LA PELOTA NO SE MANCHA A cuatro minutos de la gloria
POR WINSTON POR WINSTON
86 minutos duró el sueño de los habitantes de Juan Fernández y, me atrevo a decir, de la mayoría que vio el primer partido de fútbol profesional jugado en el archipiélago y que enfrentó a una selección amateur de la isla con Santiago Wanderers de Valparaíso.
Fueron noventa minutos cargados de nervios y emoción y que tuvieron como figura rutilante al cancerbero de los isleños, el profesor y concejal y, a ratos libres, arquero de la selección, Héctor Melo.
Lleno de emoción y con la tristeza de que todo su esfuerzo terminó en nada, el profesor Melo hizo unas declaraciones respecto de las cuales vale la pena reflexionar:
"Me voy con el corazón partido, un poco, creo que luchamos harto, hemos jugado siempre fútbol y sabemos jugar fútbol, nos dimos la oportunidad ante un equipo profesional, creo que lo hicimos de la mejor manera. Jugar por amor a la pelota es lo principal".
Al frente de ellos, en las antípodas. Un equipo de fútbol profesional, uno que juega por dinero. Es cierto que participaron del encuentro solo seis de los que son titulares habitualmente en Wanderers, pero el resto son juveniles, el equipo de proyección. Son cabros que han pasado toda su vida jugando a la pelota y que ahora fueron incapaces de demostrar sus condiciones frente a un plantel conformado por pescadores, constructores, estudiantes y funcionarios municipales.
Decepcionante y vergonzoso lo del decano. Una dirigencia desconectada de sus socios. Un director técnico que anda a los tumbos, más preocupado de no perder que de ganar. Jugadores experimentados incapaces de marcar la diferencia y un grupo de jóvenes sin alma, sin ese amor del que habló el profesor y arquero Melo.
Poco talento y menos ideas en el equipo llamado de proyección. Demasiada academia, divisiones inferiores, entrenamiento dirigido, pasecitos para el lado y partidos regulados. Falta barrio, cancha de tierra, jugar al gol saliendo y sin un árbitro que modere, ordene y pite por todo.
No solo pasa acá. Brasil, la tierra de la samba y el talento está sufriendo lo mismo. Por eso, en Palmeiras, ahora llevan a los juveniles una vez a la semana a jugar en canchas de tierra para que vuelvan a ser libres.
Hace poco escuché a Leonardo "El Pollo" Véliz contar que cuando jugaba en las pedregosas canchas de la Alejo Barrios, su sueño era ser profesional, pero no para tener miles de seguidores en Instagram, ser auspiciado por alguna marca importante de ropa ni siquiera ganar un buen sueldo. Su sueño era jugar en una cancha de pasto. Así de simple.
Hay que volver a los orígenes, jugar por amor a la pelota, de lo contrario, este club no tiene vuelta.
De regreso a Juan Fernández. Me quedo con la ilusión y alegría de la gente que disfrutó el encuentro como si fuese la final del mundo. Ese gol de penal será inolvidable y quedará para siempre en la memoria de los isleños. Por su parte, a los jugadores les costará conciliar el sueño sabiendo que, perfectamente, podrían haber sido profesionales; que no tienen nada que envidiarle a los empingorotados del Wanderers; que podrían haber empatado y llevado el encuentro a esa lotería que algunos llaman penales.
Una antigua historia dice que a inicios del siglo XVIII, un capitán español escondió un tesoro en la isla Robinson Crusoe que algunos siguen buscando. El sábado se agregó una nueva leyenda que muchos de los protagonistas y testigos podrán relatar a sus nietos. La de una selección de artesanos, pescadores y soñadores que estuvieron a minutos de eliminar al decano del fútbol chileno.