"Cumplí un deseo increíble de verme titulado de médico y ser escritor al mismo tiempo"
Este año lanzó "Cuentos para soñadores" que recopila el trabajo de varias épocas y que se suman a sus cuatro novelas.
Los virus, sin querer, marcaron la vida del cardiólogo Eduardo Bastías Guzmán (Valparaíso, 25 de diciembre de 1936). Fue durante los reposos producto del sarampión o la llamada "alfombrilla", que duraban cerca de un mes, en los cuales "mi padre me llevaba libros y me aficioné a la literatura", recuerda. Al mismo tiempo, dice, sentía "una gran admiración por este doctor bien vestido, muy señorial, que sabía tanto que te diagnosticaba, te trataba y te curaba. Y esa admiración se transmitió después en mi motivación para ser médico".
Mientras estaba en el colegio todos estaban seguros de que incursionaría en el mundo de las letras - "de hecho, fui presidente de la Academia Literaria en el Colegio Sagrados Corazones de Valparaíso"-, por lo que se sorprendieron cuando entró a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, actual Universidad de Valparaíso.
Sin embargo, la misma carrera le impidió seguir escribiendo tal como antes, y sólo hizo algunos "cuentos cortos de vez en cuando, pero en ese tiempo los escribía a mano, a veces con máquina de escribir. En los '90 llegó la computación y empecé ya a escribir más seguido", rememora.
Su primera incursión
La intención de hacer una novela siempre estuvo latente. Y la motivación vino de un seminario en el que participó en el Liceo Guillermo Rivera de Viña del Mar, a raíz de la llegada del primer paciente con VIH-SIDA al Hospital Gustavo Fricke a mediados de los '80, época en la Bastías era el jefe del Servicio de Medicina Interna del recinto, y "para dar el ejemplo me puse a atender al paciente con SIDA".
El primer caso que se reportó en Chile fue el de Edmundo Rodríguez, un profesor de castellano que falleció el 22 de agosto de 1984 en Santiago. En ese minuto poco y nada se sabía de la enfermedad, por ejemplo, cómo se contagiaba; y tuvo un fuerte estigma social, debido a que los primeros contagiados eran de la comunidad gay.
"Me llamó mucho la atención la preocupación de los chicos y las preguntas que hacían. Entonces, estando yo de vacaciones en Olmué, se me ocurrió escribir una novela didáctica", cuenta sobre el nacimiento de Dónde vuelan los cóndores. Una pesadilla y una esperanza.
En el libro, precisamente, se desmitifica que sólo los homosexuales se contagian, puesto que cuenta la historia de Gioconda, una universitaria que tiene VIH.
El texto "fue un cambio radical en la literatura para mí, porque por primera vez escribí una novela en que había personajes que parecían reales y tuvo tal éxito que llegó a 27 ediciones de la editorial Andrés Bello y como son 5.000 ejemplares por edición, es una cantidad fabulosa", comenta su autor.
"En ese tiempo, yo era un best seller y de los colegios me invitaban a dar conferencias, yo siendo cardiólogo, me invitaban a hablar del SIDA", agrega.
El libro llegó a ser sugerido como lectura escolar por el Ministerio de Salud, mientras que el Ministerio de Educación encargó dos ediciones para distribuirlas en forma gratuita en los colegios, y "La Tercera" lo incorporó junto a otras 19 novelas, de autores muy conocidos, en la Biblioteca Juvenil Icarito. También tuvo ediciones piratas, y hasta llegó a Argentina y Colombia. "Voló mucho más lejos de lo que yo habría imaginado", sostiene.
Afición literaria
Eduardo Bastías no se quedó dormido en los laureles y siguió escribiendo, y no necesariamente novelas relacionadas con medicina.
Con la Editorial Forja ha publicado Una guerra para Navidad (2019) sobre la preparación que hubo en la Patagonia sobre la posible invasión argentina a Chile en 1978; La endemoniada de la Calle de la Maestranza (La verdadera historia) de 2021, sobre una joven internada en un hospicio a la que se exorcizó; y Las copas de la memoria (2022), en que aborda la historia del Winnipeg.
En marzo de este año se lanzó el libro Cuentos para soñadores en la sede del Colegio Médico de Valparaíso, momento en que se aprovechó de hacer un sentido homenaje al que asistieron colegas y amigos, y que -según dice- hasta el día de hoy lo emociona.
"Yo pertenezco al grupo Sueños de Médicos Escritores, y ellos me regalaron una edición. De ahí salió el libro de cuentos que se acaba de lanzar", dice; y detalla que los relatos "están escritos con anterioridad. Hice una selección y los mandé".
"Son de una diversidad de temas grandes: hay cuentos que son rurales, otros fantásticos, cuentos de ciencia ficción. Hay una variedad enorme, porque están escritos en distintas épocas".
Una larga trayectoria
En total son 24 relatos, de los cuales "uno solo está escrito en este periodo, en que yo estoy enfermo", sostiene el médico que el año pasado fue diagnosticado de cáncer, que lo mantiene la mayor parte del tiempo en cama.
"Poco a poco he ido perdiendo algunas capacidades, en que me cuesta leer, incluso, desde el punto de vista cognitivo me noto disminuido, entonces, no habría sido capaz de escribir esos cuentos ahora", reconoce.
Por otra parte, poco antes de la pandemia, también decidió dejar de ejercer la medicina luego de una trayectoria que empezó con la especialización en medicina interna en el Hospital El Salvador de Santiago -donde conoció a la que todavía es su esposa- y, más tarde, en cardiología en el Hospital Carlos van Buren de Valparaíso.
"En ese tiempo la cardiología no sé si estaba de moda o era top, y así me entusiasmé con la especialidad. Cuando me vine después que terminé la beca, fui al Van Buren y ahí ejercí la cardiología. Soy de los cardiólogos antiguos", asegura.
Fue testigo del primer trasplante del corazón en Chile, que realizó el doctor Jorge Kaplan en el Hospital Naval el 28 de junio de 1968, desde un cristal en el techo del quirófano. "Para mí fue muy emocionante, porque hubo un momento en que yo miraba hacia abajo y veía el pecho de María Elena Peñaloza que no tenía corazón. Es impresionante ver a una persona viva que no tiene corazón, funcionando con máquinas", rememora.
Bastías llegó a ser jefe de cardiología del recinto naval; mientras que entre 1976 y 1980, se fue a especializar en medicina intensiva a la ciudad alemana de Bielefeld, donde trabajó en rescate médico, haciendo turnos en ambulancia y helicóptero.
Al volver entró al Hospital Gustavo Fricke, donde ejerció como jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), de Medicina Interna, subdirector y director. En 2004 dejó la salud pública, cuando le ofrecieron la jefatura de carrera de la nueva Escuela de Medicina de la Universidad Andrés Bello.
Dejar la medicina "también tiene que ver con la parte cognitiva, porque yo me sentí que ya no era el mismo para recordar algunos remedios nuevos, por ejemplo. Fue antes de la epidemia, o sea, hace unos 4 ó 5 años atrás. Ahí di un paso al costado", dice, "y me he dedicado fundamentalmente a hacer talleres. Ya he hecho cinco para médicos aficionados a la literatura", agrega.
"Con todo esto cumplí un deseo increíble de verme titulado de médico y ser escritor al mismo tiempo. O sea, mis dos ambiciones de niño se cumplieron", finaliza el doctor Eduardo Bastías Guzmán. 2
Flor Arbulú Aguilera
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