La escondidiza
Joaquín García-Huidobro
Sigo en South Bend, en una estancia de investigación con un grupo de académicos y alumnos de posgrado. La nieve se ha derretido y han aparecido las ardillas. En esta zona del país uno siempre ve cosas sorprendentes. Por ejemplo, los amish, un grupo protestante que vive como si estuvieran en el siglo XVII. A veces se ve a algunos por los caminos rurales, no se mueven en auto, sino en coches tirados por caballos, como en las películas del Oeste.
Por contraste, las tiendas de comida en el campus de la Universidad de Notre Dame envían sus sándwiches y bebidas en unos pequeños robots de cuatro ruedas. El otro día encontramos uno atascado en la nieve, al costado del camino. Se ve que algo le pasó a sus sensores y se desorientó. O quiso esquivar a un peatón y se salió de la ruta. Lo tomamos y lo pusimos nuevamente en su camino: "Thank you, very much", nos dijo, y siguió adelante, con su simpático aspecto de Star Wars.
Otras veces, las sorpresas son de otro tipo, de carácter intelectual. Yo me dedico a la filosofía, y he visto que han aparecido en los últimos años muchos y buenos libros sobre un tema que desde hace más de un siglo casi nadie había tratado: the philosophy of humility, la filosofía de la humildad. Una profesora de esta universidad, Mary Kies, publicó hace poco un libro sobre el orgullo, la política y la humildad. El interés por esta cuestión ha rebasado el ámbito de la filosofía. Incluso en el campo de la administración de empresas hay personas que se interesan y escriben sobre esta virtud.
¿No te parece notable, que se revalorice esta actitud tan grata? Sin embargo, ¿quién puede decir que, de verdad, es humilde? Solo conozco un caso en toda la historia humana de alguien que dijo con fundamento: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón". Has oído su nombre muchas veces: se llama Jesucristo.
Es una virtud muy agradable y que suele escasear. Conocí a una persona para la que había sólo un tema en su vida: él. Repetía la palabra "yo" varias veces por minuto. Comprenderás que era una actitud molesta y, además, bastante ridícula.
La humildad, que no es apocamiento, evita muchos problemas. ¿Cuánta gente hay que se amarga la vida porque tiene una preocupación excesiva por quedar bien? No pretendo que te propongas ser odiado por el resto de los habitantes del planeta, pero hacer todo en la vida en función del auditorio es una soberana tontería, además de ser una forma muy sutil de esclavitud. Hay quienes hacen el mal no porque quieran, sino porque no se atreven a actuar de modo distinto de lo que diga u haga el grupo de sus compañeros de curso o amigos.
La humildad es una virtud protectora, porque lleva al ser humano a no idolatrar la propia excelencia, permite entender que la vida está para servir a los demás y no para ser el centro del mundo.
Cuando la autorreferencia llega a ser patológica hablamos de "narcisismo". Narciso era un personaje de la mitología griega que una vez cruzaba un bosque y se encontró con una fuente. Se acercó, y vio reflejado en ella un rostro de gran belleza: era él. Tanto se enamoró de sí mismo que pasó el resto de su vida contemplándose. Terminó por arrojarse al agua y morir.
Una de las características más notables de la humildad es la capacidad de reconocer los propios errores y de pedir perdón. Quien procede de esa manera tendrá una gran ventaja en la vida profesional porque será una persona confiable.
La humildad es una virtud escondidiza, como las ardillas en invierno, pero muy desafiante. Ella nos pregunta, siempre en voz muy baja: "qué buscas en esto que haces?", "¿por qué no te alegras con los talentos ajenos?, ¿"para qué empleas las redes sociales?"
Muchos en nuestro tiempo parecen no entender estas cosas, que están tapadas por una gruesa capa de exitismo, indiferencia e individualismo. Se demoran en descubrir el valor de algo tan grande como la pequeña virtud de la humildad. Les sucede como ese campus de la universidad, que estaba un tanto muerto, por la nieve que tenía encima. Hasta que llegó el sol, la derritió y ahora esas ardillas que estaban escondidas corretean de un lado para otro.