El reiterado cierre del paso fronterizo Los Libertadores se ha convertido en un problema mayor para la cadena logística del transporte terrestre, provocando preocupación tanto en los agentes del comercio exterior chileno como en el turismo a ambos lados de la cordillera. Durante este año, el cruce ha estado cortado 60 días, 43 de los cuales han sido sólo en las últimas 70 jornadas. La situación más crítica se vivió a inicios de esta semana, cuando un frente de lluvias y nieve mantuvo parados en la frontera 14 mil camiones -10 mil por el lado argentino y 3.400 en Chile-, con el grave impacto que ello significa para el abastecimiento de productos y el equilibrio de precios. Por fortuna, las mejores condiciones climáticas permitieron a las autoridades de ambos países, coordinadas a través del Sistema Integrado Cristo Redentor- autorizar desde hoy el paso de aquellos camiones de carga más sensible, aunque bajo la advertencia de que el tránsito debe ser con resguardos extraordinarios debido a las condiciones del tiempo y la carretera.

La situación tiene molestos a los dirigentes del transporte terrestre, quienes afirman que el sistema para enfrentar estas contingencias está obsoleto y pone en peligro aquellas cargas sensibles al paso del tiempo, como la carne que tantos chilenos esperan para el "18", además de mantener bajo condiciones que califican de "inhumanas" a los conductores varados en la frontera.

La situación no requiere más descripción para dejar en evidencia la necesidad de modernizar los sistemas de control en la cordillera y avanzar en proyectos de integración real que permitan mantener el flujo de las cargas provenientes de Brasil, Paraguay y Argentina con los puertos chilenos de la Región de Valparaíso, sin importar las condiciones climáticas. El viejo anhelo de la Corporación América de reconstruir el Tren Trasandino, con un túnel de 52 kilómetros y una inversión de US$ 3 mil millones, fracasó por sus dificultades técnicas, la indecisión de ambos países y sus altos costos, pero sirve de ejemplo sobre el grado de ambición que debe tener una alianza entre el sector público y los privados para resolver este y otros problemas logísticos que vive Chile. Un país que depende tanto de su comercio exterior no puede darse el lujo de mirar para el lado cuando surgen dificultades.

El Banco Central de Chile entregó su Informe de Política Monetaria correspondiente al mes de septiembre. Sinópticamente, los dos anuncios más centrales fueron, en primer lugar, que "el escenario macroeconómico ha evolucionado acorde con lo previsto en el IPoM de junio. La inflación ha continuado bajando, aunque sigue alta, en un contexto donde la actividad y la demanda han seguido avanzando en su proceso de ajuste, las presiones de costos se han reducido y las expectativas de inflación a dos años plazo se ubican en 3%". Y el segundo anuncio, relacionado con las proyecciones, nos señala que "el PIB tendrá una variación de entre -0,5 y 0% este año, para retomar tasas de expansión positivas en los dos ejercicios siguientes. El consumo privado se ha estabilizado y su proyección se mantiene, mientras la inversión se contraería este año algo menos que lo previsto". En consecuencia, se proyecta que la inflación convergerá a la meta del 3% en la segunda parte de 2024; pero no hay ninguna duda que la asignatura pendiente de la economía chilena sigue siendo los bajos niveles de crecimiento en la última década.

En un reciente artículo, el economista Vittorio Corbo reseña que "en el período 1985-2013, Chile creció a una tasa promedio anual del 6,0%, que hizo posible no sólo mejorar una serie de indicadores sociales, sino también alcanzar el primer lugar en ingreso per cápita y en el índice de desarrollo humano de la región. Estos avances se lograron gracias al sólido crecimiento y a políticas sociales aplicadas durante ese período". En esta misma perspectiva, el economista Patricio Meller, en una reciente presentación en el VI Congreso Nacional de Historia Económica denominada "Mitos, visiones y lecciones de los últimos 50 años", señaló que "desde el retorno a la democracia, 1990-2020, son los mejores 30 años de la historia económica chilena".

Sin embargo, este progreso se ralentizó en la última década debido a una significativa disminución en la tasa de crecimiento, que alcanzó sólo 2,2% promedio en el período 2013-2022"; y si lo ajustamos por el crecimiento de la población en dicho período, el crecimiento per cápita se reduce a un 1,3%, lo que implicaría que de mantenerse dicha tasa nos demoraríamos 54 años en duplicar el PIB por habitante. Y para darle una dimensión cercana a nuestra región, es relevante reiterar que en la última década hemos crecido en términos de PIB per cápita prácticamente cero y al 2022 nuestro PIB por habitante normalizado era equivalente a 82, es decir, 18 puntos bajo la media de Chile. Se proyecta para el 2023 un crecimiento con una alta probabilidad de ser cero y para 2024 cifras entre 1,12%-2,25%, que nos desafía en sentido de realidad; sin crecimiento no hay desarrollo; y en consecuencia, el principal reto es cómo mejoramos el capital técnico y el capital político para abordar con realismo y pragmatismo el crecimiento de nuestra economía chilena y en particular la economía regional, que está clara y objetivamente estancada desde hace una década.