RELOJ DE ARENA La sombra de las noticias
Era la obra pública más importante que acometía el Chile republicano el siglo antepasado. Tal vez la más importante del continente sudamericano. El 1 de octubre de 1852 se iniciaba en Valparaíso, sector Barón, la construcción de la vía ferroviaria que uniría el puerto con la capital.
Formaciones militares, bandas de músicos y un arzobispo, monseñor Diego Antonio Elizondo, que daría su bendición a las obras.
La primera piedra tenía una leyenda "Gobernando el Excmo. Señor don Manuel Montt, se dio principio a la obra del Ferrocarril entre Santiago y Valparaíso" y, como corresponde, una inscripción en latín "Perseverantia omnia vincit".
¿Qué será de esa primera piedra? En una de estas aparece y se paralizan todos los proyectos anunciados para el lugar. La ceremonia, pese al reconocimiento de la piedra perdida, estaba encabezada por el intendente de la provincia, el almirante Manuel Blanco. El Presidente no estaba. Prefería resultados, no primeras piedras.
Luego de discursos, bendiciones y algún movimiento de las locomotoras, un estupendo banquete en el Café de la Bolsa, preparado por "el famoso epicúreo Maillard", rey de la gastronomía porteña de esos años, según consigna Vicuña Mackenna.
Donde mis ojos te vean
Las obras se prolongaron hasta el 14 de septiembre de 1863, en que corrió un tren en el cual, si viajaba el Presidente de la República de entonces, José Joaquín Pérez. Se quiso asegurar personalmente que el ferrocarril funcionaba. Donde mis ojos te vean. Fue el mismo Mandatario quien, ante un revolucionario submarino que defendería Valparaíso en el bombardeo de 1866, dijo: "¿Y si se chinga?". Fatalmente, la nave se "chingó" y llevó a la muerte a sus tripulantes.
La construcción del ferrocarril fue una obra titánica y su trazado hasta hoy es mirado con asombro dado los medios con que se contaba. Entre los problemas de la obra se anota un cambio en la ruta que corría por la costa hasta Concón. La falla sumió en la depresión, luego en la locura y, finalmente, en la muerte al ingeniero responsable, Jorge Maughan, inglés.
Esta odisea nacional, proyecto que databa de 1842, vigente hasta el día de hoy, tuvo complejos respaldos económicos y varios Presidentes al acecho, pero no contó con el respaldo del oficialismo comunicacional. Pese a ello, fue por años noticia en la prensa nacional e incluso en los diarios de Londres, cuando se buscaba financiamiento internacional para el ambicioso proyecto.
Algo increíble en estos días en que "gobernar es comunicar". Algún tratadista dirá que la magnitud de la obra o de alguna medida se impone "por su propio peso" y no necesita muletas comunicacionales.
La importancia de la comunicación social fue asumida sistemáticamente por el régimen nazi de Hitler, quien nombró a uno de sus más fieles cercanos, el doctor Joseph Goebbels, en un cargo nuevo, focalizado en el manejo de la información, el ministro de Propaganda. La tarea de Goebbels fue metódica, utilizando la prensa debidamente censurada y también la radio, ya dominante como medio de comunicación en los años 30 del siglo pasado.
Centró su trabajo en la censura a los despachos de los corresponsales extranjeros radicados en Alemania y también utilizó el rumor como instrumento de su tarea interna.
Tras la obligación impuesta a los judíos de llevar una estrella amarilla para indicar su condición racial, propaló que, en los Estados Unidos, años 40 del siglo pasado, se obligaba a los alemanes y a sus descendientes, unos 30 millones en esos tiempos, a exhibir una esvástica negra en su tenida.
Mensaje de un suicida
El trabajo de Goebbels y sus colaboradores, el perfeccionamiento de políticas de control de medios y de la cultura en general, podría aparecer sólo como historia de un fanático que terminó suicidándose.
Sin embargo, su sombra siniestra y su premisa no escrita de "gobernar es comunicar" se mantiene vigente. En algunos regímenes es parte del sistema, sin discusión. Sostenía el ministro de Propaganda que "el principio de la libertad de prensa es un principio que ha sido sobreestimado y que comienza a perder su prestigio en el mundo entero. La libertad debe hallar su límite allí donde comienza a chocar con los derechos y los deberes del pueblo y del Estado".
Estos conceptos de hace casi 80 años son válidos en muchas latitudes y se miran como ejemplo en algunos frentes. Juzgue usted.
En nuestro medio hemos asistido en los últimos tiempos a una queja casi constante sobre la conducta de los medios que destacan aquello que es ingrato en vez de aquello que es de lindos colores, obra de la autoridad de turno.
Se denuncian fake news y recientemente se creó, idea oficial con patente de independencia, un grupo de "guardianes de la verdad" que vela por la pureza de los contenidos de los sistemas informativos.
¿Y quién es el dueño de la verdad? Vieja pregunta que se da en múltiples planos.
Pero la molestia por el "descuido" de los medios por las actividades oficiales a veces llega a extremos, como el caso aquel en que el Presidente Gabriel Boric se quejó de la falta de cobertura televisiva a la inauguración de una renovada plaza en la comuna capitalina de Renca, actividad en la cual estaba presente el Mandatario. Incluso lució su buen estado físico en unas barras destinadas al ejercicio de los residentes del sector.
Las piruetas omitidas
La omisión de las piruetas del Presidente en las pantallas derivó, finalmente, en el cambio del presidente del directorio de Televisión Nacional, canal supuestamente público, que debe estar en su línea editorial por encima del bien y del mal. Y volvió a ese cargo el locuaz Francisco Vidal, de larga trayectoria mediática. En el caso que molestó a Boric la noticia de la renovada plaza, buena noticia sin duda para los vecinos, competía con la formalización de los implicados en el caso Democracia Viva y la detención del indultado Luis Castillo, "El Insurrecto". Sabido es que una noticia mata a la otra, aunque sea molesta para el guaripola de turno.
Pero los remezones y quejas no terminan ahí y aparecen en La Moneda misma, donde esta semana fue removida la directora de Comunicaciones de la Presidencia, Tatiana Klima, siendo reemplazada por la periodista Nicole Vergara.
Estos cambios en altura tienen por cierto réplicas en niveles inferiores, intentando conciliar las diversas sensibilidades del Frente Amplio y mostrar al país los logros del oficialismo.
En fin, estas movidas de los mensajeros pareciera que no resuelven el problema de las materias por comunicar, cuando el mensaje de la realidad, de todos los días, no es nada de bueno y resulta complicado; imposible tapar el molesto sol con un dedo.