LA PELOTA NO SE MANCHA La última cueca en París
POR WINSTON POR WINSTON
Se acabaron los Juegos Olímpicos de París 2024 y he quedado con un sentimiento de desafección. Debe ser porque las expectativas eran muy altas después de los Juegos Panamericanos, pero siento que hubo algo que impidió que tuviera la magia de otras oportunidades.
Probablemente pasó que esta vez no tuvimos la grandeza y el espectáculo de un Usain Bolt o Michael Phelps. O pudo haber influido que veníamos de la Eurocopa y de la Copa América, mucho evento en tan poco tiempo. Quizás faltó repartir el calendario. Que tome nota de esto el señor Gianni Infantino, que quiere hacer un mundial cada dos años, no vaya a ser que termine matando la gallina de los huevos de oro.
También influyó en esta sensación la decepción de los resultados, pues la expectativa era muy alta después de Santiago 2023 o también por la rápida eliminación de los tenistas y de los primos Grimalt que eran candidatos para ganar medallas, más por voluntarismo que por mérito. Ni siquiera tuvimos un Fiu parisino que nos consolara con su alegría.
En esta línea, la actuación de Francisca Crovetto fue la excepción que confirma la regla. No me cansaré de decir que lo que hizo fue extraordinario. Nada contra el luchador Yasmani Acosta, pero el suyo fue un logro con sabor a "Ropa vieja" y más aún, porque la particularidad de su competencia hace que se pueda ganar sin hacer puntos, lo que nos hizo recordar la actual campaña de Wanderers y, mucho más atrás, aquellos años en que celebrábamos los logros futbolísticos de "Locutín" Santibáñez con los jugadores colgados como murciélagos del arco.
Sin embargo, no vengo a amargar al lector con este tipo de disquisiciones. Aprovechando la velocidad de análisis de CHATGPT he logrado sacar en limpio algunas observaciones estadísticas que, por lo menos a mí, me resultan interesantes.
Por ejemplo, en esta edición de los Juegos, se disputaron 5.084 medallas (oro, plata y bronce), de las cuales nuestro país solo consiguió dos, lo que equivale a 0,039% del total.
De seguro puede parecer muy poco, no obstante, bastó con eso para superar en el medallero a muchos países que tienen más de cien millones de habitantes, comenzando por India (1.400 millones), Indonesia (273), Pakistán (231), Bangladesh (169) y Nigeria (223).
En contraposición, encontré una lista de 8 países que, siendo bastante más pequeños que Chile, lo superan en el medallero: Cuba (11 millones), Hungría (9.6 millones), Dinamarca (5.8), Finlandia (5.5), Noruega (5.4), Nueva Zelanda (5) y Croacia (4).
Ni tan lejos ni tan cerca, 55 en el ranking, compartiendo posiciones con Uganda que tiene 46 millones, Botsuana de 2.4 y Santa Lucía, la pequeña isla del Caribe que tiene apenas 180 mil habitantes (similar a Quilpué). Muy debajo de Argentina, pero muy arriba de nuestros otros vecinos Perú (una medalla de bronce) y Bolivia, que terminó con tantas medallas como playas.
Ahora quedan cuatro años para prepararse para Los Ángeles 2028. Lo que quiero proponer es pillar volando bajo al Comité que aceptó el breakdance como competencia olímpica y apostar para los próximos juegos con un deporte en el que nadie nos gane. Ser como los chinos con el ping pong, los indonesios con el bádminton o los keniatas con las carreras de larga distancia. Podría ser la chueca, la rayuela o el rodeo. Eso o nacionalizar a diestra y siniestra. Y, si esto tampoco resulta, ganar a lo argelino, traficando una buena cantidad de testosterona en la competencia de mujeres o lo chino, llenando de pastillas a los competidores y luego acusar contaminación cruzada.