Una más que grata impresión dejó la visita del subsecretario de Educación Superior, Víctor Orellana, quien realizó este martes una aplaudida exposición y luego participó de un conversatorio en el seminario "Conecta Región: Pensando Chile desde Valparaíso", que abordó los desafíos de la Educación Técnico-Profesional para el desarrollo del país, convocado por Duoc UC Valparaíso y El Mercurio.

Orellana, sociólogo, exdirector de la Fundación Nodo XXI e investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile, con cargos en el BID y la OIT, y quien asumió recién en marzo de este año en reemplazo de Verónica Figueroa, focalizó su charla en la imperiosa necesidad de poner la Educación Técnico-Profesional al servicio del desarrollo y las necesidades del país, con programas de acompañamiento específico y apoyándose en la colaboración del sector privado. Así, reconoció también la urgencia de oficios puntuales, como por ejemplo programadores, instaladores de fibra óptica o puestos derivados de la naciente industria del litio.

Quizás uno de los puntos destacados que mencionó pueda ser el de la escasa "legibilidad" de las carreras universitarias, a las que cuesta mucho leerles las capacidades formativas que han inculcado en un titulado, algo que difiere severamente en las carreras técnicas, que hoy -de acuerdo con estadísticas del Ministerio de Educación- conforman un universo superior al 41% de la matrícula total de Educación Superior en Chile (Universidades, 58,5%; Institutos Profesionales, 31,3%; y Centros de Formación Técnica, 10,2%, con un alza respecto del año anterior encabezada por los IP (5,5%), CFT (3,8%) y Ues (1,7%). En el conversatorio también estuvo la gerenta de Huawei, Silvana Droppelmann, quien informó de la abierta disponibilidad de la empresa china para capacitar técnicos calificados y cubrir la demanda actual y futura.

El pasado 17 de noviembre se conmemoró el Día Mundial de la Prematuridad, para visibilizar las necesidades de los recién nacidos prematuros y sus familias. El recién nacido prematuro es aquel que nace antes de las 37 semanas de gestación, mientras que el prematuro extremo es el que lo hace antes de las 32 semanas o con peso menor a 1.500 gramos, cuyo riesgo de morbimortalidad y secuelas posteriores es mayor.

La prematurez y sus complicaciones siguen siendo la principal causa de mortalidad infantil en los niños menores de 5 años. Según la OMS, durante el año 2020 nacieron alrededor de 13,4 millones de niños prematuros en el mundo. Ese mismo año, en Chile nacieron 194.978 niños, de los cuales el 8,6% correspondió a menores de 37 semanas de gestación y el 1,3% a menores de 32 semanas. En las últimas tres décadas, la sobrevida del niño prematuro ha aumentado gracias a importantes avances en el cuidado neonatal. Sin embargo, esto implica una larga estadía hospitalaria, tiempo en el que además de superar patologías propias de la prematurez, deben continuar con el desarrollo físico y neurológico, en un entorno que es muy distinto al útero materno y lejos de su familia.

El nacimiento de un hijo prematuro es una situación inesperada para los padres, ya que durante la gestación se inicia el desarrollo del vínculo parento-filial, se generan anhelos, expectativas y se crea una imagen del hijo que está por nacer. La interrupción abrupta de este proceso puede provocar una crisis, ya que repentinamente se ven enfrentados al duelo que produce la pérdida de la imagen de un hijo sano, a la separación que genera la hospitalización por largos períodos de tiempo, a la incertidumbre sobre el estado de salud; a las secuelas o el riesgo de muerte, lo que puede provocar una alteración en el desarrollo del vínculo, en el modelo de crianza e incidir negativamente en el desarrollo psicomotor, afectivo y social de este niño.

La dinámica familiar se altera en el ámbito psicológico, social, económico y cultural, se generan cambios en las rutinas cotidianas con la que los padres deben seguir cumpliendo, pero que inevitablemente pueden descuidar, como por ejemplo el cuidado de hijos mayores. Diversos estudios evidencian que tanto madres como padres experimentan emociones negativas, tales como depresión, ansiedad, temor, culpabilidad, estrés.

Con el enfoque humanizado de atención, el equipo de salud debe reconocer que la familia cumple un papel fundamental en el cuidado y la recuperación de la salud del niño prematuro, y que cualquier alteración repercutirá directamente en ella. Comprender la complejidad de la adaptación a los cambios y emociones negativas que está viviendo la familia, a través de una escucha activa, empática y compasiva es fundamental para apoyarlos e identificar situaciones de mayor vulnerabilidad. Los padres disminuyen el grado de estrés cuando el equipo de salud los escucha y permite la participación en los cuidados integrales de su hijo y cuando se mantiene un sistema de puertas abiertas para la presencia de toda la familia en el período de hospitalización.