LA PELOTA NO SE MANCHA La chica dorada
POR WINSTON POR WINSTON
14 años tenía Francisca Crovetto cuando Fernando González y Nicolás Massú ganaron las primeras medallas de oro para Chile. Tal como reconoció en una entrevista en La Tercera, después de ganar el oro en los Juegos Panamericanos, fueron ellos los que sembraron su espíritu olímpico, pero no por la victoria, sino por la emoción que le transfirieron.
Un año antes de esa triple medalla obtenida en Atenas por los tenistas, Crovetto había comenzado a disparar sin imaginar hasta dónde podía llegar con esto. Su padre quizás sí, o más bien lo soñaba, la primera vez que la llevó al club de tiro que él mismo había fundado en Calera de Tango.
Y es que detrás de cada una de estas medallas hay una historia personal, familiar e incluso nacional que es difícil dimensionar. En el caso del oro de Crovetto, nos recuerda que gran parte de lo que Chile ha logrado ha sido gracias a sus mujeres. Desde los inicios, cuando la mapuche Janequeo daba cara a los conquistadores, mientras en la otra vereda Inés Suárez salvaba a la expedición de Pedro de Valdivia en dos ocasiones. ¿Cuánto de esa tenacidad de ambas mujeres vimos ayer en Francisca Crovetto para pelear por una medalla?
Varios siglos después, ya no en el campo de batalla, sino en las canchas más importantes del circuito destacaba el ejemplo de Anita Lizana, la "lauchita", que corría de un lado para otro para dar cuenta de que nuestro país tenía a la mejor tenista del planeta. Casi un siglo después tenemos ahora a la mejor tiradora del mundo.
Después de ver ese temple que mostró Crovetto en la última ronda, imposible no recordar a Marlen Ahrens. La lanzadora de jabalina debió haber estado empujando para ir más allá de ese logro extraordinario en Melbourne en 1956. Hasta ayer, Ahrens estuvo 68 años siendo la única mujer chilena ganadora de una medalla olímpica. No tengo dudas de que debe haber sido la primera en celebrar ser superada por Crovetto.
Pero lejos de tratarse de una historia solo de mujeres, lo más lindo de este triunfo es que agradeció a todos, sin distinción de sexo. A su padre, que la metió en esta aventura. A su madre y su mensaje de perseverancia, de intentarlo una y otra vez y jamás renunciar a los sueños. A su esposo, fanático del deporte y con quien ha postergado el otro sueño de ser padres para poder competir en París y a muchos otros, Nicolás Massú y Fernando González incluidos.
En fin, guarde la portada del diario porque la última vez que tuvimos un logro tan importante como este sucedió hace veinte años. Lo de ayer fue casi inédito, uno de esos días maravillosos para el deporte chileno en el que la diosa Fortuna se apiada de este pequeño país al fin del mundo para favorecernos.
De lo contrario, estaríamos despotricando contra la británica que no falló nunca, contra el árbitro o que la chilena arrugó a último momento. Francisca Crovetto, en cambio, estuvo impertérrita, tan concentrada que incluso le costó darse cuenta de que había ganado. Desde hoy tendrá toda una vida para disfrutarlo y a nosotros para recordárselo. ¡Viva Chile! ¡Viva Francisca Crovetto!