LA TRIBUNA DEL LECTOR
POR FERNÁN RIOSECO, ACADÉMICO DE LA UNIVERSIDAD DE VALPARAÍSO POR FERNÁN RIOSECO, ACADÉMICO DE LA UNIVERSIDAD DE VALPARAÍSO
La actualidad de Maquiavelo
Hay una extendida creencia de que El príncipe fue el libro de cabecera de Napoléon, Hitler y Stalin. Con más certeza, se sabe que Shakespeare empleó el nombre "Maquiavelo" en su obra Las alegres comadres de Windsor, para denotar a un maquinador que actúa impulsado por la perversidad y el miedo, complaciéndose en hacer sufrir a los demás. Otros dramaturgos del período isabelino como Christopher Marlowe y Ben Jonson, se inspiraron también en el pensador florentino para crear algunos de sus personajes.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527), sin embargo, está muy lejos de la leyenda negra que llevó a la Iglesia Católica a incluir El príncipe en el Índex de libros prohibidos. Tampoco es un "maestro del mal" como sostienen algunos de sus detractores. En realidad, debemos agradecer a filósofos como Bernard Mandeville, Leo Strauss, Claude Lefort y Louis Althusser e, incluso, a poetas como T.S. Eliot, de que el pensamiento de Maquiavelo haya resistido bien el paso del tiempo, proponiendo lecturas novedosas del corpus de su obra, de gran valor para los tiempos convulsos que corren.
¿Quién fue Maquiavelo? ¿El fundador de la política moderna? ¿Un diplomático que soñaba con una república fuerte y vigorosa? ¿Un pensador de la ciudad? Y la pregunta más importante: ¿Por qué importa hoy Maquiavelo?
La respuesta no es sencilla, pues Maquiavelo tiene más de un rostro.
Simplificando mucho, puede decirse que las ideas contenidas en El príncipe y en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio dan cuenta de una tensión permanente entre el miedo y el conflicto político; entre el poder real y el bien común; y entre los grandes (grandi) y el pueblo (popolo), debido a sus diferentes humores.
En clave contemporánea, esta tensión entre la oligarquía y el pueblo o, más exactamente, entre las élites y la ciudadanía a causa de sus humores contrapuestos e irreductibles, se resuelve en una pregunta inversa de aquella que fluye naturalmente de una lectura literal de El príncipe. Antes que un manual para adquirir y conservar el poder, la lección más original de El príncipe es que el pueblo, organizado políticamente bajo una forma republicana, puede someter y controlar a las élites.
Los grandi, dice Maquiavelo en su Discurso sobre la primera década de Tito Livio, son un grupo social heterogéneo que actúa bajo la lógica de un denominador común: todos ellos representan un peligro para la república y la libertad del pueblo. No es la concordia, sino el disenso y la diferencia de humores, el centro del espacio público.
Sin embargo, para Maquiavelo el conflicto social no es necesariamente un fenómeno negativo. Por el contrario, las buenas leyes y las instituciones más sanas y robustas siempre surgen del antagonismo entre el pueblo y las élites: una rivalidad que no debe silenciarse sino impulsarse, siempre y cuando existan mecanismos que permitan encauzarlo de manera democrática y republicana.