EL RINCONCITO DE LA CONSENTIDA Te envío poemas de mi puño y letra...
Te envío canciones de 4:40 / Te envío las fotos cenando en Marbella / Y cuando estuvimos por Venezuela / Y así me recuerdes y tengas presente / Que mi corazón está colgando en tus manos / Cuidado, cuidado / Que mi corazón está colgando en tus manos le cantaba el bueno de Carlos Baute a Martita Sánchez en ese latigudo video en el que el cantautor venezolano hace de chofer mientras la española, en respuesta, le coquetea desde el asiento trasero del Oldsmobile.
Más de 770 millones de visitas tiene el videíto en YouTube. Usted, curioso y travieso lector, seguramente agregará una visualización más en los próximos minutos. Búsquelo por Colgando en tus manos (con Marta Sánchez).
Bueno, la cuestión es que algo de eso tarareé mentalmente el otro día en el Estadio Sausalito para la infausta final por la medalla de oro del fútbol masculino panamericano entre Chile y Brasil. Y es que el amor, tal como al pobre Carlitos Baute, me ha jugado malas pasadas en mi pluscuamimperfecto recuerdo y ominoso presente. Entonces, con algo de envidia, admiré cómo noviembre destapaba todos los miedos y nadie escondía nada, partiendo por mi alcaldesa favorita (después de la de Nogales, claro está) Macarena Carolina Ripamonti, quien hace mucho rato que no sacaba a pasear a su novio Darrel Novellino, el mítico DJ Novellino (que ya supero las 112.700 reproducciones en Spotify con su pegajoso punchi-punchi Kiotto Mixed). Crespito, barba de tres días, ojitos de piscina y ataviado con una ondera cazadora verde musgo. Todo un killer sentimental, como se titulaba aquella novela corta de Luis Sepúlveda.
Pero los concejales tampoco se anduvieron con chicas: Jorgito Martínez junior dejó de lado a su minion Andy Fuentes (el mejor secretario de concejos municipales del hemisferio sur, según relata el exconcejal Jaime Varas en un intermedio de sus clases de padel) y se paseó por el VIP del estadio con su polola, aunque -por lo visto a la distancia- igual le llamaron la atención y lo "paquearon" en más de alguna ocasión. En suma, todo parece indicar que el joven edil, también miembro de la comisión Festival, hará lo imposible por sorprender a su novia y colarse en el backstage del evento junto a sus ídolos de Maná en la próxima edición del certamen viñamarino, ya que el año pasado el vocalista "Fher" se bajó por una operación a la rodilla.
Uno que no sufre los pesares de Jorgito junior porque si la vida fuera un pique a Santiago ya iría llegando a María Pinto, es su colega DC y mentor de alba cabellera, René Lues, quien vestido con la camiseta número 7 de Alexis Sánchez, nada menos, se dio espacio hasta para bailar con su pareja Andrea Seewald (quien llevaba la 8 del viejo King) al son del "Congelao", tal como lo hiciera hace algunos días el propio Presidente Boric junto a la ministra Camila Vallejo en el Parque Peñalolén cuando fue a apoyar a los primos Esteban y Marco Grimalt en el vóleibol playa.
Otra postal emotiva fue la que regaló una de las invitadas especiales de la alcaldesa Ripamonti: la senadora Fabiola Campillai junto a su marido Marco Antonio Cornejo, con quien se casó en el verano del año pasado y junto al que celebraron el gol de "Maxi" Guerrero, pasaditos los veinte minutos del segundo tiempo, que nos ilusionó a todos con esa esquiva medalla de oro que, según me cuenta el loser del pololo de mi vieja, estuvimos a punto de alcanzar en los Panamericanos de Indianápolis de 1987 en ese "famoso" (según él) equipo en el cual jugaban Eduardo Furniel (que en ese tiempo se llamaba Fournier y le decían el "Loco"), Aníbal "Tunga" González y "Pancho" Hörmann.
