El contundente rechazo a la propuesta del Consejo Constituyente, tal como lo sufrió antes la moción de la olvidable Convención Constitucional, da cuenta de una larga y triste fatiga respecto de un proceso refundacional y un protocolo de acuerdo político que, vistos con distancias, poco tenían que ver con las demandas y quejas que iniciaron esta incierta aventura que superó los cuatro años.

El tiempo determinará quién ganó y quién perdió con todo esto, pero lo cierto es que el momentum constitucional terminó por esfumarse más el 4 de septiembre de 2022 -fecha del anterior plebiscito de salida- que ayer, cuando sólo constató el marcado fracaso de la clase política para leer a la ciudadanía y el inconmensurable error de haber abierto la rendija constitucional, como única salida a la crisis política, a fines del año 2019 durante el segundo gobierno de Sebastián Piñera.

Por acá, todos los alcaldes sacan cuentas alegres, si es que se pueden proyectar estos números en las próximas elecciones municipales de octubre de 2024. Entre ellos, la alcaldesa de Viña del mar, Macarena Ripamonti, que mira con tranquilidad el casi 57% alcanzado por la opción En Contra, que ella apoyó; el mismo Jorge Sharp, con un apabullante 64% en Valparaíso; Constanza Lizana, 66% en San Antonio; y también las dos alcaldesas del Frente Amplio, Valeria Melipillán y Javiera Toledo (58% en Quilpué y Villa Alemana, respectivamente).

Es en ese plano, el municipal, en el cual la centroderecha sufrió una derrota aún más fulminante que en el plebiscito de salida. Recomponer fuerzas y levantar candidaturas asoma como una empresa bastante compleja, de cara a un año en el cual el oficialismo tendrá el sartén por el mango a nivel local y la oposición perdió el tiempo y se mostró incapaz de levantar figuras que compitan con el gobernador regional y los actuales alcaldes.

La Navidad es de los acontecimientos más esperados por las personas, pero la reiteración anual, las preocupaciones y el consumo pueden desdibujar su sentido. Por lo mismo, hay que renovar la conciencia cristiana de este misterio. Desde luego, la Navidad como misterio debe provocar asombro y gratitud, porque se inicia de modo único y original la forma humana de la redención, esto es, el Hijo de Dios se ha hecho carne (cfr. Jn 1,14), y desde esa realidad transfigurará a la humanidad con su muerte y resurrección. Así, Dios penetra por medio de su Hijo en la medida humana de nuestra existencia para expandir desde dentro y desde el fondo del ser la "medida" divina de Dios hasta nuestra consumación, la felicidad plena. Esta penetrante y estrecha compañía salvífica rectifica toda impugnación sobre la lejanía de Dios, es justamente la encarnación el hecho que abre toda posibilidad para que el hombre experimente que nada de él le es ajeno a Dios. Sin embargo, una conciencia colectiva obsesionada con la planificación, el cálculo y el deseo constante de controlar su propio destino, no permite que el nacimiento del niño Dios irrumpa de manera impredecible y delicada. No sólo gesta la infelicidad una vida definida en todos sus ámbitos, sino además provoca un estado de atonía que se traduce en un escepticismo práctico que inhibe la generosidad.

Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios (Ireneo). Este misterio de amor no es una abstracción, ningún hagiógrafo contará entre sus meditaciones la exclusión de lo humano en la realidad; por el contrario, la fe afirma que se ha injertado por la encarnación de Jesucristo la nueva humanidad en el mundo, la nueva estatura del hombre en el mundo. La Navidad es el misterio de la semejanza, Dios se asemeja a nosotros al asumir la carne humana, y los hombres se asemejan por gracia, en algún sentido, a Dios. El misterioso intercambio de semejanza y desemejanza, donde concursa el amor divino y la libertad humana. Con honda expresión, Agustín declara en sus Confesiones: advertí que me hallaba lejos de ti en la región de la desemejanza. Reconoce la deformación ocurrida en su vida a partir de su distancia con Dios a quien ya no refleja, y no es que fuera un adefesio, pero su figura ya no responde a un estado originario de vida. Es posible que en ocasiones el hombre que se ha alejado de Dios se crea feliz, pero en realidad es sólo un ser inerte que ha abandonado la fuente de agua viva para cavar aljibes, aljibes agrietados que no retienen el agua (cfr. Jr 2,13).

Volvamos cada año a Belén, pues la gloria de Dios que está en los cielos, ahora esa misma altura desciende al establo, y así reinará el Dios de amor, humildad y paz. Transforma los criterios humanos de poder y fuerza en santidad y paz, y no sólo eso, sino que inaugura lo que es propio de un orden jerárquico. Porque si en la actualidad la jerarquía es una forma de gobierno que busca garantizar la primacía de los titulares de los cargos, por el nacimiento de Jesús, es más bien un gobierno que suscita la conexión con el origen sagrado de las cosas y la renovación del acontecimiento originario. Este acontecimiento originario, único y pleno de misterio es la voluntad amorosa de Dios de asemejarse al hombre en su Hijo, y así testificar que hemos sido hechos para Él.