LOS MARTES DE DON DEMETRIO
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Con motivo de las provocaciones que se han sucedido entre Pekín y Taipéi, varios amigos me han pedido que haga una pequeña reseña de cómo aparecieron estas dos Chinas. Es fácil comprender que por el espacio del que dispongo deberé ser muy esquemático. Usaré y escribiré el nombre de los actores como se hacía en los tiempos en que los hechos acaecieron. Para empezar, es necesario aclarar que lo que llamamos Taiwán durante muchos años se denominó Formosa, nombre que le dieron los portugueses cuando intentaron colonizarla.
Durante la Segunda Guerra Mundial los japoneses invadieron la isla de Taiwán que esta sita en un estrecho, frente a la denominada China continental. Tiene un ancho que fluctúa entre los 130 y 180 kilómetros. Hasta antes de esa invasión, siempre había sido considerada como parte de China y así quedó adicionalmente establecido por los líderes aliados (Estados Unidos, Rusia e Inglaterra), entre otros instrumentos, en la Conferencia de Yalta, febrero de 1945, y en la de Potsdam, agosto de 1945. Derrotado definitivamente Japón, Taiwán volvió en 1945 a su raíz y su capital, por ende, era Beijing. El país era gobernado por el Partido Kuomintang, cuyo líder era Chiang Kai-shek. Ya en esa época se desarrollaba dentro de China continental (por darle un nombre que la diferencie con Taiwán) una violenta revolución comandada por el Partido Comunista chino, dirigido por Mao Tse-tung. La confrontación entre ambos grupos fue larga y hubo gran cantidad de víctimas por ambos lados. El movimiento de Mao era estrictamente rural, a diferencia de lo que pasó con la Revolución Rusa de 1914, que fue eminentemente urbana e industrial. Pero ambas se fundaban en las enseñanzas de Marx . En esa época existían en China, más allá del gobierno central, poderosos líderes locales que en la práctica eran quienes mandaban en extensas regiones, lo que hacía que la unidad del país fuera más bien teórica y, por ende, organizar la lucha contra los "rebeldes" resultaba una tarea muy complicada. En 1945 y en los años posteriores, de acuerdo a ciertos registros creíbles, llegaron a morir de hambre más de dos millones de chinos, por lo cual la popularidad del gobierno central era muy escasa. En muchas zonas había esclavitud. Todo eso hacía que el Kuomintang, partido político de Chiang, tuviera un respaldo débil entre la empobrecida población, pero la élite era capaz de controlar todo por la fuerza si era necesario. La lucha entre ambos grupos fue muy cruenta y había instantes en que se creía que ganaba uno y luego que la delantera la llevaba el otro. Sólo para dar un ejemplo, los "nacionalistas" estuvieron a punto de dar caza a Mao, quien logró escapar, pero no así quien en ese momento era su segunda esposa. A esta la detuvieron y Mao vio escondido entre algunos árboles y arbustos cómo sus enemigos la torturaban y luego le daban muerte, sin poder hacer nada. Hubo un momento en que Mao y los suyos estuvieron casi terminados, y es ahí donde este líder, que era absolutamente venerado, abre un mapa y les muestra unas montañas, diciéndoles "ahí iremos". Nadie dudó y así se dio origen a la Gran Marcha que los llevó a unos montes situados a más de 4.000 kilómetros de distancia donde se reorganizarían como grupo. En esta prolongada peregrinación -que costó muchas vidas- los comunistas fueron dejando una semilla del partido en cada localidad por la cual pasaban, lo que resultó de gran utilidad para el enfrentamiento final, el que se produjo cuando Mao y los suyos abandonan las montañas y poco a poco comienzan a derrotar en todos los enfrentamientos a las fuerzas de Chiang Kai-shek. En octubre de 1949, con el triunfo de sus huestes, Mao entra a Beijing y proclama el nacimiento de la República Popular China.
Dándose cuenta de esa triste realidad, Chiang Kai-shek y casi dos millones de los suyos atravesaron el estrecho que los separaba con Taiwán y emigraron a la isla, llevándose consigo todo el armamento del que fueron capaces. La invaden y establecen allí un gobierno nacionalista, que da origen a la República de China. Los recién llegados en ese momento representaban alrededor del 15% del total de la población que tenía la isla, la que no tuvo participación alguna en la organización de esta nueva república. No estando adecuadamente organizados y sin armas, los residentes locales fueron presa fácil del dominio de los recién llegados. La nueva República fue reconocida y respaldada por Estados Unidos y las potencias occidentales, mientras que Mao tenía detrás de sí a Rusia, dirigida por Stalin. Esta última relación se deterioró notoriamente después, cuando el líder chino decide construir sus propias armas atómicas y no depender del paraguas de Moscú. El nuevo gobierno comunista de China destruyó el poder de los caciques locales y se concentró en la tarea nacional de dar de comer y vestir a todos los chinos. Se hizo un estudio para esto último y se llegó a la conclusión que lo mejor era producir grandes cantidades de una tela barata azul de lata duración. Todos debían vestirse iguales con la tela ya mencionada y con el mismo modelo. Es ahí donde nace lo que hasta hoy se denomina en la moda el cuello Mao.
