El patrimonio perdido
Pese a la masividad de esta verdadera fiesta de la cultura, es recurrente el respeto hacia las instancias organizadas, la escucha activa de los asistentes a los guías y la contemplación de lo patrimonial. Esa disposición emociona y nos entrega lecciones. En todos estos aspectos, el silencio está presente".
Durante esta semana, el patrimonio cultural regional y nacional vivió momentos en los que la ciudadanía descubre y se da el tiempo para conectarse con estos valiosos ámbitos. Muchas instituciones abren sus puertas para invitar y compartir instancias tangibles e intangibles que nos acercan con el valor identitario de nuestros apreciados entornos. Ya sea a través de rutas, ferias o lugares, el encuentro con el pasado, la historia, los relatos y los mundos simbólicos que se complementan, son protagonistas de un Chile que se niega a tener una memoria frágil.
La figura del Día de los Patrimonios ha ido adquiriendo reconocimiento público con el rápido paso del tiempo, cumpliendo 25 años desde su instauración. Con miles de personas volcadas en los diversos puntos de interés, el país se percata de que la atracción no se concentra solo en el reggeaton o en espectáculos masivos de dudosa calidad, como muchas veces, de manera antojadiza, se intentan reducir los gustos de las audiencias.
De hecho, cada año, las opciones para disfrutar el patrimonio cultural se amplían y diversifican en estas fechas, porque nuestro país va identificando y comprendiendo sus múltiples tejidos, marcados por una riqueza intercultural que constituye lo que somos y lo que seremos.
Las imágenes de chilenas y chilenos de todas las edades sorprendiéndose con aquello que, incluso, teniéndolo cerca, no lo conocían; nos evidencia un contexto en el que las personas están ávidas por explorar, consumir contenidos culturales y formar parte de experiencias en las que necesitan comprender nuestro pasado. Entienden que allí, en ese punto de encuentros temporales y espaciales, intersubjetivos y testimoniales, hay un estado de cohesión, de aprendizaje, de refugio emocional, que es lo que otorga la identidad.
Son ventanas también al futuro, en los que la ciudadanía quiere apreciar enclaves, aferrarse a lo que otorga claridad, recordar proezas colectivas y volver a un universo de valores compartidos. Las estéticas patrimoniales otorgan un regocijo al espíritu, un retorno al origen, a los procesos y gestas que dieron comienzo a algo. Ya quisiera la política de hoy, por ejemplo, generar lo que la cultura despierta cuando, en el marco de esta semana de los patrimonios, las personas acuden a las más de tres mil actividades de manera entusiasta y ferviente.
Pese a la masividad de esta verdadera fiesta de la cultura, es recurrente el respeto hacia las instancias organizadas, la escucha activa de los asistentes a los guías y la contemplación de lo patrimonial. Esa disposición emociona y nos entrega lecciones.
En todos estos aspectos, el silencio está presente. Es ese silencio que deja la mente abierta para sopesar y evaluar, reflexionar y admirar. En esos instantes, las personas, transversales en sus condiciones socioculturales, se unen en ese silencio, como si fuera un rito. Probablemente, sea el rito de la conexión con la alteridad en la fase de la asimilación de lo cultural.
Lo lamentable, es que esos silencios son escasos en nuestras sociedades de hoy. Luego de días en los que la política sigue incrementando su guerrilla verbal para ganar portadas, calificar al adversario mediante conceptos que solo buscan escandalizar y las estrategias comunicacionales son demoler, dinamitar y destruir, urge que retorne el patrimonio perdido de quienes se supone dignifican la actividad pública. Ese patrimonio vivo, orgánico y virtuoso del lenguaje político que, en algunos pasajes de nuestra historia, pudo revertir la adversidad y establecer un camino común, un bien común, haciendo uso de un silencio compartido.
En los tiempos del escándalo, de las puestas en escena y la volatilidad de expresiones que son navajas inmediatistas que dejan daños permanentes, el silencio es necesario en quienes ejercen y quieren ejercer el poder. 2
Doctor en Comunicación
Director Escuela de Periodismo
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
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