LA TRIBUNA DEL LECTOR Carta abierta al feminismo radical
POR FERNÁN RIOSECO, ABOGADO Y ACADÉMICO DE LA UNIVERSIDAD DE VALPARAÍSO DE VALPARAÍSO
El principal daño que el feminismo radical ha hecho a Occidente es hacer creer que el feminismo es uno sólo. No es sí. El feminismo radical es sólo un movimiento político de extrema izquierda que no representa a feministas liberales como Martha Nussbaum y Rebecca Walker.
Para las feministas radicales, las mujeres son víctimas sólo si piensan como ellas, y los victimarios sólo son castigados si no pertenecen a su nicho político minoritario, ultrón y vociferante. Callan si la víctima es una mujer de signo político contrario. Impera el silencio cuando el victimario es otra mujer, especialmente si pertenece a alguna de sus minorías favoritas (¿se acuerdan del caso de Kena Lorenzini?). Y también callan si el agresor es un hombre de izquierda. Porque al compañero no se le castiga, se le "reeduca". ¿Les suena esa palabra? Sí, la misma que se usaba en la URSS de Stalin, en la China de Mao, en la Cuba de los Castro, y en la China actual de Xi Jinping, entre otros paraísos terrenales.
Como ciudadano de a pie he conversado con muchas mujeres: en la feria, en el negocio de la esquina, en clínicas y hospitales, en las juntas de vecinos, con mujeres que trabajan en el aseo, y con muchísimas más. Ninguna tenía un pañuelo verde en el cuello, un flequillo de mal gusto, una camisa del Che Guevara o un piercing en la nariz. Y ninguna odiaba a los hombres por el hecho de haber nacido hombres. Al contrario, todas esas mujeres hermosas y admirables aman a sus hijos, padres, hermanos, tíos, abuelos, sobrinos, primos. Todas aman a sus familias. La misma familia que ustedes quieren "deconstruir" o, mejor dicho, destruir.
¿Y saben algo más? Varias se quejaban de que los hombres no las habían saludado en su día con chocolates, flores y otros detalles que muestran aprecio y consideración.
Ustedes no son feministas. Son una secta política, una tribu obsesionada con el poder, los símbolos identitarios, los compartimentos y las divisiones de clase. Admiran un pastiche de ideas dudosas (iba a decir pseudocientíficas) como interseccionalidad, transversalización de género y decolonialismo. Sí, he leído a Kristeva, MacKinnon y Butler, esta última de origen judío. ¿La van a cancelar por ser judía?
Ustedes no quieren derechos, sino privilegios. Pero todo privilegio ofende la igualdad ante la ley, el pilar fundamental de Occidente que nos aleja de la barbarie.
¿Sabían que el primer feminista de la historia (dicho por Simone de Beauvoir) fue un sacerdote católico? ¿Sabían que otro hombre, John Stuart Mill, fue un férreo defensor de los derechos de las mujeres? ¿Conocen a Hipatia de Alejandría, Mary Wollstonecraft, Olympe de Gouges o Clara Campoamor? ¿Y a tantas otras que lucharon para que hoy, en las sociedades occidentales, tengamos igualdad ante la ley y de oportunidades?
Por supuesto que falta mucho por avanzar. Pero ningún avance es posible desde el odio y la destrucción.