El anuncio de la ampliación de querella por parte del abogado Mario Zumelzu, esta vez por cuasidelito de homicidio por los fallecidos en el incendio del 2 de febrero en contra de la alcaldesa de Viña del Mar, Macarena Ripamonti, el gobernador regional, Rodrigo Mundaca, y la delegada presidencial regional, Sofía González, parece haber olvidado un elemento clave en esta historia, cual es que la máxima potestad administrativa la tenía, al minuto de no dimensionar la emergencia, la delegada subrogante, seremi de Justicia Paula Gutiérrez Huenchuleo.

De acuerdo con lo que se ha podido reconstruir de aquel desbordado primer viernes de febrero, tras la activación de la "alarma roja" por parte de Senapred a las 12.50 horas, vinieron el anuncio de Conaf sobre un "comportamiento extremo y generación de pavesas" (13.29 horas); la comunicación de "un incendio sin peligro a viviendas", según el director (s) de Senapred, Felipe Estay (14.10 horas); y el que quizás sea un elemento clave en la investigación: "No hay ningún tipo de riesgo ahora por afectación de viviendas", dicho por Gutiérrez, a las 14.52 horas. No porque ello no haya sido cierto, por cuanto a esa hora no está demostrada la amenaza concreta sobre casas, sino por lo que la frase transmite a la población: tranquilidad ante el que terminaría siendo, en boca del propio Presidente Boric, la catástrofe nacional más grande después del 27-F. En algún minuto, con el desastre ya desatado, la delegada titular, Sofía González, volvió de sus vacaciones y ofició un Comité de Gestión de Riesgo de Desastres (Cogrid), del cual sólo hay registro de fotos pasadas las 22 horas (la ya clásica imagen de las caras de circunstancia de Gutiérrez, González y Ripamonti, esta última con traje de brigadista). ¿Qué pasó efectivamente entre el inicio del fuego en Las Tablas -ubicado cronológicamente al mediodía del viernes- y el Cogrid de esa noche? ¿Hubo comunicación de la urgencia a La Moneda y, de ser así, se transmitió de buena manera lo que estaba ocurriendo? Parece que no, por cuanto la orden inicial del Presidente Boric, corregida más tarde por la ministra del Interior, Carolina Tohá, fue la realización del Cogrid nacional recién al día siguiente. Pregunta ingenua: ¿Tenía las capacidades y estaba preparada la seremi de Justicia Paula Gutiérrez Huenchuleo para subrogar un cargo de esas características? Si la respuesta es afirmativa, ¿por qué fue relevada de su función en medio de la emergencia? Ahora, si es negativa, no hay más preguntas, Su Señoría...

Sebastián Piñera, a quien conocía desde 1990, fue sin duda una persona excepcional, dotada de un amplio -aunque obviamente no perfecto- abanico de virtudes y atributos, que desplegó fructíferamente en diversos planos, desde la vida familiar hasta la conducción del Estado, pasando por la amistad, la academia y la empresa, siempre al hilo de una búsqueda infatigable de nuevas experiencias, conocimientos y vías para mejorar las cosas. Ante todo, como en muy pocas personas que haya conocido, en él se entrelazaban muy bien dos pulsiones: una fuerte disposición a disfrutar la vida al máximo y un profundo sentido del deber hacia sí mismo y hacia los demás.

¿Cuál es su herencia política? Por siempre nos recordará probablemente el gran valor que tiene una diestra gestión del aparato gubernamental. Pero, a mi juicio, lo más relevante es su decisiva contribución a la evolución de la derecha chilena, a la que instó a ser una auténtica centroderecha, alejada de los extremos, con vocación de mayoría, reformista, dialogante, dispuesta a los acuerdos, con los mayores tintes liberales posibles en una coalición en que hay también conservadores, atenta a la evidencia y al conocimiento experto y alejada -más allá de los pecadillos inevitables en la materia en todo político- del populismo y la demagogia.

Su papel puede compararse con el de Ricardo Lagos en la izquierda. Pero en algún sentido, Lagos lo tuvo más fácil, pues contó con el viento a favor de los numerosos intelectuales y políticos de su sector que, a partir de la revisión crítica de la Unidad Popular, habían abierto el camino hacia una socialdemocracia bien avenida con la libertad de mercado. Piñera, en cambio, fue inicialmente resistido en su sector. Era el que había votado contra Pinochet y que empujó importantes acuerdos con Patricio Aylwin. Pero eso fue cambiando, en parte porque después de veinte años de intentos fallidos, comenzó a parecer claro, como lo sigue pareciendo hoy, que sólo una derecha así podría llegar al gobierno en Chile. Además, Piñera atrajo a una nueva generación de políticos, que resultó determinante especialmente en el período más crítico de su segundo gobierno, cuando volvió a privilegiar una solución institucional pactada.

Por desgracia la polarización volvió, primero a la izquierda y luego a la derecha. Pero puede que eso se esté revirtiendo. Y acaso la tristísima muerte de Sebastían Piñera, a pesar de la gran falta que hará, dé un nuevo empujón en esa dirección. El Presidente Boric reconoció que su sector incurrió en querellas y recriminaciones excesivas en su contra. La centroderecha volvió a encontrar su propio tono de voz. No habrá un único heredero o heredera del Presidente Piñera, sino una valiosa herencia política que es tarea de muchos preservar y mejorar, con constancia y coraje.