La inmobiliaria Punta Piqueros presentó ante el 5° Juzgado Civil de Santiago una demanda civil contra el Fisco, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, la Seremi de Vivienda y Urbanismo de la Región de Valparaíso y la Municipalidad de Concón, argumentando que dichos entes incurrieron en graves faltas de servicio que, por más de una década, han impedido el funcionamiento del proyecto de hotel cinco estrellas que se encuentra semiconstruido en un peñón rocoso del sector Punta Ossa, adyacente al camino costero. La firma exige del Estado chileno $71.427 millones por daño emergente, $12.903 millones por lucro cesante y $5 mil millones por daño moral, en una acción inédita a nivel regional por su elevado monto y porque implica un duro cuestionamiento al camino de decisiones contradictorias que transitaron distintos organismos técnicos, políticos y jurídicos en la larga tramitación de la iniciativa.

Más allá de la petición monetaria, la acción judicial también encierra una contradicción, porque se instala como un obstáculo para las intenciones que la propia empresa asegura tener: materializar el hotel para que sirva a los propósitos turísticos para los que fue diseñado y evitar por todos los medios que se constituya en un "elefante blanco" en el borde costero conconino. Lo triste del escenario que se dibuja a partir de esta demanda es que no hay garantías reales de que una situación kafkiana como la de Punta Piqueros no vuelva a repetirse en otro punto del país. La fragilidad del sistema de aprobación de nuevos proyectos reside, precisamente, de la gran cantidad de entidades que se involucran en cada proceso, no sólo alargando los trámites y exigencias, sino que aportando opiniones distintas y muchas veces opuestas. Todo este conflicto se reduce a una sola pregunta: ¿qué hace más daño a Concón, poner en movimiento el hotel o demoler sus instalaciones avanzadas en más de un 80%? Todo indica que quedan años para conocer la respuesta.

¿Qué habría ocurrido si Javier Milei no hubiera sido candidato en las recientes elecciones presidenciales argentinas? Lo más probable es que un candidato de centroderecha, como Patricia Bullrich u Horacio Rodríguez Larreta, hubiera derrotado igualmente al kirchnerista Sergio Massa, tal vez incluso en primera vuelta, y que a estas alturas estuviera afinando un programa sensato, sustentado en la experiencia política y en unas bancadas parlamentarias y redes territoriales capaces de dar gobernabilidad. Las seis principales democracias latinoamericanas han cambiado de color político en sus últimos comicios presidenciales. Y nuestros vecinos han hecho aquello ya en tres veces consecutivas.

El kirchnerismo fue derrotado más bien a pesar que gracias a Milei. Éste suele calificarse como liberal, pero lo es sólo de un modo a la vez limitado y extremo. En cuestiones como el aborto y la posesión de armas sus posiciones son las del conservadurismo duro. En materia de cambio climático, suscribe la visión de la extrema derecha, que niega que sea obra humana. Algunos de los rasgos típicos de los gobernantes con querencia autocrática han estado en su repertorio, como la descalificación de sus adversarios como "zurdos de mierda" y la denuncia de inexistentes fraudes electorales. Es liberal en lo económico, pero de manera extrema y a veces deschavetada. Se define como un anarcocapitalista, que aspira en último término a la eliminación del Estado, y denuncia el cobro de impuestos con fines redistributivos como una forma de robo.

Si Milei ganó, es en gran medida debido al desastre económico kirchnerista, que Massa agravó como ministro de Economía, entre otras cosas mediante dádivas electoralistas. El otro gran motivo del triunfo fue la actitud de los principales líderes de la centroderecha, especialmente Mauricio Macri y Bullrich, quienes lo apoyaron resueltamente en la segunda vuelta, pero bajo la condición de una alianza de gobierno que garantice la moderación. Hasta ahora el pacto funciona. Milei ha templado su discurso. Cuando escribo estas líneas, parece muy probable que Bullrich sea su ministra de seguridad y que el decisivo ministerio de economía vaya a algún excolaborador de Macri. Las ideas locas parecen postergadas. A la vez, cercanos al presidente electo han rehusado entrar al gobierno en aparente protesta por todo ello.

Hay esperanza que esto funcione. Pero el sendero es estrecho. Aun la mejor reforma económica en lo inmediato incrementará la inflación y profundizará la recesión, y no sabemos cómo enfrentará eso un temperamental e inexperto Milei. La lección para mí es clara: los moderados debemos sacar la voz con fuerza, diferenciarnos de los extremistas y confrontarlos oportunamente, en vez de contentarnos con la incierta aventura de intentar domesticarlos.