La seguridad puesta a prueba
Los asaltos a turistas extranjeros y una joyería en el centro de Viña contradicen cualquier visión complaciente de la realidad en la zona.
Con un timing poco favorable, las autoridades de gobierno cumplieron ayer cinco días tratando de explicar y defender la agenda de seguridad implementada en la Región de Valparaíso, principalmente en Valparaíso y Viña del Mar, sin alcanzar completa claridad en las cifras y en cada ocasión acompañadas de hechos que contradecían el discurso oficial sobre la evolución de los delitos en la zona. El mismo día en que la delegada presidencial, Sofía González, valoraba una reducción de 4% en los homicidios debido a la aplicación del plan Calles sin Violencia, la Embajada de Estados Unidos emitía una alerta a sus ciudadanos para que adoptaran medidas de resguardo especial ante algunos tipos de delitos que iban a alza en la capital regional y la Ciudad Jardín. Luego, cuando la preocupación norteamericana recibía respuestas de varias autoridades del oficialismo, entre ellas la ministra del Interior, Carolina Tohá, dos delincuentes hacían carne el temor diplomático y asaltaban, en pleno mirador porteño, a dos turistas australianos. El colmo llegó ayer, cuando con pocas horas de diferencia, una reunión del Comité Policial Regional, encabezada por el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, fue seguida por el asalto más violento registrado en la avenida Valparaíso en mucho tiempo, en el que varios antisociales rompieron vidrios de una joyería en la galería Cristal y luego de sustraer objetos de valor se enfrentaron con detectives de civil que trataron de frustrar el robo con fuerza.
El punto no son las discrepancias en las cifras ni las sincronías poco afortunadas, sino los porfiados delitos, cuya reiteración y violencia mantienen a la población, principalmente al comercio en las grandes ciudades, bajo una sensación de temor permanente. El freno puesto al asesinato desatado por las grandes organizaciones criminales es valioso, pero no suficiente para evaluar que las medidas han sido las más adecuadas. El plan Calles sin Violencia ha sido un aporte, pero los mismos dirigentes del comercio y vecinos han planteado que ha quedado corto ante las reales necesidades de la población regional. No es el tiempo aún de discursos complacientes, sino el de profundizar y reforzar todas las estrategias de seguridad pública para consolidar un camino que aún se ve muy incipiente.