"También hay un aburrimiento por exceso de estímulos"
Una niña mira desde su cama cómo su papá amenaza con un arma a su mamá. Un quiebre en su psiquis que luego intenta recrear con recuerdos nebulosos, olvidados o inventados, sin necesariamente estar consciente de ello: esta es la narrativa con que la psicoanalista Constanza Michelson, también autora de Hacer la noche y Hasta que valga la pena vivir, presenta Nostalgia del desastre, libro donde analiza cómo esta niña se transforma en adulta, mezclada -o intercalada- con "una época que, como después sabría, ha sido llamada post: nacimos en la declaración del fin de las cosas. Pero las cosas siguen marchando; eso sí, olvidando su sentido, y olvidando, también, morir", dice al comienzo del texto presentado como "variaciones sobre el odio, el aburrimiento y la ternura".
- ¿Por qué escribir un ensayo sobre el aburrimiento cuando nadie dice que está aburrido, todo el mundo es exitoso y a veces uno cuando anda con algo por dentro le da lata comentarlo?
-No creo que haya un aburrimiento de época, porque una cosa es estar hiperactivo, o sea, lo que la gente en general dice es que no tiene tiempo, no sé si dice que está entretenida o que tiene muchas entretenciones, o estamos muy estimulados, que no es lo mismo que poder estar ocupados en ciertas cosas, o que podemos prestarle atención. También hay un aburrimiento por exceso de estimulación. Me interesó el aburrimiento porque tiene una directa relación con el deseo, que es lo que siempre he trabajado, lo que me interesa, porque la pérdida del deseo es una situación muy relevante para lo que a hoy día se le llama salud mental, pero también para la vida misma, y hay un aburrimiento, claro, muchas cosas parten del aburrimiento, es como la otra cara del deseo: cuando estamos aburridos nos podemos poner creativos, empiezan cosas. (…) Pero hay otro tipo de aburrimiento, el tedio, cuando no hay horizonte. Albert Camus en La peste lo dice de manera muy terrible, pero muy bien, que esos barrios que crecen sin horizonte, hacia adentro, que se comen a sí mismos sin ningún tipo de futuro, solo ahí nace la catástrofe, la peste, en el caso de la novela. Imagina a los niños cuando están en clases en situaciones asfixiantes, sin ningún tipo de estímulo interesante, empiezan a pegarle a otro.
En el libro, continúa la autora, que fue parte del equipo de Irina Karamanos en La Moneda, "tomo el ensayo de George Steiner (Después de Babel, filósofo y) crítico literario que creo nos habla hoy sobre lo que él llama el 'gran ennui europeo', un tiempo narrativamente parecido a la de nuestros famosos 30 años, donde dice que todos los indicadores en Europa después de las guerras napoleónicas y antes de la Primera Guerra Mundial, donde había una especie de coexistencia pacífica, que es harto decir en Europa, donde todos los indicadores de progreso crecían en la cultura y la economía, entonces él señala, curioso porque es crítico literario, que por cada publicación entusiasta científica de la época que decía 'vamos muy bien', aparecía otra desde el arte, no sé, la literatura, que decía 'ojalá se queme todo': pareciera ser que las energías se empezaron a estancar pese a esta narrativa de que todo iba muy bien, por supuesto que siempre esas narrativas ocultan desigualdades y cosas que andan mal, pero las energías políticas se estancaron y decía que había una generación joven que tenía que ir a la oficina cuando crecía con los relatos de que sus parientes, sus abuelos, que habían estado en la guerra o en la revolución".
- A propósito del aburrimiento y la ansiedad: se supo hace unos días que una socióloga contactaba por Tinder a personas y, después de juntarse con ellas, comenzaba a escribirles numerosos mails.
- Quizás lo único esencial que tiene el animal humano, caído y melodramático, son los nervios, eso que a veces llamamos ansiedad. A lo que me refiero con eso es que los seres humanos, a diferencia de las otras especies, nos pensamos en el mundo, esa distancia que tenemos con las cosas, con el otro; siempre estamos pensando y rumiando lo que hice bien, lo que hice mal, qué pensará, buscamos respuestas fuera de nosotros mismos: a esa distancia le digo "somos animales caídos", por el Génesis.
- La clave del ángel.
- Claro. Nos hacemos preguntas, hacemos historias, nos relacionamos con otros, y en ese espacio siempre tenemos algo de temor, ansiedad, y ahí es donde están nuestros remedios: los ansiolíticos, los ositos de peluche, el entretenimiento, cualquier cosa que acorte esa distancia. Si te fijas, la ansiedad es "dime qué estás pensando", "qué quieres", "qué quieres de mí", "qué te digo", la ansiedad trata de acortar ese espacio, a veces de mejores maneras, a veces de malas, o de maneras destructivas. La droga un poco es eso, es no querer volver de un paraíso, la resaca al despertar.
- Que va a tener un costo.
- Cada época inventa su remedio y su respuesta: en algún minuto el mundo se estructuraba en torno a dioses, después un Dios, luego los grandes relatos políticos. En nuestra época pareciera ser que es la ciencia, sabemos un montón de cosas, cada vez es más fácil saber más, pero saber no es lo mismo que que las cosas nos den sentido. (...) Parece ser que estos remedios actuales para la ansiedad podrían anestesiarnos, entretenernos a ratos, (...) yo diría que en nuestra época hemos encontrado una manera de tener sentido sin dioses en el cielo, y ahí es donde algunos ofrecen dioses duros, ahí vienen los políticos, digamos, quizás estos liderazgos que vienen a decir que van a resolverlo todo, y eso siempre sale mal, hay que recordarlo. Por otro lado, las drogas, el consumo, la voracidad, pero, insisto, el sentido pareciera ser que no va por ahí, entonces mi pregunta es qué se hace, qué lenguaje o cómo tener sentido bajo un cielo vacío, cómo se hace en este tiempo, cómo nos planteamos ahora.
- Como Sapiens: de animales a dioses, de Yuval Noah Harari, donde a veces el consuelo está en siete milígramos bajo la lengua.
- Un consuelo sin un consuelo, que no es creativo, que no te hace crecer psicológicamente. O sea, se habla de la crisis de salud mental, pero más bien yo diría que la época y la psicología van muy de la mano, lo mismo en el caso de la niña que parece que acosaba, no sé mucho, pero sí me interesó que la compararon con "Bebé Reno". La erotomanía es un trastorno descrito hace más de un siglo, pero lo importante, más allá de la erotomanía de la protagonista, es el protagonista (y narrador, a quien Martha persigue): es muy actual porque es un adulto, pero da la sensación de que es como un niño en el peor sentido de los niños, no es responsable de sus actos, no sabe por qué hace, no se implica en sus actos, es absolutamente errático. 2
"hemos encontrado una manera de tener sentido sin dioses en el cielo", dice Michelson.
Quizás lo único esencial que tiene el animal humano, caído y melodramático, son los nervios, eso que a veces llamamos ansiedad".
Valeria Barahona
reportajes@mercuriovalpo.cl
"