LA TRIBUNA DEL LECTOR Santos Chávez / Paraíso Perdido
POR GONZALO ILABACA, CURADOR
Bajo el alero de la fundación que lleva su nombre, desde el 15 de junio hasta el 25 de agosto 2024, se está presentando en el Palacio Vergara esta bellísima exposición que conmemora los 90 años del natalicio de Santos Chávez Alister (Canihual,1934- Viña del Mar 2001).
La muestra -delicadamente montada- en la cual se incluye un gran telar de Viviana Rantul, está centrada en imágenes que rememoran al Paraíso Perdido y apuesta a un enunciado sorprendente: que Santos Chávez fue visitado por un mito. Es decir, que un niño pastor de cabras de sangre mapuche se ha convertido en un grabador mítico de América. Y que gracias a ese arte tallado en la madera de un bosque, ese paraíso perdido (arcaico/ahistórico) vuelve a revivir en la angosta geografía del sur de Chile, incorporando los volcanes de la cordillera de los Andes, las araucarias de Nahuelbuta, las praderas, ríos y humedales de la costa de Quidico (Tirúa), en el océano Pacífico.
En esa mezcla de la intuición, herencia cosmogónica y arte universal de Santos Chávez, se cristaliza también la sabiduría de Carl Gustav Jung -psiquiatra y escritor que estudiaba los mitos como una manera de relacionarse con el mundo del misterio, y a través de éste, con la naturaleza viva- quien nos regala el concepto del Inconsciente Colectivo, una herencia que compartimos como humanidad, en toda época y lugar, y donde a través de símbolos que él llamó arquetipos se manifiestan estos mitos ancestrales.
Así, en la obra de Santos Chávez aparecen el héroe y el guerrero (el niño Lautaro) como guardián del paraíso, El sol como creador de todo, la luna como su amante, y también como luna creciente, que representa ese estado entre la conciencia y la inconsciencia, realidad y fantasía, vida y muerte, vigilia y sueño. La luna también como el arquetipo de la mujer, la amada, la doncella divinizada, como la receptora de la semilla, la fertilidad, el eros, la amada que viene del mar, "cuyo rostro será siempre joven", también convertida en geografía y paisaje, incluso en la niña púber, símbolo de la inocencia de la infancia.
Pero el paraíso de Santos Chávez es un paraíso pagano, no cristianizado, sin pecado original, ni expulsados. Un paraíso no antropocéntrico, donde flora y fauna, y el ser humano integrado a un todo, a sus cuatro elementos, conviven en el tiempo y espacio -en una edad dorada y una arcadia o aldea cerrada y armónica -, que el poeta Teillier denomina Los Dominios Perdidos.
Y es ese el segundo objetivo de esta muestra: a la relación de Santos Chávez con Jung y el mito, unirlo también a Jorge Teillier, el poeta lárico de la Frontera a quien lo une no solo ser contemporáneos, haber nacido sólo a 70 km de distancia y morir ambos en Viña del Mar. Sino por sobre todo haber compartido el mito del Paraíso Perdido en sus obras y en sus vidas, ambos refugiados en la edad dorada de la infancia, porque es en la infancia donde estamos más cerca del misterio.
Entonces, en la obra de Santos Chávez lo perdido ya no está perdido porque al mitificar la realidad, la vuelve hacer ahistórica, recuperando un tiempo mítico, un eterno retorno, restituyendo el pasado -lo perdido- en lo nuevo, como una manera propia de levantar una contraparte al nihilismo del mundo moderno, a la desacralización de la materia y de la naturaleza, a una modernidad global en que la realidad ha devenido a un estado virtual, donde no solo se pierde el vínculo con la naturaleza sino también con la divinidad.
El poeta Santiago Elordi dijo "quien busca el paraíso en la Tierra no sabe nada de geografía". Paul Éluard responde "hay otros mundos pero están en éste". Dylan Thomas canta "aunque se vuelvan locos estarán cuerdos, aunque se hundan en los mares se volverán a levantar; aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor y la muerte no tendrá dominio" . Por lo mismo Teillier profetizó: "algún día seremos leyenda". Es eso lo que estamos celebrando en esta exposición: el retorno de la poesía tallada en un árbol.