LA PELOTA NO SE MANCHA El Tomate Mecánico
POR WINSTON POR WINSTON
Yo quería escribir sobre Chile y la victoria inesperada de la Roja. De esa selección que, cuando más esperamos, peor rinde, pero cuando menos confiamos, da la sorpresa. Quería hablar de las dudas que genera Marcelo Bielsa en Uruguay, del golpe a la cátedra del pupilo del "loco", Eduardo Berizzo, al superar al maestro. Quería referirme al óptimo rendimiento de Aravena y de Valdés, que demostraban que ni la liga chilena ni la mexicana era tan malas y que la política de nacionalizar chilenos por todo el orbe iba en la senda correcta.
Pero nada de eso sucedió y se confirmaron todas mis aprehensiones. Los charrúas, en especial en el primer tiempo, nos pasaron por arriba. Cómo habrá sido la desidia y la confusión que cuando entró el rey Arturo, a quienes muchos habíamos retirado, el equipo se levantó y fue por el todo o nada, aunque sólo obtuvo esto último.
Sin tema ni ánimo, después de la noche del viernes, estaba destruido, hasta que recibí una noticia que me recordó a esa canción de Maná: "En un mundo de ilusión / Yo estaba desahuciado, estaba abandonado / Vivía sin sentido / Pero llegaste tú". Se trataba de un mensaje que llegó gracias a una fiel lectora: Deportes Limache, por primera vez en la historia, había ascendido al fútbol profesional.
Con esta victoria, se acababan los partidos con Rengo, General Velásquez, Real San Joaquín o Iberia. Ahora jugará contra los grandes del ascenso: Wanderers, Cobreloa, Antofagasta, Iquique, Rangers, etc.
De verdad, estoy feliz. No solo por la lectora, que hace varios años hizo de ese otrora recreacional destino su lugar de residencia, sino porque Limache me conecta con mi pasado familiar: mi difunta y querida abuela era de esa zona, junto a mis primos y tías. Gracias a ellos conocí el tren, las micros Dinos, los buses Adgabus, los flippers Donald, la fábrica de la CCU, la hermosa avenida José Tomás Urmeneta. También supe que había un Limache viejo y una feria por la Virgen de las cuarenta horas.
No es que a mi abuelita le gustara el fútbol, tampoco lo odiaba ni le desagradaba. En su infinita sabiduría respetaba los gustos y el único recuerdo que tengo asociado de ella con este deporte es increíble, en el sentido literal de la palabra. Corría el año 1987 y antes de la hora de once, pregunté si alguien sabía cómo le había ido a Chile contra Brasil en la Copa América. Mi abuelita "Ita" respondió que habíamos ganado 4-0 y todos nos reímos, ni siquiera habían jugado. Eso, hasta las noticias, cuando se verificó el insólito marcador. No existía Internet, Facebook o Twitter y tampoco mi abuela lo había escuchado por la radio. A menos que fuese bruja, que era la teoría de mi padre, simplemente le "achuntó" a uno de los resultados más extraordinarios que ha tenido nuestra selección. ¡Qué lejos estamos!
Esos recuerdos son más que suficientes para alegrarme por el ascenso de Limache. Cómo olvidar esos viajes en los que iba a ver mi abuela. Recuerdos las micros en 1 norte y sus auxiliares vociferando los destinos: "¡Limache, Quillota, Calera y con asiento!". Después de tantas décadas postergada, la ciudad de los tomates y la cerveza podría tener ahora un clásico de la zona contra los otros equipos y, ¿por qué no?, una copa Gran Valparaíso encabezada por Wanderers, Everton y los equipos de interior. Estos se podrían enfrentar en Sausalito durante la temporada estival y repletar, como en los viejos tiempos, este estadio.
Ya me entusiasmé con el ascenso y con otras ideas: Gastón Soublette, reciente premio nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, debe ser hecho socio honorario. Al estadio deberían rebautizarlo con el nombre de Chino Navarrete, que estudió en el Liceo de Limache con una leyenda que servirá para sobrellevar las peores derrotas: "Mejor reír que llorar". Roberto Ampuero, vecino de Olmué, aunque es wanderino, también puede tener un asiento reservado. Así también, cuando gane el equipo "cervercero", propongo que sea caracterizado mejor como el "Tomate Mecánico", en alusión a la Naranja de Kubrick y el equipo de Michels.
Nunca más pasará que cuando alguien, antes de cruzar el puente de Limache por la avenida Palmira Romano, tenga que preguntarse si los que juegan son un grupo de guatones cerveceros o un equipo de verdad. Todos pasarán pendientes para verificar si el rival de turno es el popular equipo del puerto o la Universidad de Concepción. Asimismo, se acabaron los ninguneos, Limache llegó para quedarse y quién sabe si para dar el gran paso y en unos años recibir a Colo Colo, la Chile o la Católica. No sé si esto último hubiera puesto contenta a mi abuela, pero sí esta columna, de eso estoy seguro, lo mismo que a mi fiel lectora.