La encrucijada ambiental de Japón
No se debe idealizar a Japón como un ejemplo en el cuidado del ambiente sin entender que también tiene casos de terrible negligencia ambiental y explotación de recursos naturales. Por años la contaminación con mercurio de una empresa en Minamata afectó la vida de comunidades locales. La caza de ballenas causó controversia en todo el mundo".
Esta semana, la temperatura en Tokio alcanzó los 36 grados Celsius. En algunos momentos del día se sentían como 42º debido a la humedad, y a la sombra la sensación no bajaba los 39º. Tras vivir en Tokio por cerca de tres años, me he acostumbrado a los titulares sobre el cambio climático y los catastróficos efectos que esto está teniendo para el país. Así se viven temperaturas extremas en invierno y verano, lo que causa víctimas directas, especialmente en la tercera edad, y daño irreparable a la economía. De hecho, en 2019, los daños causados por un solo tifón, el Hagibis, alcanzaron los 1.8 trillones de yenes o cerca de seis billones de pesos chilenos.
Con esa realidad, parece lógico que el gobierno japonés y la sociedad mantengan atención continua a la problemática ambiental. De hecho, la Convención de Kioto, firmada en 1997, es uno de los documentos más importantes en la historia de la lucha internacional contra el cambio climático, y no es extraño ver negocios o instituciones en el país remarcando que están tomando medidas para aportar a los objetivos del desarrollo sostenible, y contra los efectos más nocivos de la actividad humana para el medio ambiente.
A nivel individual, existe en Japón una relación muy particular entre la gente y la naturaleza. La influencia de la religión sintoísta y budista se vive y siente cuando uno sale y entra en contacto con centenarios senderos en la montaña repletos de símbolos y bien cuidados o con parques urbanos donde los árboles crecen a destajo en vez de mantener pasto cortado y regado. En un mes será el día de la montaña, un día que se da feriado para que la gente pueda ir a subir un cerro y conectarse con la energía del lugar. La imagen o el rumor de que en Tokio no existen los basureros y que todos debemos llevar la basura en la espalda todo el día y reciclarla al llegar a casa es verdad, con muy pocas excepciones en tiendas de conveniencia o estaciones de metro. Viniendo de Chile, todo esto me chocó los primeros meses, pero uno acaba apreciando cada una de estas costumbres apenas llega al primer templo en la punta de una montaña.
Sin embargo, debo advertir que, pese a todo lo anterior, no se debe idealizar a Japón como un ejemplo en el cuidado del ambiente sin entender que también tiene casos de terrible negligencia ambiental y explotación de recursos naturales. Por años, la contaminación con mercurio de una empresa en Minamata afectó la vida de comunidades locales en Japón. La caza de ballenas japonesa es un hecho que causó controversia en todo el mundo. En lo cotidiano la utilización de plásticos de un solo uso en Japón es mucho mayor que el de Chile. Por ejemplo, es común encontrar galletas guardadas individualmente en paquetes de plástico, dentro de un contenedor de plástico aún más grande e innecesario. El país además estuvo en el centro de la controversia por el efecto de la liberación de aguas tratadas en Fukushima, aunque la ciencia apunta a que era necesario, y que el impacto de este hecho está dentro de los estándares internacionales de seguridad. En contraste, la disminución de plantas nucleares por miedo a que se repita Fukushima, ha causado mayor ineficiencia energética.
¿Dónde queda Japón entonces? Los datos muestran que el país ha logrado reducir, progresivamente sus emisiones al menos desde 2014, y que existen intenciones para alcanzar la neutralidad de carbono hacia 2050. Para algunos, las estrictas políticas públicas de reciclaje y reducción de emisiones lo están haciendo posible. Sin embargo, me parece necesario enfatizar que el rol del sector privado, de la sociedad civil, y de los individuos que contribuyen a ese cuidado es tan importante como los reglamentos o normativas domésticas e internacionales. Chile tiene todas las herramientas para replicar estas acciones, y dependerá de cómo se adapte a los cambios que eso implica. Quizá, el primer paso es partir a nivel regional, o incluso personal, y entender que estos cambios culturales sí pueden tener un impacto en el largo plazo y que no basta con admirar a Japón por sus proezas ambientales, porque si no se realizan cambios a nivel internacional, la temperatura acá-y en Chile- seguirá llegando a nuevos extremos. 2
Escritora, analista
Candidata a Doctora en RR.II.
Universidad de Hitotsubashi
"