Mucha Tele: el libro que relata el mundo de la TV en dictadura por sus protagonistas
Los periodistas porteños Marcelo Contreras y Rafael Valle son los autores de esta investigación de una pantalla marcada por la diversidad programática, a pesar de que sólo había cuatro canales. Esa paradoja fue clave para este trabajo que se lanza el sábado 20 en el Paseo Yugoslavo.
Para las nuevas generaciones sonará extraño, pero entre los años '70 y '80 había sólo un televisor en las casas chilenas, el cual se ubicaba en el living y donde la familia se reunía para ver la programación disponible en los cuatro canales que existían, al menos, en la Región de Valparaíso.
Los niños podían disfrutar de espacios como Los Bochincheros, La Cafetera Voladora o El Mundo del Profesor Rossa; mientras que los más grandes podían entretenerse con espacios como Sábado Gigante, Dingolondango y Jappening con Ja. Además, hubo espacios de conversación como La Quinta Pata al Gato, teleseries que son un clásico hasta ahora como Los Títeres y La Torre 10, estelares como Martes 13 y programas de prensa como Informe Especial.
Espacios que, en su mayoría, nacieron durante la dictadura (1973 -1990), un periodo donde se consumió mucho contenido televisivo y en el que los canales tuvieron que acudir a su creatividad para poder seguir al aire, ante el corte del financiamiento estatal y la necesidad de hacerse comercial, así como la llegada de nuevas tecnologías como el color.
Todos estos vaivenes, junto con anécdotas, recuerdos y polémicas recoge el libro Mucha Tele (Ed. Fondo de Cultura Económica, 2023) escrito por los periodistas porteños Marcelo Contreras y Rafael Valle, y que será lanzado este sábado 20 (12 horas) en la librería FCE Manuel Rojas, ubicada en el Paseo Yugoslavo, Valparaíso.
La estructura
El libro requirió entrevistar a muchas personas y transcribir varias horas de conversación. Entre las figuras que aparecen se encuentran Mario Kreutzberger, Don Francisco; Santiago Pavlovic, Mercedes Ducci, Antonio Vodanovic, Juan La Rivera, Paulina Nin, Alfredo Lamadrid, Fernando Alarcón, Sergio Riesenberg, Ana Rosa Romero y Malucha Pinto.
Ambos autores reconocen que contactar a los protagonistas fue una de las complicaciones que sorteó la investigación iniciada en 2018 -y que, incluso, significó que algunos personajes no quisieran hablar-, aunque la pandemia les permitió llegar a más personas por el uso del Zoom. Lo otro fue organizar el material, pues era "muchísimo".
"Ensayamos y discutimos qué opciones teníamos hasta que finalmente nos dimos cuenta que la mejor opción, en definitiva, era organizar este relato coral, que además a nosotros nos da una cierta libertad en la medida que no es necesaria nuestra presencia. A pesar de que nuestra presencia está absolutamente manifiesta respecto de lo que es una estructura y cómo editorialmente organizamos el trabajo. Pero tuvimos, creo, la claridad de comprender de que aquí lo valioso eran los relatos y que nuestro trabajo de enfoque tenía que verse, precisamente, en cómo hacíamos dialogar a los distintos actores", dice Contreras.
Valle agrega: "Al principio queríamos hacer un libro que, en el fondo, nosotros pudiéramos agarrar la cuña (cita) y meterla en el contexto de un párrafo con mucho más formalidad. Y de repente Marcelo me dice, en realidad son tan ricos los testimonios que dejemos las voces".
Minuciosa labor
"Un trabajo arduo fue justamente encajar las piezas, que pudieran dialogar, que tuviera cierta coherencia o, incluso, las contradicciones de que uno dice una cosa y el que viene después dice otra. También nos interesaba eso. Siempre cuando tú cuentas estas historias, y han pasado también tantos años, obviamente van a aparecer contradicciones o porque te traicionan la memoria o porque, de alguna manera, la memoria también tuerce un poco las cosas", sostiene Rafael Valle.
"Lo otro tiene que ver con como poder estructurar y comprender los ciclos que se terminan identificando en estos 17 años y ahí Rafa tuvo harto olfato respecto de comprender qué periodo englobaba tal cosa", acota Contreras.
Es así como el libro tiene un primer capítulo que va desde 1973 a 1977, que muestra una etapa en la que "hay una suerte de transición de la manera que la dictadura estaba implementando el modelo neoliberal y que a su vez se terminó implementando la televisión", dice Contreras; le sigue el periodo de 1978 al 1989 con la televisión a color; un tercero del 81 al 85; y del '86 al '90.
Otra decisión que tomaron fue "no sobre intelectualizar todo esto, porque en definitiva esto es un relato pop, que tiene que ver con memoria colectiva, con recuerdos que todos compartimos y son figuras absolutamente populares", sostiene Marcelo.
Derrumbe de mitos
Durante la investigación se encontraron con sorpresas. "La primera suposición que se hace es que la dictadura tenía todo fríamente calculado y la verdad que no es así. O sea, nos dimos cuenta de que lo que sucedía muchas veces, no sé si era improvisación, pero básicamente los militares no tenían ninguna noción de cómo se manejaban grandes medios de comunicación", dice Contreras.
Y detalla: "A pesar de que en un momento, sobre todo en Televisión Nacional, fue 'aquí llegaron los militares y aquí se va a hacer lo que nosotros decimos', finalmente ellos tenían que trabajar con la gente que ya estaba haciendo la televisión y que venía de la Unidad Popular. Tuvieron que adaptarse. Creo que ese fue una especie de prejuicio que se derribó".
"Por otro lado, la gente tenía que seguir trabajando también. Ahora es muy fácil, con el juicio del tiempo, apuntar sobre todo a los servicios informativos, de decir 'oye, por qué no contaron esto, no revelaron esto otro', y bueno la gente está bajo una situación absolutamente compleja, en un país donde la disidencia era castigada en forma brutal", manifiesta.
"Hay un tema también -continúa por su parte, Rafael Valle-, con esto del circo de la dictadura, cuyo mejor ejemplo es el Jappening. Y una de las cosas que pudimos comprobar es que efectivamente no es que hubiese una instrucción, de que los militares dijeran 'ya vamos a hacer entretención o vamos a hacer evasión para que la gente no piense'".
"Básicamente había áreas bien controladas, sobre todo en Televisión Nacional como prensa, pero muchas de las cosas que se dan son por una suerte de autocensura o de pauta que hacía la gente que producía los programas, que los dirigía, de hacer programas de entretención, porque claramente ellos sabían que es el terreno por el cual se podían mover", indica.
Diversidad programática
"Esta falta de pautas, a pesar de que se sabía que tenía que haber un acento con la entretención, permitió que la televisión se desarrollara en distintas áreas. Es algo que nos resultó llamativo y fue uno de los puntapiés para investigar esto: la paradoja que se da de que era una época donde había solamente cuatro canales, una era absolutamente pre Internet, y la variedad temática y programática que ofrecía la televisión en ese tiempo no tiene mucha comparación con lo que sucede hoy en día la televisión", destaca Contreras.
Otro tema que sorprendió a los autores fue la gran industria que era la televisión en aquella época generando empleos en distintas esferas, desde técnicos y productores hasta artistas, gracias a espacios como estelares, teleseries y otros.
Son hechos que "te dan cuenta de una industria que hoy en día también resulta súper extraña por la uniformidad de contenidos que existe. Además la televisión está en una crisis, su audiencia está envejeciendo, pero en ese tiempo tú tenías cautivo desde el niño hasta el abuelo de la casa", finaliza Contreras. 2
Flor Arbulú Aguilera
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