LA PELOTA NO SE MANCHA Fidelidad
POR WINSTON POR WINSTON
No sabía que existía. Llegué a él cuando me enteré de su triste partida. Juan "Carmelo" Rivero fue un jugador símbolo de Santiago Wanderers durante la década del setenta. Entre los muchos méritos que tuvo como jugador y luego en su rol de formador es que siempre fue fiel al decano.
A partir de esta noticia me puse a investigar, en tiempos de cambios permanentes, travestismos y veletas, cuántos jugadores en el último tiempo lograron lo mismo que "Carmelo", de tener sólo una piel.
Así llegué al "One Club Man", un galardón que, desde el 2015, entrega el Athletic Club de España para premiar a futbolistas que fueron fieles a un color durante toda su carrera y que representan los valores que tiene este tradicional equipo del viejo continente.
Entre los más conocidos, aparece el argentino Ricardo Bochini que jugó por Independiente; Ryan Giggs, figura galesa del Manchester United; el aguerrido Carles Puyol, capitán del Barcelona; y el extraordinario defensa Paolo Maldini del Milán de Italia.
Seguramente, si retrocediéramos en el tiempo, encontraríamos muchos más jugadores que se mantuvieron fieles al mismo equipo que los vio nacer, antes de que todo esto se mercantilizara y transformara en una feria de remates, siendo el draft mexicano, el gran símbolo de esta decadencia.
Hoy día, lo vemos en los equipos de la zona, el jugador espera debutar en Everton y Wanderers para mostrarse y partir lo antes posible a uno de los clubes de Santiago (idealmente Colo Colo).
Fuera de Chile también hemos visto cómo ese viejo mundo de lealtades se desmorona por completo. Lionel Messi, después de 21 años, dejó el Barcelona por razones contractuales y económicas, la que había sido su casa desde la adolescencia. Kylian Mbappé, después de 7 largos años, acaba de partir del Paris Saint-Germain rumbo al Real Madrid por una cifra de millones de dólares que raya en la obscenidad.
Quizás debemos asumir que el fútbol es un trabajo y ser futbolista una profesión, y como sucede con las nuevas generaciones, quedarse mucho tiempo en una misma institución es signo de decadencia, pues lo que importa es avanzar y emprender nuevos rumbos. Ese es el nuevo mundo al que nos tenemos que acostumbrar, al de jugadores que usan sus clubes formativos como un trampolín para otros equipos con mayores recursos, sin importar demasiado el nexo con la institución que los formó.
Quizás el problema somos nosotros que no nos adaptamos. No es culpa nuestra. Somos una generación que creció con la máxima de que el matrimonio era para toda la vida y que mantenerse en el mismo trabajo hasta la jubilación era motivo de orgullo. Cualquier cosa que se desviara de ese camino olía a fracaso.
Hoy es diferente, de partida, porque se ha extendido la esperanza de vida de las personas y eso ha cambiado las reglas del juego para el matrimonio y la vida laboral. En el fútbol, los mismos clubes han mutado, ya no forman jugadores para salir campeones, sino para vender. Lo más parecido a una fábrica de salchichas.
A partir de esto, quiénes somos para juzgar al que se casa de nuevo, cambia de trabajo y busca nuevos horizontes futbolísticos.
Eso no quita que me sigan emocionando los casos como "Carmelo". Por esto, al igual que el Athletic, seguiré rescatando aquellas historias de un solo amor, una sola camiseta.