No era necesaria la mezquindad política
La espectacular noticia de la reinauguración del Teatro Municipal de Viña alguna referencia pudo tener a las administraciones pasadas. Se echó de menos alguna referencia, acaso un guiño, a las administraciones que financiaron esto, cuyo aporte mayoritario no fue de las del Presidente Boric ni de la alcaldesa Ripamonti.
En una emotiva noche, el Teatro Municipal de Viña del Mar reabrió sus puertas el viernes por la noche desde su violento cierre -por el terremoto del 27 de febrero de 2010- que dañó su cielo, techo y muro posterior del escenario, y sus subsecuentes y traumáticos intentos de reparación, cuya aprobación recién llegaría en los inicios del segundo gobierno de Michelle Bachelet con los aportes del antiguo Consejo Nacional de la Cultura y las Artes -reemplazado en 2018 por el ministerio del ramo- y la Subsecretaría de Desarrollo Regional (Subdere) de la época.
Los recursos por más de $12 mil millones para la reparación del monumento histórico diseñado por los arquitectos Renato Schiavon y Aquiles Landoff en los terrenos donados por Blanca Vergara e inaugurado en 1930 bajo el primer gobierno del general Carlos Ibáñez del Campo, salieron, en orden creciente, de la propia alcaldía, el Ministerio de las Culturas y la Subdere, mayoritariamente en Bachelet 2.
La demora del proyecto se debió al encarecimiento de las obras y materiales, el incumplimiento de la empresa a cargo de la obra gruesa, lo que obligó a una nueva licitación, la caducidad del permiso de obras, el estallido social y la pandemia, a lo que se sumó la eterna tramitación del cierre perimetral en el Consejo de Monumentos Nacionales.
El espectáculo de arranque, el show de Los Jaivas, hacía sentido por cuanto el grupo viñamarino había realizado su primera presentación en público precisamente en ese escenario, sesenta años antes, cuando los integrantes originales eran unos pelucones alumnos del liceo Guillermo Rivera Cotapos. Con todo, muchos de los asistentes esperaban algo más de solemnidad en esta ocasión. La transmisión por TVN, que permitió llevar el evento a todo el país en directo, obligó al ya aburrido e innecesario ejercicio de la alfombra roja (azul, en este caso). Pero, en lo general, fue una noche extraordinaria, con una organización redonda y la carga emocional que implica una reinauguración de estas características para el presente y el ánimo de la ciudad. Alguna queja existió por el vallado de Carabineros.
Por último, se echó de menos alguna referencia, acaso un guiño, a las administraciones que verdaderamente financiaron esto, cuyo aporte mayoritario no fue precisamente de las del Presidente Boric ni de la alcaldesa Ripamonti. No costaba mucho. Empero, ya sabemos que Chile empezó en 2019.