de sencillo podrá mencionar al país en el desayuno, en el almuerzo, la once y la cena y por esa generosidad de los sauditas, recibirá dos millones de dólares.
Los árabes parecen haber roto el molde: Cristiano Ronaldo y Sadio Mané al Al Nassr, Roberto Firmino y Édouard Mendy al Ahli, N'Golo Kanté y Karin Benzema al Al Ittihad y la lista sigue. Hoy día, lo único que los detiene es el interés de otras estrellas de jugar en ligas competitivas, pero no sabemos hasta cuándo se puedan resistir jugadores con contratos que podrán asegurar hasta la vida de sus bisnietos.
Antes de su irrupción en el mercado futbolero, existían otras exigencias que hoy nos parecen irrisorias. El defensa español Sergio Ramos, por ejemplo, solicitó un cerdo y una vaca por año para consumo personal mientras estuvo en el Real Madrid. Luis Suárez también quería comer, pero humanos, por eso estipuló en su contrato en el Liverpool que, si mordía a otro jugador, no recibiría sanción económica. Mucho menos extravagante, Marcos Rojo, en Machester United, pidió una casa y un auto para su mamá.
En la vereda contraria, está una historia que se cuenta del gran Elías Figueroa. Cuando el defensa llegó al Fort Lauderdale Strikers de Florida, donde compartió camarín con Gerd Müller y Teófilo Cubillas, preguntó a los dirigentes cuánto le pagarían por partido ganado. Los gringos no entendieron, lo contrataban para eso, no para que perdiera.
Por último, se dice que el astro argentino Diego Armando Maradona, en vez de decir que no al Barcelona de Ecuador cuando estaba próximo al retiro, solicitó algo tan extraordinario como imposible de cumplir: sólo estaba dispuesto a ponerse la camiseta amarilla si le daban una casa en las islas Galápagos. El club debía hacerse cargo no solo de la residencia, sino de los viajes diarios desde Guayaquil hasta el paraíso de las tortugas. Hasta ahí llegó la propuesta.
Aquí es donde Chile se siente aún más lejos de los casi 13 mil kilómetros que nos separan de Arabia Saudita. Un amigo me cuenta que lo más exclusivo que se hizo en el puerto fue ponerle una cámara hiperbárica en su casa a David Pizarro en su último y triste paso por el puerto. Las otras exigencias iban en la misma línea: jugadores que pedían kinesiólogos, masajistas, departamento con vista al mar en Reñaca, etc. Nada del otro mundo, peticiones tan aburridas como los jugadores. Un reflejo de nuestro fútbol.