LA PELOTA NO SE MANCHA El "Flaco" Menotti
POR WINSTON POR WINSTON
Comenzar la lectura del diario por lo obituarios es el signo del paso del tiempo en cada uno de nosotros. De igual forma, dedicar gran parte de las columnas a aquellos que se han ido es un homenaje, pero también una manera de recordar y reconstruir un mundo que parece desmoronarse por la fuerza del olvido.
En esta oportunidad, el turno es del director técnico argentino César Luis Menotti, que nos dejó a los 85 años. Aunque la mayoría recuerde al "Flaco" como entrenador, tuvo un pasado como futbolista en diferentes equipos que lograron arrebatarle al básquetbol un muchacho que ostentaba un metro noventa y tres de altura. En su rol de delantero, el mito -por no decir Wikipedia- asegura que le marcó un gol a Chile, aunque en realidad fue Luis Artime, el mismo año que nuestra selección obtuvo el tercer lugar en el Mundial en 1962. Jugó en Rosario, Racing, Boca, en el New York Generals de los Estados Unidos en los tiempos de Pelé y se retiró en Brasil, después de jugar por Santos y Juventus.
Sin embargo, la parte buena de su carrera y por la que será recordado es como director técnico. Saltó a la fama por sacar campeón a Huracán en 1973. Esa copa le sirvió de trampolín para acceder al mayor logro de su trayectoria: el primer título mundial de Argentina en 1978 y, al año siguiente, la Copa del Mundo Sub-20 con un tal Diego Armando Maradona como figura rutilante. De hecho, había sido obra de Menotti el debut de un "pelusa" de 16 años en la selección nacional, aunque no lo consideró para el Mundial del 78.
Suficiente palmarés para comenzar a deambular por diferentes equipos, aunque sin mayor éxito: Boca Juniors, Atlético de Madrid, River Plate, Peñarol, Independiente y hasta la Sampdoria de Italia. Un par de décadas como DT en los que solo consiguió un título después de estar a cargo con la albiceleste y fue con Barcelona en 1983, equipo en el que se volvió a encontrar con Maradona.
A pesar de esto, Menotti, antes de la "Guardiomanía", se transformó en un símbolo de la libertad, de la creatividad, del fútbol romántico y generoso, más comprometido con la belleza que con el resultado. El mismo Guardiola dijo que fue un genio y "el más grande seductor del futbol argentino".
Esta fama se incrementó, como suele pasar con los superhéroes, gracias a la aparición en la vereda contraria de su némesis, el doctor Carlos Salvador Bilardo, que también ganó una copa del mundo con Argentina, en 1986. Pero para él este deporte no era feo o bonito, sino una competencia con exigidos ganadores y desprolijos perdedores.
No quiero amargar el recuerdo sobre Menotti, pero lo cierto es que la Copa de 1978, esa que le permitió recorrer el orbe en diferentes equipos y ser objeto de culto por quienes luchan por un fútbol libre de cadenas (deportivas, sociales y económicas), fue en un torneo hecho a la medida de la dictadura del general Jorge Videla y compañía. Mientras la selección ganaba sus partidos en el Estadio Monumental de River Plate, a pocas cuadras, se encontraba la Escuela de Mecánica de la Armada, donde se realizaban torturas sistemáticas contra los opositores de la dictadura. Siendo rigurosos, Argentina no podría haber ganado ese mundial sino hubiese sido gracias a la goleada a Perú. Los trasandinos necesitaban, para clasificar a la siguiente fase, ganar por 4 goles de diferencia a los peruanos y los del Rimac terminaron cayendo por 6 goles en un partido lleno de anomalías.
Para suerte del "Flaco", la mayoría olvidó la oscura trastienda de ese torneo y levantar ese trofeo fue mérito suficiente para construir una leyenda que se ha mantenido a lo largo del tiempo y que, de seguro, con su partida se irá acrecentando.