LOS MARTES DE DON DEMETRIO Elección presidencial en EE.UU.
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Estados Unidos sigue siendo la más importante potencia mundial en las áreas estratégica, militar, económica, comercial, comunicacional, avance tecnológico, descubrimientos científicos y otras más del quehacer humano. Si se considera el inmenso poder que la Constitución Política de ese país le concede al Presidente de la República, existe razón más que suficiente para que cada elección presidencial acapare por meses el interés mundial. Parte sustantiva de lo que puede ser el futuro del orbe cada cuatro años recae en las manos y en la cabeza de él o la designada para ocupar la Casa Blanca. Aquello de que cuando Estados Unidos se resfría el resto del mundo contrae pulmonía, es efectivo.
Si se analiza la historia de las elecciones presidenciales de ese país, es difícil encontrar una situación similar a la que se está viviendo hoy en el país del norte. En prácticamente siete días, por un lado, una bala estuvo a cuatro centímetros de volarle la cabeza al candidato republicano y, por el otro, el postulante demócrata, ocupante de la Oficina Oval, debió declinar su candidatura por la presión generalizada de las huestes de su partido. Hay que tener presente que ambos tenían ya el respaldo de la unanimidad de los delegados que deben elegir oficialmente al candidato de sus respectivos partidos. Para Trump el incidente del atentado, sin bien fue en extremo peligroso, le dio nuevas herramientas para desarrollar su estilo agresivo y lucir como víctima, apareciendo con un vistoso parche sobre su oreja derecha en la Convención nacional republicana que se celebró pocos días después.
En cuanto a Biden, su situación era desde un principio en extremo compleja y de muy difícil resolución. En la historia de Estados Unidos, sólo dos presidentes habían bajado su candidatura a la reelección: Harry Truman, en 1952 - como consecuencia de la guerra de Corea-, y Lyndon Johnson, en 1968, debido a la guerra de Vietnam. Ahora no había una razón objetiva de carácter nacional que sirviera de base para no postularse. Los motivos para las dudas tenían relación con su propia persona. Al final cedió a la presión de los líderes demócratas y resolvió no participar en la elección. Pero la declaración en que dio a conocer lo anterior no fue pura y simple. Llevó un ingrediente inesperado que creó una nueva situación no imaginada. Biden propuso como su reemplazante del partido para la elección a su vicepresidenta, Kamala Harris. Era una incógnita cómo iba a ser percibida entre los demócratas dicha idea.
Es bueno desde un inicio acotar ciertos datos sobre ella. Es una abogada de 59 años que inició su carrera como fiscal de distrito de la ciudad de San Francisco. Luego fue elegida fiscal general del estado de California. Enseguida ganó la elección para ser miembro del Senado federal en representación de ese estado. Es necesario dejar constancia que el estado de California por su dimensión territorial, su población y su riqueza -si fuera un Estado independiente- estaría dentro de los diez primeros del mundo. Finalmente, ella fue seleccionada para ser vicepresidenta de la república.
En esta mujer se da aquello que indican los cientistas políticos estadounidenses en orden a que el común de los americanos vota generalmente por alguien que a ellos les habría gustado ser y que en su vida no pudieron conseguirlo. Es decir, prefieren a quienes hicieron plenamente realidad el sueño americano. Kamala Harris cumple a cabalidad esa condición.
Es una mujer -nunca una persona de su sexo había sido vicepresidenta de la República- que ha sido exitosa en su profesión, su origen es humilde, tiene un feliz matrimonio y es una mestiza hija de un jamaicano y de una india. Por ende, todos aquellos que pensaron que la decisión de Biden al designarla como su heredera fue precipitada, se equivocaron.
En el plazo de 48 horas, ella ya había conseguido la mayoría de los representantes de su partido a la convención nacional que oficialmente la ungirá como la candidata demócrata a la presidencia y había logrado donaciones para financiar su campaña que batieron récords. Ahora, su prueba de fuego será el debate público televisivo que deberá tener con Trump, donde tendrá que demostrar las carencias del republicano y poseer la personalidad de responder al tono altanero del millonario neoyorkino. Este, en el debate con Biden, tuvo la astucia de dejar a la vista las falencias del Presidente, ratificando así en los hechos que tenían sustento las dudas sobre sus capacidades y habilidades para postular a la reelección. Baste señalar que el Jefe de Estado no supo poner de relieve algo que los analistas políticos, una vez terminado dicho encuentro televisivo, demostraron fundadamente. Trump mintió al menos 30 veces en sus respuestas. Kamala Harris, insisto, deberá echar mano de toda su inteligencia y habilidades, que son muchas, para crear en el público norteamericano durante ese debate la convicción que realmente se está en presencia de la líder que Estados Unidos requiere en este momento.
Otro elemento que será sustantivo para ella es la selección de su compañero en calidad de candidato a vicepresidente. Para compensar los elementos de género y racial, deberá ser un hombre de raza blanca que tenga influencia en algunos de los estados que por su población y/o tendencia política sea de peso en el posible resultado final de la votación que se llevará a cabo el 5 de noviembre próximo. Al momento de escribir estas líneas aún no está definido, pero los tres postulantes que se rumorean cumplen con esos requisitos.
En cuanto al significado que puede tener para Chile esta elección, es necesario acotar que ya conocemos la visión de Trump sobre América Latina. Para él, al sur del río Grande no hay nada de interés. Le importa la frontera con México para detener la inmigración, pero nada más. Es un abierto proteccionista en lo económico y en lo comercial. Sólo como un ejemplo, hay que recordar que el hoy llamado TPP11 en su origen no tenía número al final. Cuando el acuerdo estaba listo para ser suscrito, Trump retiró de aquel a Estados Unidos, por lo que sólo quedaron 11 países con intención de celebrarlo, ahí su denominación de TPP11. La cita organizada por Chile en Santiago fue fundamental para evitar la muerte del acuerdo después de que Washington decidiera no participar. Asimismo, hay que tener presente que Chile tiene un acuerdo de libre comercio bilateral con Estados Unidos, el que, lógicamente, estará expuesto a la visión proteccionista del republicano.
Ni qué decir de la Visa Waiver que nos resulta a todos tan importante. Con Trump, la posibilidad de su sobrevivencia es escasa, sobre todo teniendo presente que no ayuda en nada a la mantención de esta la conducta delictual de chilenos que se han transformado en "especialistas" en robar hogares de estadunidenses. Esta "exportación no tradicional" nos está haciendo un tremendo daño y sería una especie de caramelo para Trump a fin de justificar la supresión de aquella y así mostrarse enérgico ante los suyos.
A estas alturas, el resultado de la elección en Estados Unidos no está asegurado para ninguno de los dos candidatos, Hoy, de acuerdo a las encuestas, prácticamente están empatados. Pero sería ponernos una venda en los ojos no percibir que para Chile es más conveniente que exista una ocupante en la Oficina Oval antes que un hombre altanero que se jacta de su machismo.