LA TRIBUNA DEL LECTOR
POR FERNÁN RIOSECO, ACADÉMICO DE LA UNIVERSIDAD DE VALPARAÍSO
Volar en círculos
Si el gran John Le Carré estuviera vivo, tendría serios problemas para imaginar una trama como la del secuestro con homicidio del exteniente venezolano Ronald Ojeda. Incluso una mente como la del escritor británico, entrenada en la disciplina del espionaje, inteligencia y contrainteligencia, se sorprendería con los giros imprevistos (y poco convincentes) de esta mala novela negra que algunos nos quieren contar.
La realidad, dicen los entendidos, supera a la ficción.
Es cierto que la prudencia aconseja esperar hasta el término de la investigación de la Fiscalía para confirmar o descartar el móvil político en el asesinato de una persona que, es bueno recordarlo, tenía el estatus de refugiado político en Chile. Pero la realidad, contra la que algunos se estrellan una y otra vez, es mucho más complicada: nunca se logrará demostrar la participación de la dictadura de Maduro y compañía en este deleznable crimen, porque las pruebas en verdad no son pruebas. La omertá, en su versión tercermundista, impondrá, como siempre, el silencio.
El problema, ya no para el gobierno, sino para nuestro país, es que el régimen de Maduro no es el único que ha puesto o puede poner en riesgo nuestra soberanía y la seguridad nacional. Hace pocos días, el gobierno de Luis Arce en Bolivia profundizó los lazos con Irán, que se iniciaron en la década del 2000 entre Evo Morales y Mahmud Ahmadineyad, y que se concretaron en septiembre del año pasado en un acuerdo bilateral opaco y hermético. ¿Qué busca Bolivia con este acuerdo? ¿Qué gana Irán con este convenio?
Muchos expertos sostienen, con razón, que debemos mantener relaciones diplomáticas con la dictadura de Maduro por razones estratégicas. Coincido, pero agrego que es hora de tomarse en serio ese gran problema llamado Bolivia. Para nadie es un misterio que la inmensa mayoría de la migración irregular ingresa a Chile por Colchane, con el auspicio del gobierno boliviano que se niega a la reconducción de cualquier inmigrante ilegal que no sea boliviano. Con Perú, hasta ahora, no tenemos ese problema.
En casos análogos, la Unión Europea impone sanciones a los países no colaboradores: exigencia de visado o pasaporte, reducción del número de visas, cierre temporal de fronteras e, incluso, la suspensión de acuerdos económicos, de comercio, transporte y otros similares. ¿Por qué luego de dos años no hemos sido capaces de llegar a un acuerdo razonable con Bolivia?
Mi conjetura es que existe una afinidad ideológica muy profunda entre el gobierno de Boric y el régimen de Arce. Para muchos de los que hoy están en el gobierno, el exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, es una especie de gurú intelectual del marxismo latinoamericano, y a quien admiran incluso más que a referentes de la izquierda radical como Fernando Atria o Carlos Ruiz.
Sin embargo, gobernar implica dejar de volar en círculos y tomar decisiones incómodas.
Aún estamos a tiempo.