RELOJ DE ARENA De París a La Serena
Georges-Eugène Haussmann fue en el siglo antepasado el gran renovador de París. Convirtió la ciudad medieval, llena de tortuosos rincones y callejones donde se ocultaban tesoros de la arquitectura de la Ciudad Luz que hoy conocemos.
Designado por Napoleón III para dar nuevos aires a la capital francesa, actuó como suprema autoridad del urbanismo demoliendo, abriendo calles y avenidas, creando hermosos parques vigentes hasta hoy. Había estudiado música y derecho y también actuó en política como senador y diputado.
Con el título de Barón, así se le conoce, desarrolló su creatividad entre 1853 y 1870. Como era de esperar, su obra fue, en el momento, duramente criticada, no sólo por las múltiples modificaciones al tejido urbano tradicional, sino que además por el altísimo costo de sus obras. Hubo que demoler, expropiar y construir de nuevo.
Entre otras iniciativas, una no muy visible, el alcantarillado de la ciudad, una red subterránea interminable que elevó la calidad de vida de toda la población, evitando epidemias y contaminación.
Numerosas obras literarias aluden a estas redes, las cuales son también una atracción turística.
Gasto olvidado
Las quejas y el gasto del momento han quedado sepultadas en el olvido por la patente de meca del turismo universal que detenta la capital francesa. En fin, con plata se compran huevos y el gasto se olvida degustando la sabrosa tortilla.
Haussmann murió en 1891 y, entretanto, al otro lado del Canal de la Mancha aparecía otro urbanista con un concepto original que asociaba la ciudad, la vivienda y la vida diaria con la naturaleza. Era Ebenezer Howard.
Hijo de un panadero, su inquietud urbanística lo llevó a viajar a Estados Unidos. Actuó en el periodismo y en 1902 publicó "La ciudad jardín del futuro", donde plantea sus ideas sobre la vinculación de la ciudad con los valores de la naturaleza en beneficio de la calidad de vida de los residentes. La idea prendió especialmente en los Estados Unidos. Dando vueltas y vueltas y vueltas la idea llegó a Chile, más como concepto publicitario que como acción urbana.
"Viña del Mar, Ciudad Jardín". El concepto, inspirador, motivante, pasó, es cosa de ver, al archivo de "Lo que el viento se llevó".
Pero el urbanismo es contagioso y espontáneo y tenemos en Chile dos figuras históricas que se mueven en esa dirección. Benjamín Vicuña Mackenna, el gran transformador del Santiago Colonial, y el coronel Salvador Vergara Álvarez, hijo de don José Francisco y uno de los dos herederos de los terrenos que formaban la hacienda de su padre en los que se fundó la comuna.
Don Salvador recibió como parte del legado los arenales situados en la ribera norte de la comuna, deslindando con el estero Marga Marga. En algún momento despreciados. Formó allí la población que lleva su nombre. Sin mayores pretensiones, manzanas de 125 metros por lado, calles de un ancho parejo y todo esto con una gran avenida, Libertad, que corría de sur a norte. Todo muy simple, nada de rotondas ni pasos a desnivel pese a que la población -denominación hoy bien poco marquetinera- era cruzada por una vía ferroviaria transversal, con dos ramales. Uno remataba en el mar donde se emplazó el muelle que subsiste, y otro que dejaba a los viciosos "burreros" justamente en la puerta del Sporting.
Más ambicioso en sus proyectos, Vicuña Mackenna, residente en la calle Viana de Viña del Mar, tenía un fundo en Concón, Santa Rosa de Colmo, donde desarrolló un proyecto inmobiliario de "segunda vivienda", término que en esos tiempos no se conocía, la Población Victoria. En la mirada del creativo don Benjamín estaban "las familias y los individuos que no son pudientes o no disfrutan de los privilegios de moda". Clase media, cuando no se empleaba el término.
Este grupo social había captado las bondades de la costa y se establecía en las haciendas cercanas al mar, al norte de Valparaíso, en toldos o ranchos improvisados y hasta en carretas tiradas por bueyes, "incómodos e inseguros alojamientos portátiles". En fin, campamentos veraniegos del siglo antepasado.
Toda esta precariedad la resolvía la Población Victoria de Vicuña Mackenna. Desgraciadamente, nuestro creativo personaje moriría, precisamente, en su hacienda del lugar el 25 de enero de 1886 y el precursor emprendimiento veraniego quedaba en el limbo.
El plan serena
La audaz remodelación de La Serena iniciada en 1946, está inspirada en el "modelo Haussmann". En los durísimos y complicados tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Gabriel González Videla era ministro plenipotenciario en la capital gala. En medio de tensiones y la muerte de un hijo, quien sería Presidente de la República es capturado por París "con la concepción visionaria de sus bulevares ideados por el célebre Haussmann y construidos gracias a la picota de demolición del viejo París, pero que le costaría al genio de la restauración ser destituido del cargo de prefecto de la capital gala, por la incomprensión de sus compatriotas".
Ya mandatario, en 1952 pone en marcha el plan, afrontando la sostenida crítica "de actuar como sentimental apegado a su terruño".
Las críticas y acusaciones son permanentes en el transcurso de las obras. El gasto es enorme y, posiblemente, hay casos de corrupción. Con todo se concreta en pocos años la intervención urbana más importante realizada en el país, con proyecciones que van desde la vivienda hasta la educación, en un entorno colonial que se caía a pedazos y exigía la tarea de experimentados urbanistas nacionales y extranjeros, junto a grupos especializados en planificación y en la conservación de aquello que debía ser rescatado. Se demolía y se construía. Muchas veces se aplicó mano dura para salir adelante ante la resistencia de los vecinos.
Y el Plan Serena salió adelante, no sólo con su contenido urbano, sino que con numerosos "puentes" que vinculaban a la ciudad con el país en materias que iban desde la educación y la cultura, hasta una vialidad que facilitaba los viajes al centro y norte grande. Los episodios negativos en demoliciones y edificación son muchos. Las cuentas que no cuadraban eran parte de la crítica… Todo eso es historia antigua y allí está La Serena, rescatada de la ruina total.
Urbanismo y reconstrucción, materias presentes en estos días cuando el mayor incendio urbano de la historia del país nos ofrece oportunidades para mejorar la calidad de barrios y ciudades devastadas y también para mejorar la calidad de vida de miles de compatriotas que no pueden seguir expuestos a llamas incontrolables que nada respetan. La materia, donde pesan los pesos, reside más que nada en la voluntad de enfrentar los grandes desafíos.