LOS MARTES DE DON DEMETRIO
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Los hechos y las cifras están demostrando que en Europa occidental se está produciendo un cambio político sustantivo, que hasta hace poco tiempo no era predecible. Las tendencias de derecha y de extrema derecha en países tan relevantes en el ámbito mundial, especialmente europeo, como España, Francia, Italia y Alemania, han obtenido victorias electorales sin precedentes, los partidos de izquierda prácticamente han desaparecido y los de centroizquierda han cedido amplio terreno a sus adversarios. Qué decir del Partido Comunista, tan poderoso antes -especialmente en Italia, Francia y España-, pero hoy casi inexistente. ¿Alguien se acuerda, por ejemplo, del todopoderoso líder Carrillo, en España, y de quién es hoy su heredero?
A propósito de esto, un paréntesis. Quizás en el único país del mundo donde los comunistas tienen peso político es en Chile y su obediencia a los principios de Marx y Lenin resulta excepcional. Por otro lado, mantienen su conducta intacta de sostener causas que el resto rechaza, pero que desde su punto de vista son convenientes, incluso en lo económico. Quizás el mejor ejemplo de ello fue la declaración del presidente del partido en un programa político en TV de alta cobertura hace pocos días, donde sostuvo, sin que se le arrugara una ceja, que en Venezuela hay una real democracia.
Pero volvamos a Europa. El fenómeno de avance de la derecha se ha manifestado en forma realmente clara en la última elección de representantes al Parlamento europeo. En todos los países la derecha subió en forma sustantiva su votación, elección que, dicho sea de paso, es absolutamente popular, pues todos los ciudadanos que pertenecen a los países a la Unión Europea votan directamente por un representante. El avance llegó a tanto que hubo momentos en que se temió que lograría la mayoría absoluta, cosa que no sucedió, lo que permitirá la reelección de la actual presidenta del organismo.
Si se analizan las cifras, su posible reelección será gracias a los países nórdicos, donde el avance de la derecha fue más menguado. Por otra parte, hay otros hechos que no se pueden pasar por alto. Por ejemplo, el caso de Hungría, país que hasta antes de la caída del muro de Berlín era parte de la órbita soviética y que hoy tiene un primer ministro de extrema derecha, Viktor Orbán. En cada país la derecha posee su propia tesis de gobierno de acuerdo a las urgencias locales más relevantes. No existe una especie de federación de esa tendencia. Si bien hay un entendimiento entre ellos, cada grupo de esa orientación tiene las prioridades de su realidad.
Si se trata de dar una explicación a esta mutación política europea pareciera que las causas están en que los partidos ajenos a la derecha han continuado manteniendo una política que pone énfasis en aspectos que podríamos llamar sociales, en circunstancias que la gran mayoría de los europeos está más preocupada de otras cosas. Es fácil comprobar que dentro de aquellas la más sustantiva es la política de inmigración, la que ha producido cambios sociales que no son del agrado de la mayoría. Adicionalmente, la otra preocupación que se vislumbra es la falta de seguridad que se está viviendo en países que antes eran muy apacibles, generándose la idea de que entre la inmigración y la inseguridad hay una relación directa. Ante este problema que es prioritario para todos ellos, los partidos que no son de derecha han tratado de responder, como ya se indicó, con políticas más bien de orden social, las que si bien son necesarias, tienen una prelación inferior a la ya indicada. Otro fenómeno novedoso que aparece como destacado es la participación en estos grupos de derecha y de ultraderecha de gente joven. Hay que recordar que hace algunos años los jóvenes franceses quisieron hacer caer el gobierno encabezado por el más importante líder de la época moderna, el General Charles De Gaulle. El grito de guerra de aquellos era: "Seamos realistas, pidamos lo imposible". Hoy día esa tendencia ha cambiado radicalmente, lo que hace crecer el optimismo entre los grupos derechistas respecto de su futuro.
El llamado a elecciones que ha realizado el presidente de Francia y la posibilidad aceptada por él que se puede llegar a un sistema de gobierno de "cohabitación", esto es que la presidencia de la República se mantenga en sus manos y que el parlamento sea del sector contrario, da una buena muestra de la realidad que se vive en París.
En relación con Europa, no puedo dejar de escribir unas palabras respecto a opiniones de ciertos parlamentarios chilenos. Quizás por mi experiencia profesional y el conocimiento que tengo sobre el tema, soy partidario de que los presidentes de la República, cualquiera sea su color político, se desplacen por el mundo para demostrar lo que Chile es y desea, y que en ese afán incorporen en sus delegaciones representantes del sector privado y de los trabajadores. De allí es que pienso que resultó una real tontera que algunos políticos de nota, con el objetivo de ganar pantalla, hayan pedido que el Presidente Boric volviera al país para ponerse a la cabeza de las soluciones requeridas frente a los problemas creados por el reciente temporal. Chile tiene una orgánica y si el Presidente está fuera cumpliendo labores de Estado, existen otras autoridades que con igual capacidad pueden cumplir esas tareas. Por lo demás, la vicepresidenta Tohá así lo ha demostrado. Pero así como alabo y respaldo la actitud presidencial de mantener su agenda en Europa, considero poco afortunada su declaración contra la derecha política europea efectuada en Estocolmo. Es cierto que Suecia no ha tenido la misma realidad electoral de Francia, España, Italia y Alemania, pero es parte "del grupo". Esa declaración nada positivo agregaba a sus presentaciones, al contrario. Tengo la impresión que él se deja llevar por sus instintos aún algo juveniles y que sus asesores del segundo piso carecen de la capacidad y experiencia indispensables para entender el mundo.
Pero el fenómeno político más arriba indicado no sólo se produce en Europa. En América Latina está en marcha una tendencia similar. Milei, en Argentina, está empezando a ser mirado con otros ojos y lo que es más sustantivo, pareciera que las medidas calificadas antes de absolutamente inaceptables están dando resultado. En Brasil, Bolsonaro perdió porque tuvo al frente a un hombre imbatible. Nadie en Brasil es capaz de derrotar a Lula. En toda esa inmensa nación ningún político tiene la capacidad de enfrentar al exobrero metalúrgico. En Uruguay como en Paraguay la tendencia de derecha es similar. Pareciera haber una especie de ola que está dejando atrás a los gobiernos de izquierda. La gente está cansada de no encontrar respuesta a sus prioridades. Hoy, por sobre la educación y la pobreza, que no han perdido para nada su trascendencia, lo que las personas piden en muchos países del contiene es seguridad. Es indispensable terminar con las bandas que atacan a los ciudadanos comunes y corrientes en las más diferentes formas. Y, lo que es más, están cansadas de comprobar la acción de grupos internacionales que no sólo traen violencia organizada, sino que campean por las calles de las ciudades basando su poder en las drogas y en otros delitos internacionales.