El medio hoyo

El lunes por la mañana, evacuados ya los edificios Miramar de Reñaca y Santorini Norte, la delegada presidencial regional, Sofía González, se apersonó para ver el estado en que había quedado la calle Costa de Montemar desde un edificio adyacente. Allí, algún malacatoso la grabó hablando por teléfono y luego filtró el archivo en las redes, el que terminó en todas las redacciones de los diarios, audios radiales e incluso la televisión. En éste, la máxima autoridad del Gobierno del Presidente Boric en la zona no queda muy bien parada, por cuanto el monólogo -que se supone es con una jefatura superior en Santiago- no es muy especializado, técnicamente hablando: "No es tan grande como el anterior, pero igual es grande. Se llevó calles, todas las obras de mitigación... todo pa' abajo", dice en los registros audiovisuales, mientras el "camarógrafo" destaca su protector de teléfono floreado y el mastodóntico socavón que se abre ante su mirada.

Si le da "la cuestión"

Uno que andaba desaparecido era el músico y excandidato a alcalde de Valparaíso Leopoldo "DJ" Méndez, quien tras asistir a la alfombra roja del Circo de Pastelito y el Tachuela Chico, conversó en exclusiva con el sitio Página 7, asegurando que "hace muy poco me llamaron de Valparaíso. (...) La ciudad necesita ayuda, y no digo justamente la mía, digo en general, necesita ayuda, está botada. Cuando hice el intento en 2016, por eso lo hice, porque estaba botada y sigue botada. Ojalá alguien tenga los mismos cojones que tuve yo y lo haga, porque Valparaíso lo necesita", dijo antes de lanzar una frase que, al menos, da para pensar cuando le preguntan si volvería a la política. "Honestamente, digo no sé, porque soy un impulsivo, y si me da la cuestión mañana, voy a Valparaíso, lo hago y dejo todo congelado, porque todo va por momentos en mi vida. No lo descarto para nada. Todos somos políticos, ojo con eso, no somos activos, pero realmente todos somos políticos", explicó el excandidato de la Nueva Mayoría, impulsado por el PPD y apoyado por todo el espectro tras ganar las primarias a la carta DC Omar Jara, para luego sucumbir ante el actual jefe comunal Jorge Esteban Sharp el 23 de octubre del año 2016.

Hay que puro demoler

Cansado de no poder opinar sobre la contingencia regional sencillamente porque no tiene las competencias legales para meterse en ella, el gobernador regional Rodrigo Mundaca no dejó pasar el desastre del segundo socavón que causaron las lluvias del pasado lunes y, a diferencia del primer socavón de agosto, se fue a meter tempranito al sector afectado para dar su opinión y no dejar la transmisión en vivo de los matinales de TV a la alcaldesa Macarena Ripamonti, la delegada Sofía González, el seremi MOP Yanino Riquelme y hasta el alcalde de Concón, Freddy Ramírez. A todo esto, éste fue el más vivo de todos, porque cuando lo corretearon de la calle Costa de Montemar, descubrió que podía hacer los enlaces en directo desde el borde costero, por cuanto la parte de abajo de las dunas que bloquearon la avenida Borgoño corresponde precisamente, y por unos pocos metros, a su comuna. Mundaca, aupado por su fiel escudero Rodrigo Faúndez (aunque la otra vez el propio Mundaca dijo que el término era peyorativo, cuando le preguntaron por Jaime Varas, el antiguo escudero de Reginato) se lanzó con todo y hasta preparó una frase para el bronce que se instaló en redes sociales durante la jornada: "Si hay que demoler, hay que demoler". Atrasito de él, el bueno de Faúndez sólo levantaba una ceja.

La Yeguada

En pleno 11 de septiembre el colectivo "Yeguada Latinoamericana", conformado por miembros de disidencias sexuales, se lanzó con una atrevida performance frente al edificio de la Primera Zona Naval y el Monumento a los Héroes de Iquique en la Plaza Sotomayor de Valparaíso. La intervención consistía en mostrar parte de su anatomía y una especie de cola de caballo. Estoicos, los uniformados no se inmutaron. Quien sí lo hizo fue el almirante Edmundo González, quien se desató en Twitter: "Cuando como sociedad nos sucede algo tan aciago como esto, donde un grupo de degeneradas profanan la tumba sagrada de héroes navales, que ofrendaron sus vidas por la patria que hoy tenemos, a los sones mal interpretados del himno de nuestra Armada de Chile, significa que tocamos fondo". Ayer, para no ser menos, el Prizona Juan Pablo Zúñiga hizo una denuncia a la Fiscalía.

Como en una tragedia griega, todos sabíamos lo que iba a ocurrir en la conmemoración de los cincuenta años del golpe militar que puso fin al gobierno de Allende: marchas que terminan en desórdenes, saqueos, incendios, profanaciones de tumbas, bombas molotov, encapuchados y cuantiosos daños a la propiedad pública y privada. La vieja y desafinada canción que venimos escuchando desde la revuelta del 18/O.

Pero no nos equivoquemos. Reducir el conflicto social al lumpen o a un catecismo revolucionario al estilo de Necháyev y sus camaradas nihilistas, sería una simplificación del problema. Si queremos erradicar la violencia, es necesario comprender desde todos los ángulos posibles cuáles son sus verdaderas causas y, especialmente, por qué parece reverberar en lugar de desaparecer.

Para ello, nos detendremos en lo que René Girard llamó "violencia mimética" en su ensayo La violencia y lo sagrado (1972).

Según Girard, las sociedades humanas no surgen de pactos o de contratos sociales, ni existe tampoco una tendencia asociativa natural en el hombre, como pensaba Aristóteles. Por el contrario, toda sociedad se funda en la violencia, y la causa primordial de esta última reside en el carácter mimético del deseo.

A diferencia de los demás animales, nuestros deseos se configuran a partir de los deseos de los demás. Cuando un individuo se apropia de un objeto, los demás miembros del grupo imitan esa conducta. El problema surge cuando dos o más individuos entran en disputa por el mismo objeto. Al ir en escalada, esta situación de permanente conflicto y violencia amenaza la existencia misma del grupo. De ahí que para disipar esta violencia implícita, las sociedades recurren al sacrificio de un chivo expiatorio, canalizando la violencia colectiva contra un miembro de la comunidad elegido de forma arbitraria. La víctima se convierte en el enemigo de la comunidad entera, la cual queda, así, reconciliada.

Todo este rodeo es necesario para llegar a Allende y el golpe militar. La historia de Chile post 11 de septiembre de 1973 puede resumirse como una disputa entre allendistas y pinochetistas sobre el "espacio sacrifical". Para unos, el general fue una especie de cordero que se sacrificó por el bien de la patria, mientras que para otros fue Allende quien se sacrificó para evitar una guerra civil.

Cada quien tendrá su opinión. El mínimo civilizatorio es la exclusión de la venganza, porque esta última es violencia sin presencia: no trae de vuelta aquello que se perdió, sino que sólo busca infligir un castigo igual, equivalente o proporcional al daño causado. El problema de la venganza consiste en su incapacidad para poner término al ciclo, al círculo de la violencia. Por el contrario, no sólo no la aplaca, sino que resetea y reinicia la violencia, cada vez con más fuerza, porque la venganza de uno engendra también el resentimiento, el odio y el deseo de venganza del otro.