La Charawilla: "La palabra y la música fueron un refugio contra el acoso escolar que sufrí"
ENTREVISTA. La artista presenta su nuevo disco, "Cuecas para no bailar", y dice que quiere "ponerle punk rock" al baile nacional.
Amelia Carvallo
Daniela Sepúlveda, más conocida como La Charawilla, aborda en su último disco la cueca, el canto a lo poeta y la décima espinel con su impronta punk y su amor por Valparaíso, el lugar que eligió para vivir cuando era una niña viñamarina que fantaseaba con el under porteño. La placa se llama "Cuecas para no bailar", está en plataformas digitales y tiene nueve canciones.
"Soy hija única de una familia pequeña, por muchos años no tuve primos, era tímida en los espacios con mis pares, me sentía más cómoda con los adultos, además con el asma y la alergia no se me daba muy bien el juego físico", cuenta sobre su infancia conducida por una madre educadora de párvulos que la integraba en sus espacios laborales donde Daniela empezó, a los doce años, a enseñar música a los pequeños, lecciones básicas de piano que ella misma aprendió de un viejo manual. "Me crié en un aula y siempre la enseñanza ha estado presente en mi vida, el escenario va de la mano con la educación", dice y también recuerda que en quinto básico ganó un concurso de música con una canción de su autoría que era de temática ecológica.
-Y la escritura, ¿cuándo partió?
-Hace poco encontré un cuaderno de poesías de cuando estaba en segundo básico. Creo que mi primera forma de interactuar con el mundo fue por la palabra y la música. Fue un refugio contra el acoso escolar que sufrí, lo pasé mal en mis años escolares, odiaba ir al colegio, pero, a fin de cuentas, hoy agradezco eso porque creo que me llevó al arte, me vi en la obligación de refugiarme en la palabra y la música.
-¿Cuándo llegaste a Valparaíso?
-Fue alrededor de los 23 años y fue en el puerto, viviendo sola, que me subí a un trole a cantar porque me había quedado sin pega y sin plata. Siempre me acuerdo de ese primer escenario móvil traqueteando por la Avenida Colón. Allí descubrí que iba a ser cantora, que mi terapia frente al daño iba a ser cantar.
-¿Y tu nexo con lo rural?
-En 2009 me fui a vivir a una zona rural de Rancagua con la idea de estar en contacto con el campo, salirme del sistema, muy conectada con la permacultura y la autosustentabilidad. Allí me encontré con los payadores y los cantores, con la décima, la guitarra traspuesta y el guitarrón chileno. Me di cuenta que había un tesoro en el campo de Chile y que era urgente perpetuar ese legado. En esos años nació La Charawilla, que es una expresión que encontré en las Décimas de Violeta Parra. Así le decía su papá a ella, porque era muy buena para hablar, igual que yo.
La décima
"La décima es una concreción asombrosa de la capacidad creadora de nuestra comunidad. En diez versos octosílabos, consonantes, se dice lo sustantivo de este mundo y del otro, en un encuentro admirable de la profundidad y la sencillez, de la sensibilidad y la inteligencia, del respeto a la tradición y de temeridad innovadora", escribía el poeta y docente Fidel Sepúlveda.
Daniela tuvo acceso a este arte de la mano de un cantor ciego que vivía en Chancón, cerca de Rancagua. "Comencé a visitar a don Salvador Pérez Medina y a rodearme de ese mundo, empecé a ir a las ruedas y vigilias que se hacen en el campo. Y a pesar de que no soy creyente católica vi que allí estaba la enjundia del canto a lo divino, el amor y la simpleza que hay allí están en su expresión más pura", enfatiza.
En 2014, a raíz de los incendios en Valparaíso, volvió al puerto como voluntaria y terminó quedándose. Además, fue madre de una niña que más la ancló a su familia materna: "Ese regreso también significó reencontrarme con mis raíces urbanas, mis años universitarios cuando estudié Música en la Universidad de Valparaíso. Me fui del puerto con cadenas y pantys rotas y volví con poncho y trenzas. Ya en 2015 mis composiciones eran feministas, porque no tenían la visión de la mujer sufrida. En mi canción 'El hombre cacho' hablo de eso y el espacio natural que las acogió fue el de las disidencias y el feminismo".
En 2019 publicó su primer disco "La diabla en el paraíso" tocado con guitarra traspuesta y centrado en sus correrías porteñas. "Quiero ponerle punk rock a la cueca, consolidar una propuesta disruptiva y para eso opté por un formato de banda en la que convoqué a amigos músicos. Yo creo que lo que hago es post cueca", y aquello queda bien claro en composiciones como "Floves", una dulce canción donde hay viola y guitarras, una letra íntima donde La Charawilla expone el vínculo que tiene con la música. ¿Y por qué se llama "Floves"? Porque es como su hija podía decir "flores".
-Supe que estás haciendo boleros.
-Sí, y mi primer elemento disruptivo van a ser las letras, hace rato me picó el bichito de hacer boleros, estoy trabajando en un EP de tres boleros con el eje en el placer, en la pasión y en la sensualidad femenina. En la tradición clásica del bolero no hay un sujeto femenino activo en las letras, el repertorio no explora esa posibilidad, así que me fui de cabeza a componer desde mi punto de vista.
"