El asunto es que la Roja se veía bien y los brasileños súper mal. No quise ni preguntar qué selección B, C o acaso D o E mandaron los cariocas a los Panamericanos, porque igual me animaba el partidazo que estaba haciendo Damián Pizarro, quien -chancho al hombro- se llevaba una y otra vez a los defensas rivales como palitroques.
Yo seguía gozando, mirando de reojo al guapetón y larguirucho alcalde de Maipú, el RD Tomás Vodanovic, quien comentaba las alternativas del partido junto a su amigo diputado Jorge "Coke" Brito, mientras la atribulada delegada presidencial regional y casi presidenta del consejo de administración del edificio de Melgarejo, Sofía González, hacía arder su teléfono hablando y el ministro del Deporte, Jaime Pizarro, cuyo hijo Vicente la estaba rompiendo en la cancha, se comía las uñas para ver si así contribuía a aguantar los escasos diez minutitos que faltaban para llevarnos una medalla de oro en fútbol para la casa. Eso, después de que la ANFP nos hiciera jugar con la "Cote" Urrutia al arco contra las mexicanas y perdiéramos 1-0 en la final de mujeres del día anterior en Playa Ancha.
Como todo era buena onda a esa hora, el rubio director ejecutivo de Santiago 2023, Harold Mayne-Nicholls, se saludaba con el presidente de la ANFP, Pablo Milad, intercambiando ambos unas sonrisas más frías que beso de suegra, pero llevando la fiesta en paz al final de cuentas.
Hasta que llegamos al famoso minuto 84, cuando quedaban seis, súmele unos tres más por descuentos y acaso uno de yapa porque siempre nos saquean, lo cual no fue necesario: córner de Brasil y, como toda la noche, ningún rojo atinó a atacar la pelota. Cuento corto, y como decía Néstor Isella enfundado en su chaquetín blanco con el logo cuadrado de UC TV: tres cabezazos en el área chica, gol seguro. Y así no más fue. Ronald Cardoso la agarró chanchita y topón pa' entro. Uno a uno y había que ir a pasar el trago amargo al alargue, donde al menos teníamos fresquito a Clemente Montes, cuya mamá estaba precisamente sentada al lado mío y se tapaba la cara de susto cuando el nene se morfó dos patadas de antología.
Nunca supe cómo todo pasó tan rápido, pero lo cierto es que no me di ni cuenta cuando Brayan Cortés estaba sorteando en qué arco patear los penales junto al árbitro y el capitán brasileño y, un suspiro más tarde, Jonathan Villagra se perdía el segundo para Chile. Algo alcanzó a aliviarme Brayan atajando inmediatamente el de los brasileños, pero dos penalcitos después le llegó el turno a Clemente, mientras la mamá rezaba en silencio para que el niño la echara adentro y estiráramos el sueño por la medalla un ratito más. Craso error. Nunca sabremos si Clemente la quiso colocar o asegurar, pero la mandó al cerro, después de lo cual se puso a llorar y el zoquete del arquero rival que, cual digno hijo de un país pentacampeón del mundo, nunca se enteró ni entendió de nuestras ilusiones tercermundistas, nos clavó el definitivo 4 a 2.
A esa altura, no quise ni quedarme a la premiación. Tampoco me despedí de la mamá de Clemente porque no sabía qué decirle. Sí vi al exgobernador Gonzalo Le Dantec pateando la perra junto a su hijo Gonzalito, igual que al cónsul David Dahma, junto al suyo; y a Gonzalo Bofill con su nieto.
Eran lágrimas de niño. Lágrimas de fútbol. Lágrimas de aquellas que nunca se borran.
Finalmente, entre la muchedumbre, fue que caí en cuenta de que la mufa no estuvo en DJ Novellino, la ausencia del minion Andy, la visita del alcalde de Maipú, ni en Clemente, sino en un incógnito diputado que llegó al estadio a ver a la Roja ¡con la camiseta del Everton!
A todo esto, y no sé por qué fue que me acordé: ¿les conté cómo es que termina el video de Carlos Baute y Martita?