Edificio Esmeralda, símbolo regional
El director de Obras Municipales, Matías Valdés, envió un oficio exigiendo a las autoridades abandonar el inmueble de forma inmediata.
Pocas controversias muestran el nivel de improvisación de la que son capaces nuestras autoridades regionales y comunales, sin distinción, como la surgida en estas intensas primeras semanas de 2024, en torno a los informes que revelan los graves incumplimientos del edificio Esmeralda, donde funcionan las oficinas de la Gobernación Regional, la Delegación Presidencial, varias de las seremis y un montón de servicios importantes, así como las subsecuentes órdenes perentorias para abandonar dicho inmueble. Primero fue el informe de la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC), que expuso con claridad todos los errores cometidos por distintos gobiernos en la instalación de los sistemas de energía, al punto de admitir que no es posible arreglar esos problemas sin acometer cambios estructurales mayores, al menos del séptimo piso hacia arriba, de cuyo financiamiento nadie se quiere hacer cargo en forma total.
Ahora surge un oficio firmado por el director de obras de Valparaíso, Matías Valdés, en el cual admite sentirse profundamente preocupado por lo que dicen "los periodistas" sobre la situación del edificio más importante de la administración pública regional, para luego exigir que dicho inmueble sea desalojado inmediatamente y advertir que existe un trámite de regularización pendiente, para cuya solución entrega un plazo de 45 días. Si el DOM permite por tantos años este grado de incumplimiento en la edificación más notoria del plan porteño, el edificio que destaca en cualquier paneo desde los cerros, es mejor no aventurar qué pasa con otras construcciones, patrimoniales o no, de la capital regional.
Peor aún es que toda la preocupación surgida en estos 29 días de enero no alcanzó para que las autoridades acordaran un "plan b" y es muy probable que se llegue a marzo sin una solución definitiva para el edificio Esmeralda. Menos probable todavía es una fórmula que dé certezas a los cientos de funcionarios que trabajan allí y los miles de ciudadanos que cada semana acudían a esas instalaciones para exponer o resolver algún problema. Más allá de la fuerte carga simbólica que tiene el vaciamiento del principal edificio del poder regional y la diáspora de sus autoridades y administrativos, la situación describe con transparencia la incapacidad resolutiva de las personas que, elegidas o designadas, dirigen los destinos de esta zona con más improvisación que estrategia.