LA PELOTA NO SE MANCHA Los Cóndores
POR WINSTON POR WINSTON
La verdad es que sé muy poco de rugby. El mito dice que nació del fútbol y que lo inventó alguien que se aburrió de conducir la pelota con los pies y la tomó con la mano para llegar al arco contrario, inaugurando un nuevo deporte. Debe ser mentira, pero tiene su lógica.
Eso no impide que haya intentado ver todos los partidos que la Selección de rugby jugó en el Mundial de Francia, sobre todo después de la espectacular clasificación contra Estados Unidos.
Asumiendo mi ignorancia, entre las curiosidades con que me topé, están las facilidades para nacionalizarse. Muy distinto a lo que ocurre en el fútbol. Se supone que jugamos contra Japón, pero el equipo tenía poco de nipón. Si los japoneses fuesen como sus seleccionados de rugby, de seguro habrían ganado la Segunda Guerra Mundial y jamás nos habríamos atrevido a declarar la guerra en 1945. En ese sentido, encontré meritorio lo de Chile. Aunque hay varios que son descendientes de inmigrantes, el equipo se veía chileno, quizás demasiado, lo que explica en cierta forma los resultados. Lástima también que Isla de Pascua, que está en la órbita de los buenos para el rugby, ayude poco. Los moáis dan cuenta de esto: mucha cabeza, nada de caluga, menos de espalda.
Otro aspecto que llamó mi atención fue el de la relación de los equipos con apodos. Alguien podría culpar el fracaso de nuestra selección por adoptar el nombre de los Cóndores. Aunque es el ave más grande que existe y se ve hermoso surcando los cielos, lo cierto es que es un animal carroñero. No caza, espera a que la presa se muera y solo desciende cuando esta aparece en calidad de fiambre. Por esto mismo, es un pájaro tan feo, tiene la cabeza pelada, lo que le permite hurgar entre las tripas sin ensuciar las plumas. No es muy digno que digamos, aunque también podríamos haber sido los huemules, pero no conozco a nadie que haya visto uno, o los pudúes, pero no se me ocurre nada menos intimidante que estos animalitos que tienen el "mérito" de ser los ciervos más pequeños del planeta. En fin, no pareciera ser un apodo muy promisorio para un equipo de rugby que debe salir a matar a la cancha, menos cuando te enfrentas a un equipo que se hace llamar los Pumas, como ocurrió con Argentina, o al Dragón Rojo de Gales, los Robles de Rumania o los Lobos de Portugal.
Sin embargo, sería ridículo condicionar el rendimiento a un nombre. Los australianos son los Wallabies que es como un canguro, pero más chico. Ningún animal con los brazos tan cortos puede intimidar mucho, menos cuando lleva a otro en su vientre, pero nada mal que les va en este deporte. Algo parecido sucede con los varias veces campeones del mundo: los Springboks sudafricanos que, en buen chileno, es una gacela saltarina, muy distinta a lo que muestran en la cancha.
Los ingleses, en tanto, son las Rosas Rojas que hoy suena inclusivo, pero antes podría haber sido objeto de burlas por el mundo heteropatriarcal. Algo parecido sucede con los japoneses, que se hacen llamar los Cerezos en Flor.
Poco y nada de esa delicadeza vimos en la cancha contra Chile.
Siguiendo mi lógica, a pesar de cargar con el estigma de ser llamado los Cóndores y de no tener a un grupo de mercenarios nacionalizados, los seleccionados chilenos hicieron un papel más que digno clasificando al Mundial y participando, pese a que algunos no estén conformes con los resultados. Hay que estar ahí, dispuesto a que una mole de 120 kilos y 1,9 metros de alto se lance sobre ti dispuesto a volarte la cabeza para quitarte la pelota, antes de criticar a los jugadores. Hasta donde yo vi, puedo dar fe de que lo dieron todo y eso, tanto en el deporte como en la vida, es mucho más importante que el resultado.