Pero más allá de dar comer y vestir a la gente, la prioridad política desde el inicio y hasta hoy fue y es la reconquista de todos los territorios que eran chinos y que estaban en manos "extranjeras". El principal era, lógicamente, Taiwán, y luego venían Hong Kong, que era gobernado por los ingleses, y Macao, que lo era por los portugueses. Pasaron muchos años antes de conseguir el primer objetivo y este fue Hong Kong, previo a un acuerdo de "soberanía escalonada" entre Londres y Beijing. En mi calidad de director de Asia Pacífico de la Cancillería me correspondió acompañar al canciller José Miguel Insulza en la impresionante ceremonia en que se arrió la bandera de Gran Bretaña, la que fue recibida por el entonces príncipe heredero Carlos, vestido con un uniforme con el cual hasta yo me habría visto buenmozo, para luego embarcarse en un destructor inglés que estaba anclado a muy poca distancia. Ese día, como diría un americano, llovieron "cats and dogs". El príncipe inglés resistió estoicamente sin protección alguna la ducha que caía del cielo. A continuación, se elevó en el mástil principal la bandera de la República Popular China. Como dato anecdótico, acoto que las autoridades organizadoras del evento, el que se llevó a cabo en un pequeño estadio, nos repartieron a cada uno de los asistentes un gran y hermoso paraguas que contenía alusiones a la ceremonia, el cual todavía, lógicamente, conservo.
Pocos años después vino la entrega de Macao, que estaba en manos de los portugueses, lo que fue menos ceremonioso y menos llamativo. Restaba entonces Taiwán, objetivo al cual Beijing se resiste absolutamente a renunciar y que ha traído y trae todos los "encontrones casi bélicos" que rodean la isla. La República Popular China tiene algo más de 1.200 millones de habitantes y la República de China tiene actualmente 23 millones. Pero en todos los años posteriores a la llegada de los nacionalistas derrotados, Taiwán se ha desarrollado como un país inmensamente próspero, siendo hoy una de las economías más estable del mundo. Además, si bien no tiene portaviones y su enemigo del frente sí los posee, y que no hay comparación posible entre la cantidad de habitantes con que cada uno cuenta, Taiwán está consciente que a sus espaldas están los Estados Unidos y el mundo occidental, lo que lleva a Beijing a mantener su mayor objetivo político internacional en espera. El costo final de un enfrentamiento sería muy alto para los herederos de Mao, pese a que hoy día han llegado a ser la segunda economía del mundo después de las reformas iniciadas por el ex jefe de Estado Deng Xiaoping desde 1982 y que ha llevado a China a ser una sociedad que en pocos años creció en una forma única en la historia. En un caso curioso en la tradición diplomática, prácticamente todas las naciones del mundo reconocen como legítimo representante del pueblo chino al gobierno de Beijing. La mejor demostración de lo anterior es que es el dueño del asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pese a ello, Taiwán se las ha arreglado para ser parte de varios organismos internacionales donde ambas Chinas deben convivir, tema que molesta a los herederos de Mao. El ejemplo más cercano lo tenemos en Apec, donde las dos son miembros. Ahí existe China y China-Taipéi. Adicionalmente, el gobierno de Taiwán, si bien no posee embajadas reconocidas por los gobiernos, tiene en la mayoría de las capitales del mundo las denominadas "oficinas comerciales". Santiago no es la excepción de esto.
La realidad, entonces, es que nos encontramos con un país de más 1.200 millones de habitantes cuyo objetivo político internacional fundamental es reconquistar un territorio que tiene a tiro de piedra y que cuenta con sólo 23 millones de individuos. El más grande estaría quizás en disposición de perder 100 millones de personas para obtener dicho fin, pero está consciente que el precio a pagar iría más allá del número de bajas. Se ganaría la enemistad diplomática y militar de la mayoría de las naciones del mundo, y ese precio no está dispuesto a soportarlo. Entonces, la forma de notificar al resto del mundo de que ese objetivo internacional sigue absolutamente vigente, es haciendo habitualmente ejercicios militares, en especial navales, los que causan la molestia y hasta el enojo de otros, particularmente de Washington y Tokio.
Tengo conciencia que este apretado resumen es muy incompleto, pero necesitaría varios libros para contar los entretelones de esta lata realidad. Entre otras cosas podría narrar cuál fue por años la lucha entre ambos por el asiento chino en Naciones Unidas y cómo en una votación de la Asamblea General de 1971 Beijing lo recuperó y cómo los representantes de Taiwán, que en ese instante ocupaban aquel, debieron abandonar la Sala del Plenario de la ONU con la cola entre las piernas. Un dato curioso: el embajador norteamericano ante la ONU en ese momento era George Bush padre, quien no podía dar crédito a lo que allí pasaba, pues se había jugado entero por la permanencia en la organización de lo que se llamaba China Nacionalista. Fui testigo de todo ello, pues desde la galería del plenario seguí todo el debate en razón de que estaba escribiendo mi tesis para recibirme de máster, cuyo tema era "La Representación china en Naciones Unidas".