Levantarse para seguir cayendo
La tristeza de que los posibles causantes del megaincendio sean precisamente quienes estaban para cuidarnos, es demoledora. El desplome institucional que ha sufrido el país en los últimos años terminó por golpearnos a todos y obligará a revisar los protocolos, estructuras y procedimientos de los distintos cuerpos.
La detención y formalización del bombero Francisco Ignacio Mondaca Mella, y del funcionario de Conaf, Franco Pinto Orellana, por el delito de incendio con resultado de muerte de 137 personas, además de los miles de damnificados que causó el siniestro, nos hace cuestionarnos como sociedad y nos obliga a aceptar cuán poco sabemos de las miserias y carencias de la mente humana. Ya sea por la búsqueda de la adrenalina tan propia de sus funciones, por estupidez o, más triste aún, por bonos extras para los brigadistas, si se llega a probar la comisión de tamaño delito, hay algo para lo cual sencillamente no estábamos preparados.
Es esa mezcla de incredulidad la que más daño nos hace, por cuanto el voluntario y su supuesto cómplice pertenecen a entidades comprometidas con la ayuda al prójimo a costa de su seguridad e incluso de sus propias vidas. ¿Hubiese sido muy distinto que la PDI apuntara como responsables a pirómanos con problemas de incapacidad mental o a menores de edad cometiendo una aberrante travesura que se les salió de las manos? Sí, hubiese sido muy distinto. Bomberos es una institución respetadísima, con un prestigio ganado a punta de sacrificios, nobleza y quemaduras, por lo que un eventual cuestionamiento público no sólo sería improcedente, sino que tremendamente injusto.
Dicho eso, el desplome institucional que ha sufrido el país en los últimos años terminó por golpearnos a todos y obligará a revisar los protocolos, estructuras y procedimientos de los distintos cuerpos, habida cuenta de que por mucho que el superintendente regional, Juan Paredes, diga que se trata de un caso aislado, el caso es demasiado grave como para no hacer nada al respecto.
En retrospectiva, escuchamos las acusaciones del gobernador Mundaca contra las inmobiliarias; de la oposición, respecto de las actuales autoridades; los bombardeos sobre Senapred, y terminamos por entender que el horror podría estar entre nosotros mismos, en un joven de 22 años al cual sencillamente le excitaba el desborde que provoca un siniestro, acaso parte de una generación que ve en el fuego la comunión final con una sociedad que les decepciona.