Los últimos días del año están lejos de representar un respiro en la grave situación de inseguridad pública que vive el país. En sólo 48 horas, la huida desatada de dos delincuentes provocó un accidente con cinco víctimas fatales, un alto dirigente del Partido Socialista reconoció que debe disputar territorialmente con el narcotráfico las posibilidades de atender a niños de zonas vulnerables, y un secuestro de dos vendedores ambulantes de Valparaíso culminó con el pago de un rescate millonario y uno de los afectados con serias lesiones personales debido a la dura negociación que terminó en su libertad.

Todos estos casos muestran de qué forma el fenómeno criminal alcanza nuevas cotas de gravedad y exhibe una capacidad extorsiva y atemorizante de niveles inéditos para un país que aún exhibe mejores estadísticas policiales que varios de sus vecinos. La pregunta es si dichos números se mantendrán así por mucho tiempo más, dado el aumento que experimentaron en los últimos años delitos como el homicidio y el robo con violencia. En las buenas cifras hay un riesgo de autocomplacencia.

A nivel regional, el trabajo del Ministerio Público y las policías ha dado buenos resultados debido a la aplicación de nuevas estrategias persecutorias y la inyección de recursos para más personal y equipamiento. También se aprecia de dichas instituciones una dedicación especial a los casos de violencia inusitada, especialmente cuando hay elementos que hacen sospechar la participación de narcotraficantes o bandas de crimen organizado.

Sin embargo, el impulso permanente que muestran la Fiscalía, Carabineros y la PDI por ajustar la investigación penal y persecutoria a las nuevas estrategias del hampa no tiene una correlación equivalente en la autoridad política regional, cuyas decisiones, asignaciones de recursos, labores de coordinación y apoyo, aunque mejores que las desplegadas hace un año, aún presentan un déficit respecto de las expectativas ciudadanas. El gran desafío para Sofía González y su gabinete de delegados provinciales en los dos años que le restan será, justamente, demostrar con estadísticas en mano que dejará una Región más segura que la que encontró.

Terminada la jornada del domingo 17, cuyos resultados son conocidos con distinto grado de interés y profundidad de análisis por la ciudadanía, se experimenta un silencio, una forma de distante reposo, como un suspiro de respuesta al cansancio de estos largos cuatro años. Distinto de las jornadas electorales, de las fiestas y pesares de los triunfos y las derrotas; sin banderas, sin plazas, sin gente, sin tambores. El contraste con la revuelta de octubre y el masivo estallido social posterior y la violencia de noviembre de 2019. Diferente del 4 de septiembre de 2022, en que se jugaba un momento de alto riesgo para la nación. Entonces, ahora qué camino pueden abrir los que entendemos como los líderes. Y cuál es el papel que cada uno de nosotros puede asumir, aunque parezca insignificante.

Con seguridad, los analistas, con grados diversos de sesgos ideológicos, y los expertos, con rigor científico, hacen sus análisis comparados para obtener conclusiones que pueden ser instrumentos que considerar para la toma de decisiones e impulsar propuestas que den satisfacción a esos contingentes que sostienen sus proyectos, sus propuestas y su propia existencia como actores políticos. No pasarán largos años sin que comience a tomar forma el juicio a las mujeres y hombres que sean protagonistas de este tiempo que parte la noche del domingo 17. Simplificando, como si fuese posible hacerlo, en los extremos tendremos a los que sigan el juego táctico y estratégico que les mueve y, por otra parte, los que cruzarán el puente hacia la apertura y la exploración elevándose al servicio de la persona, la libertad y la paz.

Los mensajes del sentido común, la invitación a mirar lo que este pueblo y sus líderes pudieron hacer en la transición, con sus humanos defectos, pueden abonar la tierra debilitada para que no tengamos más que una década en que se perdió el ímpetu hacia una mejor vida para todos, obteniendo el auténtico reconocimiento del mundo. La mirada con grandeza puede encontrar muchas buenas respuestas para el futuro descubriendo en lo despreciado las razones que crearon un clima propicio y observable. Quienes sean artesanos de juntar los pedazos del vaso quebrado y los vuelvan a unir con pegamento espiritual serán reconocidos por la historia, porque este es un asunto de ética política, como la que practican los constructores de la sociedad.

Los acuerdos se nutren del sacrificio del descubrimiento del otro, también de asumir el riesgo, como lo hicieron aquellos que se admira en los discursos porque ayudaron a la paz del mundo. Sólo los valientes pueden hacerlo, porque de su boca salen palabras buenas que ayudan a edificar la casa. Ello se sostiene en la coherencia con lo que anida el corazón. El corazón finalmente se mostrará en sus intenciones por medio de las palabras y la obra.