EL RINCONCITO DE LA CONSENTIDA Ex Ciudad Puerto con vista al mar
Recurrentes defensores del borde costero y autores de una gran mayoría de las reclamaciones y observaciones sobre la ampliación portuaria de Valparaíso ante los tribunales ambientales, el pintor Gonzalo Ilabaca y la socióloga Rosa Inés Martínez dieron sus opiniones sobre el Acuerdo Portuario presentado el lunes 23 de octubre en el VTP con bombos y platillos por la Empresa Portuaria de Valparaíso (EPV), el alcalde Jorge Sharp y el gobernador regional Rodrigo Mundaca, ante el Presidente Gabriel Boric y las supuestamente espontáneas organizaciones de base porteñas.
"Nos enteramos por la prensa de que existía este acuerdo. Acá no se ha destrabado nada", dijo Ilabaca al periodista Ricardo Salazar de la Radio Valentín Letelier de la Universidad de Valparaíso, tras no haber sido invitado al evento. "Estoy contento de que haya un acuerdo, primera vez que se habla del diseño ciudad-puerto y no de ampliación portuaria. Sin embargo, hay que ser claros: no se presentan imágenes, no sabemos los montos, no hay plazos. Cuando hablamos de diseño ciudad-puerto, hablamos de muchos años. Hoy el Parque Barón está detenido, nos hablan de un muelle de cruceros, de una posible nueva caleta Sudamericana junto a El Membrillo y de un proyecto en Las Torpederas. El problema es que no hay metodología que abarque participación ciudadana técnica", agregó el artista, estableciendo que, como ciudad, "estamos peor que hace 20 años".
A continuación, Rosa Inés Martínez, a través de una columna en El Martutino, barrió con el acuerdo: "La primera fuente de contradicción la aporta nuestro flamante alcalde, en tanto una administración municipal que se autoproclama ciudadana, realiza acuerdos rodeados de secretismo, donde lo que menos hay es participación ciudadana; sin embargo, se presenta como el gran acuerdo social, como se nos ha querido hacer parecer, que este acuerdo es fruto de amplias discusiones y consensos sociales. Pero sucede que en la práctica, el denominador de sociall está dado por el clásico hecho de que, al momento de dar a conocer sus contenidos negociados en secreto, se recurrió al tradicional acarreo de dirigentes sociales, tal cual hicieron las anteriores administraciones en su tiempo para apuntalar el fallido Mall Barón y después el T2, como una forma de buscar legitimar proyectos que carecían realmente de consenso social", escribió sin rodeos.
La EPV, por su parte, contraatacó con dos entrevistas del presidente de su directorio, Luis Eduardo Escobar, ratificado en su cargo hace veinte días por medio de un hecho esencial ante la CMF: una en el diario económico Pulso de La Tercera y otra en Emol TV. En ambas insistió, sin dar detalles, en una inversión de US$ 600 millones y se refirió al futuro "exclusivo" muelle de cruceros, el cual tendría un uso de poco más de un mes al año (35 embarcaciones a un promedio de 24 horas de estadía), junto con dar luces sobre el posible diseño.
"Además, vamos a hacer este muelle de cruceros, el cual va a estar siempre disponible a recibir cruceros de manera prioritaria, y en los periodos en que no hay cruceros -que es la mayor parte del año- vamos a usar el muelle para mover carga fraccionada. O sea, todo lo que no viene en contenedores (...) El diseño que se presentó en el año 2018 tenía que ver con construir un muelle pegado a la calle Errázuriz, en plena bahía de Valparaíso, que tenía ochocientos y pocos metros de largo. Lo primero que le proponemos a la ciudad es recortar eso a la mitad, básicamente. Eso es una parte de la ampliación. La otra parte de la ampliación es ampliar el muelle de pasajeros en 120 metros. Eso significa que pueden atracar ahí dos naves de 367 metros de eslora, o sea, de largo. Entonces, vamos a tener tres muelles en los cuales tú puedes atracar barcos", explicó sin mucha convicción.
"Se trata de un proyecto inéditamente participativo, pluralista y transversal, cuyos pilares fundamentales son la integración del puerto con la ciudad bajo un estricto respeto de sus diversas vocaciones", escribió a su vez la vicepresidenta de la EPV, Nicole Pastene, junto a un emotivo video promocional del acuerdo.
Simultáneamente, mientras expertos criticaban incluso la apuesta ciega por un inversionista de ese calado en Valparaíso, en El Mercurio de Santiago el nuevo presidente de la Empresa Portuaria de San Antonio (EPSA), Eduardo Abedrapo, hablaba en los términos más concretos posibles de sus planes de aceleración del desarrollo del Puerto Exterior o PGE, con una inversión anunciada por sobre los US$ 4 mil millones y con el apoyo de un consejo asesor nombrado por el MTT y la venia de Hacienda, que ya los autorizó a sondear en la Banca Internacional el financiamiento para las primeras obras estatales por US$ 1.500 millones, que consistirán en canteras, caminos de conexión, dragado, construcción del nuevo molo de abrigo de gran longitud y de las explanadas para los futuros terminales. Luego, los privados debieran hacerse cargo de la ejecución y habilitación de los nuevos frentes de atraque por US$ 2.500 millones. Todo esto, con el año 2035 como "horizonte razonable", según sus palabras.
El mismo diario El Mercurio publicó también un duro editorial el miércoles 1 de noviembre, señalando que "el plan condena a Valparaíso a una cierta irrelevancia o, al menos, a un lugar secundario desde el punto de vista portuario". Junto con ello, cuestionó el compromiso de aportes o royalty, algo que los alcaldes de San Antonio e Iquique ya pidieron replicar en sus ciudades y que en el ambiente portuario es visto como un disparo en los pies para la competitividad (el alcalde Sharp, al voleo, la estimó en US$ 2 por tonelada, es decir, al menos unos US$ 20 millones de dólares anuales de aporte directo fuera del control presupuestario central y poniendo a Valparaíso en desventaja frente a otros puertos). Asimismo, el editorial planteó la construcción de un megaterminal alejado de zonas urbanas, como es el caso de Chancay, en Perú.
Entonces fue que alguien se acordó del antiguo plan de la EPV de un Puerto a Gran Escala en el sector de Longotoma, en la costa de La Ligua, planteado en el segundo semestre de 2016 por el exgerente general Gonzalo Davagnino en un seminario de Fenatraporchi y el SEP, moción echada al olvido pocos meses después. En el mismo terreno el ministro de Agricultura "Teo" Valenzuela quiso el año pasado reimpulsar una planta desalinizadora. ¿Por qué no insistir? A estas alturas del partido, ya nada suena demasiado disparatado a la hora de reciclar proyectos para ganar tiempo. Que, finalmente, de eso se trata todo esto, ¿no?