Adiós al guardián de la memoria porteña
A los 82 años falleció ayer el destacado historiador Archibaldo Peralta, ícono de la cultura y el recuerdo de la Ciudad Puerto.
Ayer dejó de existir el entrañable historiador, archivero y profesor porteño Archibaldo Peralta Padilla. Nacido en Valparaíso en el año 1941, exalumno de la antigua escuela Pedro de Valdivia, titulado en Historia en la Universidad Católica de Santiago, con especialización en Arqueología y Antropología, Peralta fue -sin lugar a dudas- el máximo cultor de la devoción histórica y patrimonial por Valparaíso iniciada por Benjamín Vicuña Mackenna, perpetuada hasta el día de hoy por su discípulo Lautaro Triviño, y traspasada a la ciudadanía por medio de sus asesorías históricas a la Policía de Investigaciones, al propio Municipio, a los medios de comunicación, como panelista de la radio Stella Maris, y a quien pidiera su guía, por medio de los más diversos métodos y pasando por todos los ámbitos, desde las piedras tacitas de Quilpué, naufragios, la historia del Faro Punta Ángeles o el relato de su gente.
Recordada fue su asociación con el también fanático de la historia, el excomisario de la PDI Gilberto Loch, con quien dieron con más de 80 cuerpos enterrados alrededor de 1875 en una catacumba debajo de la Iglesia de Los Doce Apóstoles. También, cómo no, su aplaudido gesto de donar buena parte de su biblioteca a la UPLA, de su colaboración con la PUCV, la USM, la UV, la sede Cousiño del Duoc, su rol de gestor de monumentos como el dedicado a San Juan Bosco en la Avenida Argentina, guardián de los muebles y la biblioteca de Joaquín Edwards Bello, o de participar, como Hijo Ilustre de Valparaíso, en la recreación del Cabildo Histórico de la Ciudad Puerto.
Su vida, soltero y sin descendencia, no fue por ello solitaria. Acompañado de sus libros y escritos, muchos de los cuales lamentablemente se perdieron en el trágico incendio de su hogar, también encontró la solidaridad porteña
-graficada a través de una ruidosa campaña ciudadana- cuando sufrió un accidente casero que lo tuvo varios días deambulando en el limbo de la salud pública.
Decía don Archibaldo, en su clásico estilo compuesto por un léxico tan exquisito y lleno de datos, que no existía una identidad porteña propiamente tal, sino un crisol de herencia chilena, inglesa, alemana, italiana, española, judía, suiza, francesa o croata, entre otras.
Sin embargo, y a riesgo de contradecirlo, don Archibaldo, permítanos retrucarlo: usted fue, es y será el símbolo de la verdadera identidad porteña. Es más, tampoco -como tanto lo temía- se enfermó nunca de "patrimoniosis".