El delicado arte de siempre llegar tarde
Dos incendios en poco más de un año dan cuenta no sólo de lo poco preparados que estamos, sino de nuestra devastadora soledad.
Por la imprevisibilidad de los ataques intencionales, las altísimas temperaturas y el fuerte viento reinante en la Región de Valparaíso, el incendio bíblico que asoló buena parte de Viña del Mar, Villa Alemana y Quilpué no podía ser impedido, pero sí previsto.
¿Por qué no se tomó en serio desde el primer minuto (bomberos ya tenía encendidas sus alertas) y con máxima radicalidad el incendio en el Fundo Las Tablas, antes de que éste cruzara la Ruta 68 y atravesara toda la reserva forestal? ¿Por qué el agua y los camiones aljibes no llegaron a tiempo? ¿Dónde estaba el personal de emergencia en las evacuaciones? ¿Cuál fue el rol de las FF.AA.?
La reacción, que de eso se trata todo esto, fue visiblemente tardía. Pese a que la delegada presidencial regional, Sofía González, suspendió sus vacaciones para hacerse cargo de la emergencia, las primeras decisiones -si existieron- estuvieron en manos de la subrogante Paula Gutiérrez, quien se sumó a los titubeos de La Moneda, que primero anunció su recientemente bautizado Comité de Gestión de Riesgo de Desastres (Cogrid) para el sábado por la mañana y luego, gracias a algún criterioso, lo implementó a medianoche. En Valparaíso, en tanto, los liderazgos se perdían entre frases sentidas y clichés ("No hay que causar alarma. Vienen bomberos de la RM y de Coquimbo. Hay muertos, pero no sabemos cuántos. Es una situación bastante dantesca, pero no hay que causar alarma", decía el gobernador Mundaca; "Estamos frente a una catástrofe sin precedentes", agregaba la alcaldesa Ripamonti; "Salgan de sus casas", sumaba uno; "abandonen sus casas", respondía el otro). En toda esa barahúnda, se perdieron minutos y horas preciosas. ¿A nadie se le ocurrió decretar el Estado de Excepción durante la tarde del viernes para evitar el atochamiento de automóviles en Viña del Mar en pleno verano? ¿Quién se hizo cargo de coordinar y priorizar el despacho de los cuerpos de bomberos a los sectores siniestrados? ¿Alguien tuvo, en algún minuto durante la tarde del viernes un mapa a la vista con los lugares amenazados? ¿Por qué seguían hasta ayer cobrando peajes? ¿Cuántos muertos hay? ¿Por qué, a sabiendas del pronóstico, no se tuvo batallones de primera respuesta con carros de bomberos, personal militar y camiones aljibes instalados a las 6 de la mañana en los sectores donde se dirigía el fuego naturalmente, como El Salto o Limonares?
Es sólo cosa de ver las imágenes de televisión para darse cuenta de que fueron los propios vecinos los que debieron cuidar y levantar los cadáveres en las poblaciones quemadas, los mismos que manguerearon los techos de sus casas para bajar la temperatura ante la cercanía de las llamas. Ellos, quienes decidieron si evacuaban o no y se llevaban un perro, un colchón o un balón de gas. El Estado no estuvo presente y esto no es una opinión ni tampoco una cuestión política: de nada o muy poco sirven las frases del estilo "no los vamos a dejar solos". La catástrofe, una vez más, les quedó grande.