Luego de tantos años de sequía, las dantescas imágenes que entrega el sistema frontal en curso vienen a recordar que somos una región vulnerable a los fenómenos meteorológicos. Las lluvias y los vientos dejan al desnudo lo mal preparadas que están las comunas del Gran Valparaíso para enfrentar precipitaciones intensas, pese a la insistencia que desde hace años hacen especialistas en que este será el tipo de invierno que viviremos en esta zona de ahora en adelante. Hubo 14 años para prepararse, pero nunca hubo por parte de las autoridades municipales y de Gobierno -principalmente MOP y Serviu-, un plan de trabajo sostenido en el tiempo y priorizado en los recursos que pudiera resolver todos aquellos puntos vulnerables catastrados desde hace tanto tiempo en los diagnósticos de riesgo climático.

Tampoco ayudan los problemas evidentes que han surgido en la implementación del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred). Con recursos insuficientes para el cúmulo de responsabilidades y atribuciones que detenta, ya es hora de que se inicie un debate serio sobre las reales necesidades de este servicio, así como su ubicación real en el entramado de instituciones que debe anticipar este tipo de desastres y ejecutar las obras que permitirían evitarlos. Incendios devastadores que parten de forma intencional y crecen aupados por el viento hasta convertirse en una tragedia, lluvias intensas que en pocas horas dejan caer el agua que antes se distribuía en meses y marejadas anormales, que suben cada año sus cotas de alcance debido al calentamiento climático, son algunos de los problemas que hemos visto en los últimos años, sin olvidar que vivimos en un país dominado por terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas. La pregunta evidente es quién se hará cargo de presentar un plan que haga a las comunas mejor preparadas para enfrentar estos problemas cada vez más frecuentes.

Las derechas hacen noticia, especialmente en esta región, por las negociaciones que se prolongan para definir candidatos a alcaldes y gobernadores regionales, a cuatro meses de las elecciones. En las izquierdas hay más avanzado, pero a costa de unas primarias para alcaldes que favorecieron a los más radicales, que deberían tener menos probabilidades de ganar en octubre. ¿Habrá acaso un mejor modo de hacer las cosas? Creo que sí y que hay que abordar esa discusión desde ya.

Para empezar, la estructura política binaria que predominó en nuestro período de mayor progreso, entre 1990 y 2017, ya no es consistente con nuestra realidad política. En los tiempos del satanizado "duopolio", las contiendas se daban entre dos coaliciones básicamente moderadas, una de centroizquierda y otra de centroderecha. Pero desde entonces los sectores más radicales constituyeron partidos y coaliciones propios de relevancia, primero en la izquierda y luego en la derecha, dando lugar al peor mal que nos afecta: la polarización, que conduce a la proliferación de propuestas insensatas y a dificultar los acuerdos.

Si reducir la polarización es la tarea más importante que tenemos, es determinante que los moderados de uno y otro lado presenten siempre sus propios candidatos a todos los cargos y muestren a la ciudadanía lo que los diferencia de los sectores más duros, que suelen moverse entre la pirotecnia y el utopismo pueril. Eso ya ocurre en las elecciones presidenciales y parlamentarias. Hay que dejar que pase también en el nivel local. Y para ello hay que establecer la segunda vuelta para las elecciones de alcaldes y tal vez elevar de 40% a 50% el umbral para ser elegido gobernador regional en primera vuelta. Eso no asegurará el triunfo de los moderados, por supuesto, pero sí que ofrezcan siempre alternativas de elección a los ciudadanos, dejando en sus manos la decisión.

Pero entre las negociaciones aún abiertas algunas ocurren dentro de las coaliciones. La solución a ello parece ser hacer más primarias, aunque siempre circunscritas a cada alianza. Las celebradas dos semanas atrás sugieren que, cuando los moderados compiten en ellas con los radicales, con una participación del 6% del padrón, los extremos tienen las de ganar, dada una capacidad de movilización determinante cuando votan tan pocos. Las primarias limitadas sólo a una coalición, en cambio, han solido premiar la moderación, como ocurrió en el puñado de comunas en que ahora Chile Vamos las hizo solo y también en 2021 en las presidenciales.

Por último, con una política que durante algún tiempo funcionará a cuatro bandas, la colaboración entre coaliciones es fundamental para gobernar. Y aunque no necesariamente deben asociarse, en ese contexto pocas cosas son tan importantes como el entendimiento entre los moderados.