LA TRIBUNA DEL LECTOR Nos acostumbramos a todo
POR RAFAEL TORRES, RELACIONADOR PÚBLICO, GESTOR CULTURAL.
Mi mamá siempre decía que el ser humano es un "animal de costumbre", dando con ello a entender su gran y natural capacidad de adaptación a distintas condiciones de vida y situaciones, y para ejemplificar lo anterior señalaba que uno puede un día vivir en una gran ciudad y al día siguiente en el campo, y al final del día se va a haber acostumbrado a su nuevo hábitat. No sé si sea tan así ello, al menos en el ejemplo mencionado, y para mí, ya que personalmente no se me da el campo como lugar ideal para vivir, pero si tiene razón en la capacidad de adaptación que demostramos los seres humanos, lamentablemente tanto a lo bueno como a lo malo. Siempre recuerdo que don Beltrán Urenda decía que a uno debía acostumbrarse "a lo bueno siempre, a lo malo nunca", pero parece que igual podemos hacernos habituales de lo desfavorable.
Hace ya casi dos años empezamos a ver las imágenes de la guerra entre Rusia y Ucrania, provocada por el intento de invasión de la ex república soviética, sobre la pequeña nación ucraniana. Lo que vimos y vivimos desde ahí en adelante fue horror, tristeza, sufrimiento, pesar y la denominada condena internacional, algo a lo que también nos hemos acostumbrado, sin estar muy ciertos de su eficacia, más allá que en lo personal respeto y valoro la diplomacia como una herramienta de entendimiento y acuerdos.
El "dolor de la guerra", es una expresión a la cual también nos hemos acostumbrado, y que se refiere a las numerosas formas de sufrimiento, tristeza y trauma que surgen como consecuencia de los conflictos armados, que cada día se hace más latente en nuestra "sana convivencia". Esto puede y lo hace, incluir la pérdida de vidas humanas, heridas físicas y psicológicas, desplazamiento forzado, destrucción de comunidades y bienes, así como impactos a largo plazo en la sociedad. El dolor de la guerra afecta a soldados y civiles por igual, y sus consecuencias pueden perdurar durante generaciones. Es de esos dolores que nunca se borran, nos acostumbramos a convivir con ellos, pero no desaparecen, así lo han testimoniado cada uno de quienes han sido parte voluntaria o forzadamente de una guerra.
La guerra causa la destrucción de infraestructuras, hogares y comunidades, así como el desplazamiento forzado de personas, creando una crisis humanitaria. Desafortunadamente nos hemos acostumbrado también a ver esas desgarradoras escenas de cientos o miles de personas caminando sin destino claro, más que las ansias de sobrevivir y conseguir un poco de pan y agua, a eso nos hemos acostumbrado. Ni hablar de cuanto afecta a la economía no sólo de los países involucrados, hoy y en día y producto de la globalización, que ocurre a miles de kilómetros de nuestro país, también nos impacta en nuestra ya golpeada economía, sumando más incertidumbre y complicaciones a la vida diaria.
Hoy estamos sacudidos por una nueva guerra, que no es tan nueva en su génesis, pero que nos impacta al mundo entero por su brutal crudeza. El histórico conflicto de Medio Oriente, entre Israel y Palestina, cuya data podemos señalar lleva décadas y tiene un matiz histórico como primer argumento, hoy se ve bañado de sangre, por ataques terroristas y crudas respuestas militares. La denominada Franja de Gaza, hoy está convertida en un campo de batalla y también de dolor, sin el más mínimo atisbo de que vaya a terminar pronto, muy por el contrario, parece estar recién empezando y no podemos vislumbrar el resultado final, pero que estoy seguro que lamentablemente no será feliz. El saldo de esta guerra es el mismo de siempre en estas situaciones, muertos por miles, sufrimiento, desgarro, desplazamiento, traumas, orfandad y un largo y triste etcétera. ¿Será que nos hemos acostumbrado a esto, es ello posible?, la respuesta es muy triste y soy incapaz de mencionarla, pero saque cada uno sus conclusiones. El mundo no tiene hoy más que sentimiento de costumbre para este dolor sin igual. No podemos quedar ajenos ni indiferentes, nadie se lo merece, ni judíos ni palestinos, ni hombre ni mujeres, ni ancianos ni niños, nosotros como sociedad no lo merecemos, por favor, no nos acostumbremos al flagelo de la guerra como una acción lógica y buena, el mundo no se lo merece. Hoy más que nunca me hace eco la frase de la liturgia "que la paz esté con ustedes", y espero que así sea, que la paz esté con todos nosotros.