RELOJ DE ARENA Nuestros días de cine
Una larga cadena de salas de cines cubría desde Playa Ancha hasta Santa Inés, cerro donde terminaba la planta urbana de Viña del Mar. Salas de diversa capacidad y de variada categoría, pero que concentraban, especialmente fines de semana, a miles de personas que disfrutaban de filmes de las más diversas calidades y orígenes.
El cine había llegado a Valparaíso, discretamente, el 10 de diciembre de 1896. Ese día el empresario Andrés Cordero reunió en un local de calle Condell a un escogido grupo de invitados, principalmente a representantes de la prensa, "a presenciar la maravilla fin de siglo", según escribe el infatigable Roberto Hernández en su libro "Los primeros tetaros de Valparaíso".
Reacciones variadas en los diarios locales. Lógico asombro ante esas imágenes que mostraban escenas, con personas de carne y hueso, que se movían. A la vez se hacía presente "cierta trepidación en la imagen que fatiga un tanto la vista".
Este Diario dudaba de una aplicación "por ahora" del sistema y postulaba "amalgamarlo con otros inventos, por ejemplo, el fonógrafo, la fotografía en colores…". En suma, cine sonoro y en colores, lo que llegaría unos 30 años después.
Gardel y el cine
Con todo, el cine había llegado y, pese a su mudez, se imponía en el mundo y en esta ciudad ya en los primeros años del siglo XX. Las salas, adaptadas, compartían el espectáculo teatral en vivo con música y filmes ya no tan vacilantes y bien argumentados. Así, en 1919, en el "Olimpo" de Viña del Mar se exhibía "La mujer y la ley", cinta inspirada en el homicidio cometido en Estados Unidos por Blanca Elena Errázuriz Vergara, nieta del fundador de Viña del Mar. La mujer, finalmente declarada inocente, había dado muerte a tiros a su conflictivo esposo John de Saulles. En tanto, en septiembre de 1917, Carlos Gardel se había presentado en el Teatro Colón de Valparaíso compartiendo escenario con la serie cinematográfica "El misterio de la mancha roja" y el filme francés "Último amor". Las películas eran acompañadas de un pianista que adaptaba su repertorio a las escenas mudas.
El cine en pocos años se impuso, sonoro y en colores. Tenía en buena medida un sentido democrático, pues abría el espectáculo a todos los sectores sociales y a todos los barrios de la ciudad, lo que no ocurría con el teatro tradicional y menos con los conciertos o la ópera.
La cadena de salas partía en Playa Ancha con los cines "Iris" y "Odeón", continuando con el "Mauri", cerro Florida, siguiendo con el "Palermo", Recreo, y cerrando con el "Prat", Santa Inés. En Viña del Mar había concurridas salas de barrio, como "Oriente", calle Quillota, convertida hoy en local de venta de neumáticos, "Gratry" y "Crav", recintos pertenecientes a importantes industrias de la ciudad, pero abiertas al público.
Más formales eran los teatros "Avenida", "Pacífico", "Imperio", "Velarde", "Metro", "Condell", "Real", "Brasilia", "Valparaíso", "Colón", "Victoria" y "Rivolí", todos en el plan del Puerto. En el centro de Viña del Mar ofrecían sus pantallas los cines "Olimpo", "Rialto", "Rex", "Municipal" y "Cine Arte".
Muchos nombres, amplia oferta, con que evocamos nuestros días de cine. Las antiguas salas han pasado del séptimo arte al más variado comercio, principalmente con sello oriental.
Sin augurar el impacto de la televisión y plataformas anexas, la última de las salas abierta en el plan porteño fue el "Brasilia". En los cerros impacto importante de 1951 fue el teatro "Mauri".
La sala fue iniciativa del empresario español Sebastián Collado Mauri, quien encomendó el proyecto al más destacado arquitecto porteño, Alfredo Vargas Stoller, autor de obras como el edificio Cooperativa Vitalicia de la plaza Aníbal Pinto, en su tiempo el más elevado de Chile, y el recordado y elegante Teatro Valparaíso.
"art decó" en el cerro
El "Mauri" no era una sala cualquiera con su estilo "art déco" y sus instalaciones interiores de gran calidad. Inicialmente integró una cadena de cines de barrio perteneciente al empresario Mario Díaz. Posteriormente tuvo usos comerciales hasta industriales, dejando de lado el cine. En los 80 del siglo pasado pasa a convertirse en sala de fiestas juveniles donde resonaba el rock. Curiosamente su convocatoria rompió el ámbito del barrio y cada fin de semana concentraba a cientos de personas.
En el intertanto, el sector se popularizó y se convirtió en centro de atracción turística y cultural, con la apertura al público de La Sebastiana, una de las residencias de Pablo Neruda. La casa había sido adquirida en obra gruesa precisamente a Collado, el mismo del "Mauri", y fue inaugurada en septiembre de 1961. En la gestión de compra, encargo de Neruda, participó la poetisa Sara Vial, porteña del cerro Alegre.
Pero el "Mauri", con su fama arrebatada por La Sebastiana, no estaba condenado a morir. Fue adquirido por la Sociedad Chilena de Autores e Intérpretes Musicales (SCD), entidad que posee otros locales en la capital.
La cultura será protagonista de la tradicional sala porteña con renovadas instalaciones de cine y también para la música y el teatro. Hay importantes inversiones en juego para recuperar las condiciones del proyecto original violentadas por desafortunadas intervenciones, sumando tecnología que será el soporte de nuevos proyectos culturales a partir de 2026.
Así, mirando desde la avenida Alemania, el maltratado "Puerto Principal" invita a rescatar nuestros inolvidables días de cine.